- 8
- Ago
- 2014
Mi experiencia en el Templo
- 8
- Ago
- 2014
En el instante en el que supe que iba a ir, no me sentía digna de hacerlo.
¿Qué había hecho para ir?
En realidad, estaba consagrándome. Estaba queriendo dar lo que Dios me revelase.
Llegando al Templo, su belleza exterior hizo que viera como la entrada del cielo.
El Templo construido con las piedras de Israel, el sacrificio de todo el pueblo de laUniversal. Parece que las piedras hablan.
Al entrar y participar de las reuniones, era inevitable llorar. Especialmente por la disciplina del lado de afuera, así como por dentro también. Llegué entre unos 30 a 40 minutos antes de que la reunión comience, y sin hablar nada. Nadie conversaba. Solo los fondos musicales, las imágenes y los versículos bíblicos estaban ahí hablando.
Dios hablaba a cada instante. No solo lo que allí estaba escrito, sino que estaba hablando y revelando quién yo necesitaba ser. Al recordarlo, mis ojos se llenan de lágrimas, porque vi y veo Su grandeza y misericordia hacia mí. Me sentí tan pequeña, tan insignificante, no porque Dios me hizo sentir así, sino porque realmente lo soy. Tan imperfecta. Y todo lo que oía de Él era algo tan profundo… Él estaba enseñándome todo lo que yo había meditado durante los 40 días. Parecía que estaba conociéndolo de una forma como nunca antes Lo conocí. Sus Palabras estaban vivas y abriéndose hacia una nueva realidad.
Parecía que estaba dando vuelta la página de mi vida. Saliendo de una fase independiente hacia una fase totalmente dependiente de Él.
Me trajo un gran temor, respeto y reverencia en todo. No solo en el ambiente que estaba viviendo, sino en mi día a día también. Era imposible salir de la misma forma que entré.
Aun no estando allí, mi espíritu está todavía viviendo lo que recibí allá. En otras palabras, sedienta como nunca antes lo estuve en toda mi vida. Recibí agua viva. Agua que lava y trae otra etapa de la vida. No es que yo haya cambiado, pero sí la forma en cómo veo y debo actuar.
Es muy profundo.
En fin, vi cuánto tengo que sacrificar y ofrendar una vida digna para Dios.
¿Cómo?
Antes, yo decía: «¡Toma mi vida!», pero allí en el Templo el Espíritu Santo me mostró que soy yo quien me convierto de mis malos caminos (voluntades, ideas y pensamientos) para ser aquello que Él quiere que yo sea.
En otras palabras, cuando Le digo: «¡Toma mi vida!», estoy dándole todo lo que elegí ser con el tiempo, mi voluntad, mis elecciones, mis pensamientos y mis ideas. ¿¿¿¿Y cuántas veces sé lo que tengo que ser para glorificar Su Nombre y solo espero que Dios me cambie???? Y Él me reveló: «Entregar la vida, hija Mía, es que tú hagas lo que Yo te he mostrado que seas.»
Aunque no forme parte de mí, pero cuando es usada la fe, esta sí hace lo que es justo para ser justificado delante de Dios. No para nadie.
Realmente hablar es fácil. Pero vivirlo es otra situación.
Dios hizo que yo me viera. No lo que hago.
Dios me dio algunos tópicos significativos:
La Gloria de Dios: Darle toda la gloria a Él. No por lo que hago o por lo que alcancé, sino en conocerlo y saber que Él hace misericordia, juicio y justicia.
Así dijo el Señor: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que Yo soy el Señor, que hago misericordia, juicio y justicia en la Tierra; porque estas cosas quiero, dice el Señor. Jeremías 9:23-24
Y realmente todo lo que está escrito tiene fundamento. Cuando tuve que sacrificar, no fue porque era fuerte, de otro modo no estaría apegada, sino porque Él me lo pidió. ¿Por qué entonces tendré que glorificarme de lo que hice para Dios, si fue Él quien me lo pidió?
Si manifesté fuerza en confiar y entregar, no fue porque eso estaba dentro mío, sino porque usé la fe y la obediencia a la Palabra de Dios para hacerlo.
Lo que agrada a Dios es que yo Lo conozca. Es saber lo que Él quiere de mí. Pues toda persona que nos conoce es porque estuvo sensible para observarnos. ¡Es de eso que Dios Se agrada!
Y conociéndolo, voy a conocer Su misericordia hacia mí, así como Su juicio (disciplinas, enseñanzas) y justicia (sembré y coseché).
Me habló sobre ser el Templo.
Me habló sobre ser Noble.
Y muchas cosas.
Es tan profundo, que mi espíritu está hablando con Él todo el tiempo. Viviendo en espíritu de oración por la necesidad de Ser Una con Él.
No estoy viviendo en el espíritu para obedecer, sino porque realmente el Templo y los40 días me hicieron ver la gran necesidad de eso.
La cuarentena me ayudó mucho, realmente me hizo ver al Señor Jesús como es.
Parecía que estaba conociéndolo personalmente por primera vez, porque vi cuán necesario es Ser Una con Él.
Estoy en esta fe de dar lo que Él merece recibir de mi parte. Sé y estoy consciente de que no es por el conocimiento que voy a adquirir, sino por la fe en acción, para aniquilar todo lo que ha sido un impedimento para glorificarlo.
Y estoy dispuesta a luchar para ofrecerle a Dios. Y no voy a hacerlo con mis fuerzas, sino con las de Él. Siendo Una con Él constantemente.
¡Gracias, Señor Jesús, por Tu Obra en nuestras vidas! Tú eres el Único y Digno de honra y gloria.
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