Obrera, ¡¿cómo te presentas?!

Delante de las luchas te presentas:

¿Con vida? ¿O con amargura y tristeza?

Responde a las siguientes cuestiones:

• ¿Cuándo marcamos la diferencia?

• ¿Es cuándo todo va bien en nuestra vida?

• ¿Es cuándo hacemos todo bien hecho y correcto?

La respuesta es: ¡NO!

Obrera, piensa conmigo:

Cuando todo va a las mil maravillas en la vida de una persona, o cuando la misma hace todo de forma perfecta, ¿cuál es la diferencia en eso?

Tal vez digas: ¡La diferencia es que ella está yendo bien y yo no!

¡Sí! Ella puede estar yendo bien. Pero delante de los obstáculos, de las dificultades, de las contrariedades, ¿ella actúa de la misma forma? ¿O se hunde en un mar de dudas e incertezas dudando que Dios está con ella?

¡Es ahí, en ese nivel, que reside la diferencia!

¡Delante de las circunstancias contrarias a nuestra voluntad, debemos permanecer vivas! Y debemos, sobretodo, aprovechar esos momentos para perfeccionar nuestra relación con Dios; para fortalecer aún más nuestra fe.

Yo lo veo así:

– La persona que se presenta viva, es aquella que está llena de fuerza y garra delante de la lucha, y eso no es sólo por fuera, es sobretodo en su interior.

Esa es la obrera que se destaca a los ojos de Dios, ¡pues no depende de nada – y de nadie – para tener vida!

¡Ella es fuerte! ¡Tiene estructura para enseñar y moral para ayudar! ¿Por qué?

Porque después de las adversidades, se presenta – y se presenta – ¡viva y no muerta!

Y ese “viva” es espiritualmente, en la fe, en la razón, ¡y no en la emoción!

Ella tiene todo para transmitir; ¡tiene experiencias que marcan!

¡Su palabra tiene peso, tiene contenido y despierta la fe de quien la rodea!

Es así que la obrera tiene que presentarse: “Viva”