Volviendo al Pasado – 36ª Parte

Viviane Freitas

  • 19
  • Abr
  • 2016

Volviendo al Pasado – 36ª Parte

  • 19
  • Abr
  • 2016

Vera y Luis nuevamente estaban felices, claro que con toda está situación ellos aprendieron a valorar mucho más a los padres que antes.

Me acuerdo de una situación que me marcó a mi y a mi madre, un día Verita vio a la mujer que estaba con ella en el periodo en el que estábamos separados, la mujer estaba un poco distante y Vera empezó a mostrar un cierto miedo a que ella los llevase.

Vera se llenó de pavor cuando vio a la mujer, entró en desesperación, y dijo: “Mamá, abuela… No dejes que ella nos lleve.”

Vera era la mayorcita, y siempre era a quien yo tenía mayor acceso, era con ella que conversaba más. Ella me prestaba atención, lo que me hacía estar más “apasionada” por ella. Yo la enseñaba a orar y a pedir a Dios para que los “papeles” de ellos se resolviesen.

¡Ella era muy linda!¡Es más, aún lo es!

Aprendió a orar, a prestar atención en la reunión, de forma que sabía en ocasiones hasta las respuestas de las preguntas que Julio hacía en la reunión. Es gracioso que yo aún estaba pensando cuál sería la respuesta, y Verita ya la decía de antemano.

Ella me hacía sentir muy orgullosa de ella; absorbía todas las enseñanzas, ella realmente lo valoraba.

Participaba de las reuniones de forma tan natural, que a veces hasta “molestaba” porque ella realmente oraba a Dios. Ponía las manitas en el corazón y oraba bien alto, con los ojos cerrados, diciendo las palabras que yo la había enseñado: «Dios, limpia mi corazón. No dejes que mi corazón se ensucie, enséñame a obedecer, no quiero hacer cosas feas, Dios.» Ella oraba más o menos así.

La esposa que acababa de llegar a California, se quedó impresionada con la participación de ella en la reunión, pero con el tiempo Verita fue viendo a la hija de esa esposa, que no oraba como ella, y fue algo “gracioso” para las personas porque ella era una niña. Entonces vi, poco a poco, a Verita desviándose de mi objetivo.

Fue teniendo amistad con la hijita de la esposa, que también era una niñita, pero que no tenía el mismo comportamiento de Vera. Y poco a poco fui viendo a Verita “gustándole” esta amistad y dejando de acatar con más precisión la parte de orar en la iglesia.

Todo esto era muy asistido por mi, y yo lo guardaba como algo que yo tenía que hacer: trabajar con Verita.

Mientras Verita no tenía una amiguita, ella era toda “mía”, y así fácilmente yo la influía. Pero cuando llegaba alguna amiguita, la amiga la hacía otra persona, no por maldad, sino porque la chiquita era una niña y tampoco se interesaba por las cosas de los adultos.

Como vivíamos distante, esta amiguita de ella sólo la veía en la iglesia, durante la reunión o después. Y de allí yo iba perdiendo mi espacio sagrado con ella, pero como Verita era una niña, sabía que ella tenía que tener amiguitas también, entonces, yo no sabía qué hacer, sino observar y esperar el momento oportuno de trabajar en ella.

Luisito también era lindo.

No participaba tanto en la iglesia como Verita, le gustaba conversar mucho y jugar.

Para él todo era juego, él también tenía un amiguito, pero Luis era buen niñito. No lo veía mucho ser influenciado; vivía más en su mundito.

Se podía ver la diferencia entre los dos. Luis era el más joven y mas inmaduro, Verita, la mayorcita y más responsable, pero también la más influenciable.

Mi objetivo con Verita y Luisito era ser una madre bien cercana de los dos, para que ellos tuviesen acceso a mi, y así podría ayudarlos en todo y cualquier momento.

Yo llegaba a jugar con Vera, de pequeñita.

Ciertas veces que ella se encontraba con otros hijos de pastores, uno de los cuales ella veía gracioso, o mejor, bonito. Normalmente ella se quedaba con el rostro todo rojo de vergüenza cuando se encontraba con él.

Después percibí que a ella le estaba gustando el niñito. Y cuando estábamos a solas le preguntaba: “Verita… Mmm, ¿te gusta aquel niñito?” Y ella se sentía avergonzada, yo la decía: “¡No pasa nada, hija! Sólo díselo a mamá ¿está bien?”

Quería hacer parte de la vida de ella, en todas las oportunidades; no quería que hubiese distancia, ni que tuviese miedo en hablar conmigo. Quería que ella encontrase en mi esa libertad de poder contarme todo y así yo orientarla y no amedrentarla.

De esta forma me hacía cercana, para ser la mejor amiga que ella pudiese alcanzar.

Serie: Volviendo al pasado

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10 comentários

  1. Bueno señora yo no soy madre pero tengo a mi hermanita y mi sobrina con este tema señora aprendí a darle mayor confianza a ellas 2 tanto los consejos de una madre son buenos pienso que entre hermanas también 🙂

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  2. Amen muy cierto desde pequeños los niños aprenden muy rápido y si uno les enseña hacer niños de Dios.

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  3. Me acuerdo tambien cuando yo era una niña que aprendia las cosas rapido.

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  4. LA DIRECCIÓN DE UNA MADRE ES IMPORTANTE EN CADA UNO, AUN MAS CUANDO SOMOS NIÑOS O ADOLESCENTES QUE TODAS LAS PERSONAS A NUESTRO ALREDEDOR NOS PUEDEN INFLUENCIAR. UNA AMIGUITA QUE NO TIENE LA MISMA VISIÓN EN LA FE QUE NOSOTROS NOS PUEDE DESVIAR DEL CAMINO. ES ALGO QUE OBSERVAMOS CON NIÑOS QUE NACIERON Y DIERON SUS PRIMEROS PASOS EN LA FE Y LUEGO SE DESVIARON DE SU OBJETIVO . ALLÍ ENTRA EL CUIDADO DE LA MADRE ESPIRITUAL O MATERNA , PARA GUIAR A CADA UNO

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