Volviendo al Pasado – 2ª parte

Viviane Freitas

  • 7
  • Jul
  • 2015

Volviendo al Pasado – 2ª parte

  • 7
  • Jul
  • 2015

Después de algunos meses de casada, me fui a vivir a otro país – Portugal. Llegué con apenas 17 años, estaba casada y fui a vivir con mis padres que vinieron a Portugal después de mi.

Recién casada, aún muy celosa e insegura, no sabía lo graves que eran los celos que tenía, y que eran por cosas “bobas”.

Estaba apasionada por Julio, y cualquier lugar adonde él mirase podría ser una amenaza para mi.

Hasta me da pena acordarme cuanto sufrió debido a esos celos…

Yo que era y soy la hija del Obispo Macedo, aparentemente no tendría ningún problema, pero estaba llena de raíces de inseguridad.

Los pensamientos venían a mi cabeza y yo los aceptaba y vivía un verdadero infierno, lo peor es que no sólo se quedaba en mi, sino que traía ese infierno a quien yo amaba.

Pero ¿por qué?

Yo era delgadita, pesaba 43 kilos, siempre oía a todos decir que yo era delgada, y quería engordar, incluso ya había hecho mi pedido a Dios para que yo engordase 10 kilos.

Mi hermana siempre me decía que las piernas bien formadas eran más bonitas, y las mías eran tipo una “caña”, miraba mis brazos, eran tan finos que parecían ser más largos de la cuenta, y la sociedad lo decía, y hasta hoy dice, cual es el cuerpo ideal para la mujer; bajo mi punto de vista, mi cuerpo tenía partes bonitas, y otras de las cuales tenía vergüenza.

Es increíble cómo el concepto de las personas comienza a influenciar a la joven, aunque no en el momento, pero aquellos conceptos se quedan guardados dentro de ella, y ese era mi caso, todo lo que yo oía decir de mi, estaba guardado, y todo lo que oía decir de que era bonita, era lo que yo buscaba en mi.

Cuando no lo veía, ya era motivo para decir que yo no era lo suficiente buena para Julio.

Varias veces me “enfadaba” con Julio, me enfadaba con él porque lo celos tenían una supuesta razón, pero la “razón” eran la forma en cómo yo lo veía y juzgaba, según mi inseguridad.

Pobrecito, varias noches, cuando estábamos solos, le hablaba de los celos que me atribulaban, Julio siempre me explicaba que no era nada de eso, y realmente, al final de la conversación, me sentía pésima delante de aquel momento que lo perturbe con mis celos.

Julio se quedaba tan triste, tan decepcionado, tan angustiado, creo que él pensaba que casándose con Viviane (hija del Obispo Macedo) tendría apenas una auxiliadora para ganar almas, pero no fue así.

Yo era inmadura, cargaba marcas del pasado que ni sabía que había guardado, y siempre nos volvíamos a reconciliar. Era una norma que que yo tenía en mi cabeza, no podía dormir con problemas dentro de mi; si el Señor Jesús volviese en aquella noche, yo no iba a quedarme.

Yo sabía cuanto aquellos celos me distanciaban de Dios, aunque leyese la Biblia, meditase, siempre sacaba alguna lección, pero todo era más en la conciencia de lo que propiamente en la práctica.

Aquellas escenas de celos se repetían varias veces, y nuevamente siempre las llevaba a Julio para que las resuelva. Porque era consciente que como él y yo éramos una sola carne, él no podría tener problemas conmigo, sin resolver, porque el trabajo de sus manos no funcionaria.

Me acuerdo como si fuese hoy, él me decía:

“Mimiu, yo no tengo problemas, el problema es tuyo, yo no tengo nada que resolver. Ya te he dicho que no tienes motivos para estar celosa, yo te amo, eres tú quien ve las cosas de esa forma.”

Mientras buscaba a Julio para exponerle mis razones de celos, en realidad quería que él cambiase y no yo, en algunos momentos él me hacía entender que yo estaba errada, pero otras veces, en el momento en que tenía celos, yo sentía todas mis razones dándome fuerzas para defender mi punto de vista.

¡Ahí ya puedes imaginar! Yo hablaba de forma en que supuestamente tenía autoridad, y con la “certeza” de que estaba en lo correcto, y él se enfadaba mucho.

Yo ni siquiera quería hablar con nadie, porque si lo comentase, tenía recelo de que me dijesen que yo estaba endemoniada, además de estos problemas que yo le causaba a Julio, tenía otros. En Portugal, yo era la esposa más joven, llegué a Portugal en 1992, no tenía ninguna amiga, era horrible, porque siempre tuve facilidad de hacer amigas en la Iglesia, pero en Portugal era diferente en aquella época, no sé si las esposas tenían algún recelo de aproximarse por yo ser la hija del Obispo Macedo

Aunque vivía en casa de mis padres, yo no les contaba nada, me sentía frustrada, porque debería honrar a mis padres, pero los deshonraba.

¿Y Dios? Con Dios la agonía era peor.

Yo no sabía qué hacer delante de aquella situación, sólo Le pedía a Dios: “Ayúdame”. Y me decía a mi misma: “Si el Señor vuelve y yo tengo celos, me voy a quedar.”

Un día decidí arreglar mis problemas internos con Dios, escogí un día en que todos fuesen a la vigilia, para tener la oportunidad de exponer todo hacia fuera, aquel día puse en mi walkman una “cinta de cassette” de una reunión que tenía de Brasil, y comencé a orar.

Y al orar lloraba tan afligida, sentía mi alma tan perdida de tantos fallos que estaba viendo en mi misma, que lloraba desesperadamente. Hablaba con Dios sin recelo de que alguien me pudiese oír, ¡y clamaba pidiendo socorro!
Lloraba de esa forma porque apreciaba mi salvación, no era para interceder pidiendo que alguien cambiase a Julio, porque yo sabía que mi alma estaba en juego.

Hasta que de repente… alguien me tocó en la espalda (yo estaba de rodillas encima de la cama), E inmediatamente yo pensé: “¡Oh no! Yo estoy siendo quien soy, ¡y hay alguien que está oyendo mi desesperación!” Cuando fui a ver, era mi madre.

Ella me dijo: “¿Qué pasó hija mía? ¿Te pegó Julio?” En el mismo momento yo quería responder, pero mi aliento estaba sin control en el respirar y mucho menos en el hablar, mi cabeza se movía diciendo no, y mis pensamientos diciendo: “Oh Dios, ella no sabe que yo soy el problema” Y lloraba mucho.

Ella me abrazó y llegó mi padre diciendo: “¿Qué pasó? ¡Deja de llorar Viviane y habla conmigo!”

Yo quería parar pero estaba descontrolada, sollozaba de tanto dolor por mi alma,

Y él gritó: “¡Deja de llorar!¡Yo te lo estoy mandando!

Recuperé el aliento y dije: “Padre, yo ya ni siquiera siento el Espíritu Santo.”

No sabía ni com explicar la situación complicada en la que vivía, y él me dijo: “¿Quién ha dicho que tienes que sentir?”

Y yo me decía a mi misma, en mis pensamientos: “Ah papá, tú no sabes la gravedad de quien yo he sido, soy celosa y sólo llevo problemas a Julio.”

Aquel día dejé de llorar, partí a un proceso con el fin de liberarme de esa “cosa” tan terrible que tenía dentro de mi.

Es increíble, antes de casarme mi madre me decía que yo era celosa, pero no lo consideraba un problema mío, sino de aquellos que me hacían tener celos, por eso nunca había luchado contra aquello con fuerzas, porque lo veía como un problema de los demás y no mío.

Sigue mi diario para descubrir más de mi, y cómo fui venciendo mis dramas.

Serie: Volviendo al pasado

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8 comentários

  1. MUY FUERTE ESTE MENSAJE YA QUE MUCHAS VECES LLEVAMOS RAIZES INTERNAS QUE NOS PERJUDICAN Y NO NOS PERMITEN AVANZAR Y TERMINAMOS DAÑANDO ALAS PERSONAS QUE AMAMOS Y PRINCIPALMENTE DESAGRADANDO A DIOS , PERO LO MAS IMPORTANTE ES LA SINCERIDAD DESGARRAR NUESTRA ALMA POR AMOR A NUESTRA SALVACION .

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  2. CUANDO RECONOCEMOS NUESTRO PROBLEMAS INTERIORES ANTE DIOS Y LOS DEMÁS POR QUE UNO NO SE VE LOS ERRORES PERO LOS QUE ESTÁN CERCA SI LOS VEN Y DIOS ASE DE TODO PARA AYUDARNOS CUANDO QUEREMOS CAMBIAR.

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