Volviendo al Pasado – 39ª Parte

Llegando a Nueva York, yo estaba en la expectativa de comenzar enseguida a trabajar, era la primera vez que Julio estaba responsable de una región, yo apenas tenía 24 años, pero la fe ardía dentro de mi ser.

Aquellas oraciones encima del Altar, cómo valieron la pena, mi ser estaba lleno de vigor, esto es de certeza, de paz y también de decisión. Ya no estaba como yo era, pacífica y esperando por los demás.

Observa que las luchas que pasamos en la vida nos enseñan cómo descubrir la fe que tenemos, peor que normalmente se queda dormida y pacífica, cuando no existe un “empujoncito” de los problemas.

¡Ahora yo estaba muy diferente!

Nuestro hijos fueron con nosotros, gracias a Dios, tuvimos la oportunidad de tenerlos cerquita, tuve que matricularlos en la escuela cerca de casa.

Yo me acuerdo de está época muy bien, las reuniones de Julio eran tan diferentes, tan buenas, y tan reveladoras, que cuando yo no estaba en la reunión me quedaba con mi mente pensando: “¿qué es lo que hoy se está hablando?”

Me sentía como si estuviese para atrás, cuando no estaba en las reuniones, pero era casi imposible estar cerca de él todos los días, porque nuevamente vivíamos muy distante, cerca de 45 minutos de carro para llegar a la Iglesia.

Recordando que nosotros, que estamos en el Altar, no escogemos adónde vamos a estar, apenas dónde es dada la responsabilidad y el lugar donde vivir, y de allí debo atenerme a las consecuencias.

Pero el Altar, lo que más requiere de nosotros es que seamos usados con toda nuestra vida. Toda la vida, son renuncias a nuestra voluntad, sueños, etc.…

En está época, en Nueva York, instruía a Luis y a Vera siempre a que orasen por sus documentos. Verita era quien estaba más atenta a mis palabras.

Porque yo vi la necesidad de Luis y de Vera, y también quise poner toda mi fuerza para crear una EBI con las mejores condiciones para los niños. Desde allí empecé, por mi propia responsabilidad a hacer un tipo de bazar para recaudar fondos.

La próxima semana os cuento más.