Volviendo al Pasado – 48ª Parte

Viviane Freitas

  • 2
  • Ago
  • 2016

Volviendo al Pasado – 48ª Parte

  • 2
  • Ago
  • 2016

El dolor era insoportable, parecía que mi cuerpo se desfallecía.

Mi padre era quien me llamaba más en esa época. Y muchas veces yo le hablaba sobre la aflicción que estaba viviendo. Y é pacientemente me oía y me aconsejaba según lo que yo le decía.

Un día, ellos decidieron visitarme, y cuando llegaron ya era la hora de la comida, pero aún no estaba lista la comida. Él vino y me dio una ayudita en la cocina, y gracias a Dios todo salió bien. Después ellos descansaron y salimos.

Yo estaba viviendo momentos tan difíciles que yo pensaba que si dijese algo, ciertamente me dirían que estaba “endemoniada”. Peor el dolor era tan grande, que al caminar en el shopping le dije a mi madre: “Madre, me siento tan angustiada, parce que incluso es una depresión.”

Yo no sabía bien lo que era depresión, pero sabía que la tristeza que sentía estaba por encima de aquello que yo había sentido hasta entonces. En realidad, era más que tristeza, era una angustia.

Le dije a mi madre, con la voz “cortada” y con unas ganas enorme de llorar.

Y mi madre respondió: “Es justo así hija. Has perdido dos hijos, y realmente no es fácil.”

Nunca había sentido angustia de esa forma, me asustaba mucho todo lo que estaba sintiendo, parecía que no tenía salida.

Y me confundía, ¿cómo una persona que conoce a Dios podía sentir aquel tipo de angustia? Y el diablo aprovechaba para llenar más mi cabeza, de que eso no era normal.

Mis padres estuvieron con nosotros un tiempo, y me acuerdo exactamente de esos días, que fueron maravillosos. La presencia de ellos, su compañía, todo hablaba conmigo.

Ellos se fueron, y la lucha continuaba.

Hasta que un día, en una campaña del santuario, en una iglesia pequeña, con unas 20 personas cómo máximo, entré en el santuario con mi sobre “vacío”, pero con una decisión de entregar mi mayor sueño, ¡que era sustituir mis “ex – hijos”, por otros hijos! Entregué mi futuro, eso es, conviviría con mi “dolor” el resto de mi vida, simplemente para poder servir a Dios. Porque no cambiaría el sueño mayor, el de servir a Dios en el altar, por ninguna necesidad mía. Y con fue esta definición que entré en el santuario.

En el santuario había un trono, y allí, de rodillas tuve la oportunidad de orar el tiempo necesario, sin prisa, y entregar mi sobre.

Aquel día, me derramé en lágrimas y hablé con Dios así: “Dios, yo quiero servirte en Tu Altar, y Te entrego mi mayor sueño y necesidad en este momento. Sinceramente, Dios, no tengo ningún deseo de entregártelo, porque yo lo necesito. Ni sé qué será de mi de aquí en adelante, pero yo te quiero servir. Y Te lo entrego.”

Me levanté y salí. Cuando bajé los escalones, me vino a la mente: “Dios Mío, no voy a comentar nada de lo que hice a nadie, porque no sé si conseguiré cumplirlo.” Y entonces “me di de frente” con un obrero. Y como esposa de pastor, concluí inmediatamente que ese obrero debería pensar que yo estaba llorando por la iglesia, por el pueblo, etc., y yo allí, ¡llorando por algo que ya tendría que haber dado!

Me acordé que cuando entré en la obra de Dios, entré con el compromiso apenas de servir a Dios y no apenas de pensar más en mi vida. Mi futuro estaba en las manos de Dios, mi deseo era para servir a Dios y no para mi misma. Esto es dar la vida por las personas necesitadas.

Sin embargo, ahora, yo estaba derramándome por mis dolores personales, ¿y el pueblo? ¿dónde estaba mi compromiso con Dios y con su pueblo en aquel momento? De lado… porque enfocaba mi situación.

En aquel instante, salí llorando aún más, me vi tan egoísta, me sentí tan avergonzada de Dios y desenfocada de mi enfoque inicial.

Después de algún tiempo, no sé cuanto… pero parece que no pasaron meses, ni semanas, y que la respuesta fue inmediata. Sólo no percibí el momento.

Vi la respuesta de Dios en aceptar mi todo, cuando percibí en mi que ya no sentía falta de haber sustituido a mis hijos.

De allí en adelante, empecé realmente a enfocarme más en mi vida espiritual y en la iglesia. Aquí tuvo lugar un nuevo comienzo de vida.

Serie: Volviendo al pasado

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3 comentários

  1. Todos pasamos por situaciones dificiles, tristesa, batallas, y si, uno se siente un poco mejor cuando se desahoga con alguien, pero solo temporalmente. El verdadero consuelo solo biene de nuestro Senor. El es el unico quien puede quitar todo dolor y agustia de nuestro interior. Batallas nunca faltaran, pero aun estando en medio de la afliccion, sentimos la paz y fortaleca que biene de Dios.

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  2. No importa que grande es nuestro dolor, si le entregamos a Dios nuestro todo, nuestro dolor, nuestro afigencias, nuestras vidas El nos quita todo dolor, todo mal. Y nos ayuda acer nuevas adentro.

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  3. Que cuando uno se preocupa por las cosas de Dios uno tiene un Nuevo comienso lo que paso Dios restaura.

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