Volviendo al pasado – 17ª Parte

Viviane Freitas

  • 10
  • Nov
  • 2015

Volviendo al pasado – 17ª Parte

  • 10
  • Nov
  • 2015

En Texas, yo ya tenía 21 años, y estaba descubriendo poco a poco que yo era consciente de lo que la Palabra de Dios me daba, pero aún tenía que traer mucha realidad a mi vida, yo todavía era un “bebé” en la fe.

Tenía mucho temor, pero en aquella época, cuando vivía esas cosas, no pasaba por mi cabeza que eso era un problemita, aunque insignificante, pero que revelaba mi inmadurez espiritual, aún tenía mucho que aprender.

Nos quedamos en Brownsville algunos meses y después regresamos de nuevo a Houston, y nos quedamos 1 semana en una iglesia, íbamos con el equipaje detrás de nosotros, sólo llevábamos ropa, nada más. Además, el tiempo en que estuvimos en Brownsville y estuvimos en un lugar donde vivir, tuvimos que dejar nuestros dos gatos con una esposa de pastor hasta tener un lugar donde vivir. Además, esa esposa de pastor, tenía dos hijos, una niña y un niño, los cuales se quedaron encantados con nuestros gatos, e infelizmente tuvimos que “renunciar” a nuestros dos animales tan estimados.

Vamos con nuestro equipaje a nuestro nuevo hogar y Iglesia, llegando a casa, organizo la ropa y empiezo con el proceso de ama de casa, hago las compras de la comida y dejo la casa toda ordenada, cuando recibimos otra noticia, que íbamos a volver a California

Dejamos todo atrás y seguimos nuestro ruta de regreso a California, volvimos nuevamente a vivir con mis padres, y aquí es donde comienza la guerra dentro de mi.

No por vivir con mis padres, sino por la distancia que había de nuestra casa a la iglesia, nos quedamos en la sede un tiempecito más y fuimos a inaugurar una iglesia más cerca de casa, que estaba a 1 hora de distancia.

Al inaugurarla, ahí voy yo nuevamente a organizar toda la iglesia, tanto cocina, como la escuelita dominical, la oficina, etc. Limpiamos y dejamos todo organizado, y allí empezamos una iglesia en el barrio de Reseda.

En esta iglesia habían bastantes salas, oficinas, escuelitas e incluso una nave auxiliar.

Antes era una Iglesia, y ellos dejaron bastantes cosas dentro, como utensilios de cocina, etc. Hice una extrema organización, porque cuando más cosas desnecesarias, más desorganización habrá en el local.

Entonces, en todo lugar procuro dejar lo más práctico, limpio y organizado.

Empezamos a trabajar para desarrollar aquella iglesia, en la cual queríamos mucho hacer discípulos, personas bautizadas con el Espíritu Santo, pero el proceso no es de un momento a otro, sino de mucha entrega y disposición.

Llevaba el “taper” para esta iglesia y dedicaba toda mi atención a las necesidades de Julio, y juntitos íbamos viviendo la fe.

Me acuerdo que está época, las reuniones de pastores se hacían en esta iglesia, y siempre después de las reuniones de pastores, Julio y yo nos quedábamos hablando de la reunión, nutriendo nuestros pensamientos con la Palabra que recibíamos.

Yo, sinceramente, salía muy pensativa de la reunión, cada mensaje era más fuerte que otro, y pensaba dentro de mi: “¡¿cuántos no podrían estar recibiendo lo que yo estoy recibiendo?!” Me sentía muy honrada por estar participando de revelaciones maravillosas, que transmitían vida.

En está iglesia, Julio empezó a ser responsable por hacer programas de radio en directo desde la 1:00 de la mañana hasta las 2:00 de la mañana. Y él llegaba a casa cerca de las 3 de la mañana, todos los días.

Cuando no lo acompañaba nos quedábamos distantes y “separados” físicamente, era muy difícil para mi estar distante de él y de la Obra, cuando estaba en casa. Y en este momento, muchas veces murmuraba por no vivir cerca.

Después de algún tiempo viviendo eso, murmurando por la distancia de todo, el Espíritu Santo me hizo recordar mi voto hacho antes de casarme, el voto que le hice a Dios era que si Él me daba un hombre de Dios, yo lo daría en el Altar para servirle a Él, El mismo voto que Ana (madre de Samuel) hizo.

Cuando el Espíritu Santo me hizo acordarme, yo empecé a observar y a callarme delante de la necesidad de reclamar de la distancia, Quiere decir, que empecé a temer por mi manera de hablar, y realmente las cosas empezaron a no ser tanto un “peso”, como antes.

¡Increíble! Yo ni tenía ninguna noción en cuanto a “ser” para Dios, pero quien tiene el Espíritu Santo siempre es dirigida por Él, nadie oía mis reclamaciones, pero Dios si, las oía; y Él me hacía recordar cosas que yo Le había dicho, es más, del voto hecho.

Aquel voto era algo que yo tenía que aprender a cumplir, porque con los votos hecho a Dios, ¡no se puede jugar! Tiene que cumplirse, y todo aquel que tiene ese temor, sabe la importancia de la cuestión de cómo ser referente a la palabra con Dios.

Seas joven o maduro, no importa para Dios, lo importante es cumplir con aquello que Le dices, por aquí se mide el temor que la persona tiene a Dios y como Él es importante para ti.

El cumplir el voto, me hizo callar delante de las dificultades, mirar con buenos ojos; yo necesitaba aprender, y aprender no es hablar sino someterme con agrado a la situación que estaba viviendo. En realidad, hablar es muy fácil, pero cumplir demanda ser de palabra y de obediencia.

Yo ahora cumplía un voto a Dios, después de años de casada, Dios me prueba, y yo repruebo o paso.

Serie: Volviendo al pasado

Dejar un mensaje

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*