LA VERDAD – Episodio 118: La verdad del mal que cometemos

LA VERDAD – Episodio 118 : La verdad del mal que cometemos

Sabe cuando las personas dicen: “¿Si Dios es Dios, por qué mi vida está de esta manera? , ¿Si Dios es Dios, por qué esto? ¿por qué aquello?”

Bueno, hoy vamos a tener la respuesta.

Primero, antes de nada, quiero relatar que cuando Jesús fue crucificado, los soldados lo escarnecían, se burlaban de Él, vea:

Escarnecían de él también los soldados, acercándose y presentándole vinagre, Y diciendo: Si tú eres el Rey de los Judíos, sálvate a ti mismo. Y había también sobre él un título escrito con letras griegas, y romanas, y hebraicas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS. Y uno de los malhechores que estaban colgados, le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Y respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun tú temes a Dios, estando en la misma condenación? Y nosotros, a la verdad, justamente padecemos; porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.” Lucas 23:36-41

Uno de los malhechores decía que él estaba pagando por lo que había hecho, pero ¿y Jesús? Él no estaba pagando por aquello que  había hecho, Él estaba llevando sobre Si todo el pecado de la humanidad. Él fue el Cordero de Dios. Perfecto. Pero Él no Se justificó ni dijo nada. Él no estaba inseguro con lo que los otros pensaban de Él, por el hecho de Él no actuar en pro de aquella situación.

Estas palabras del malhechor son las palabras de personas que se ven. Tal vez admire a Jesús solamente cuando Él cura, resucita, enseña. Pero, en lo que dice sobre lo que usted necesita hacer por sus injusticias, no se molesta en hacerlo. Aprecia a Dios por los beneficios que Él puede hacer, pero sino le da ningún beneficio a sus ojos, Lo descarta.

Bien, este ladrón dijo la verdad, que con justicia ellos estaban recibiendo aquello por lo que habían hecho y lo merecían. Pero Jesús no había hecho mal alguno.

Y nosotros, a la verdad, justamente padecemos; porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.” Lucas 23:41

¿Sabe? esta frase del malhechor es la frase de aquellas personas que un día vieron su pecado. Si nunca vio su pecado, tal vez haya visto un pequeño error ahí, un pecadito aquí, pero no vio la gravedad de sus pecados, por eso continua como malhechor que quiere apenas los beneficios del Señor Jesús, los milagros, pero no la verdad, no la justicia.

Este otro ladrón que dijo que ellos estaban recibiendo lo que merecían, vio su propio mal, y que el Señor Jesús no tenía ningún mal. Y ese ladrón le dijo a Jesús:

“…Señor, acuérdate de mí cuando vinieres en tu Reino.” Lucas 23:42

Es decir, él ya había oído hablar algo que Jesús había predicado, porque sabía que existía el Reino de Dios, el Reino de los Cielos. Jesús hablaba mucho sobre eso. Entonces él dijo: “Acuérdate de mi”, es decir, él pensó en la eternidad de él. Vio que de la manera que estaba viviendo hasta allí, lleno de pecados, merecía tal cosa, pero no quería vivir de aquella forma.

Está claro que, en aquella situación, él estaba condenado, iba a morir, pero creyó que existía el Reino de los Cielos.

Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.” Lucas 23:43

Lo más lindo que existe en la vida es cuando reconocemos nuestros pecados. No es apenas ser conscientes, sino entender la gravedad, aquello que causó incluso la crucifixión del Señor Jesús, por causa de nuestros pecados.

Quién se ve, ve que Jesús fue llevado a la cruz por causa de sus propios pecados. Pero quién no se ve, es como si Jesús pasase por todo aquello sin ningún motivo, sin comprensión por parte de la persona. Ella no entiende.

Pero Jesús está con los brazos abiertos para todos los que Lo reconocen. Si usted está de esa forma, aproveche ahora para hablar con Dios.

¿Sabe? lo más lindo que encontré fue el perdón que el Señor Jesús me dio. La cosa más maravillosa que pude encontrar, y lo que Él me ofreció nada lo sustituye, Su perdón. Ningún bien, familia, condición, salud… lo que el Señor Jesús hizo en la cruz por mi es lo más admirable que recibí.

Porque estaba condenada al infierno, estaba condenada a nunca ser restaurada, sino fuese por Su sacrificio. El Señor Jesús me compró, y soy muy grata a Él. ¡Mucho! No tengo palabras para agradecer la alegría que es ser restituida, tener el perdón, tener el inicio de una nueva vida.

El Señor Jesús es la razón de mi fuerza, de mi disposición, de mi alegría, de mi certeza del mañana, porque Él me ha guiado a toda la verdad.

Quiero aprovechar hasta el último suspiro de mi vida, quiero santificar el Nombre de Él con mi vida. No quiero vivir en este mundo para enseñar a otros sin compartir mi vida, mi entrega a un Dios que hizo todo por mi, que me amó sin que yo probase nada. Él me amó incluso antes de que yo Lo amase.

¡Y así también es con usted!

Usted es tan especial, ¡no se imagina cómo! Tal vez lance palabras muy duras para si mismo, diciendo que su vida llegó al fin, pero lo que no sabe es que Dios le amó de una forma tan grande, que Él dio a su único Hijo que Él tenía para sacarle de esa situación.

Dios dio a Su Hijo para que no sea más esclavo de esos males que le han esclavizado, de esa tristeza, depresión, angustia, de esa esclavitud que ha vivido.

Pero le cabe a usted aceptar lo que Él le ha regalado, la vida nueva. ¿Acepta? ¿acepta a Jesús? ¿quiere a Jesús? Entonces abandone el pecado, abandone todo aquello que le ha esclavizado.

Y ¿sabe cuál fue una de las cosas que pasaron conmigo cuando el Señor Jesús me salvó? Fue el odio al pecado. Porque mientras que la persona es esclava del pecado, quiere salir, pero no consigue. Sin embargo, una vez que ella se decide, ¡hay un cambio de vida! Porque el cambio es una decisión de abandonar el pecado. Abandonar aquello que le ha hecho mal.

A veces, habla sobre cosas negativas. Si quiere a Jesús, va a dejar de hablar cosas negativas. No porque tenga un pensamiento positivo, no, no es eso. Es porque cree. Cree y dice: “el Señor compró mi pelea. Yo soy valiosa. No me voy a sujetar a ese mal que quiere dominar mi mente, diciendo que soy incapaz, que no tengo valor, etc. ¡No, no!”

¡Usted tiene valor, mucho valor! Y voy a luchar por cada una de ustedes, hablando la verdad. La verdad que me liberó. La verdad que da vida. ¿Acepta? ¡Entonces reciba! Reciba la Palabra de Dios.

Entienda que toda injusticia que ha vivido fue lo que usted escogió vivir, pero a partir de ahora escoge aceptar a Jesús, abandonar todo lo que es injusto, todos sus sentimientos malignos contra cualquier persona, todo lo que le ha hecho una persona avara, egoísta, nerviosa. Va a entregarlo en el altar.

Vaya hoy a la Iglesia Universal del Reino de Dios y haga esa oración en particular diciendo: “Dios mío, mi vida ya no va a ser para servirme. Ya no va a ser para mis razones o mi forma de pensar. Acepto Tu Reino. Quiero santificar Tu nombre. Quiero hacer Tu voluntad. No quiero mi reino, quiero Tu reino.”

Hable eso para Dios, y va a ver, va a sentir, ¡tendrá paz al decidir hacer su parte!

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