La fe emotiva siente y distrae

¡¿Ha pensado encontrarse en una situación terrible en su familia, con un hijo terriblemente endemoniado?! Fue lo que pasó en la época de Jesús. El padre incluso fue a buscar ayuda con los discípulos, pero ellos no pudieron ayudarle.

¿Vamos a saber cómo lidió Jesús con esta situación?

 “Señor, ten misericordia de mi hijo, porque es epiléptico y sufre terriblemente, porque muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua. Y lo traje a tus discípulos y ellos no pudieron curarlo. Respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuando estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo acá.” Mt 17:15 – 17

Observe que situación tan molesta, ¿no? Un hombre sufriendo con su hijo que manifestaba, y los discípulos no pudieron arrancar el mal. Y ¿por qué pasó esto? Porque faltó fe a los discípulos para ejercitar la autoridad que el Señor Jesús les había dado. Y esto pasa cuando los discípulos se distraen con los sentimientos, y no están en comunión con el Altísimo.

Quizá usted sufre porque vive distraído con sus emociones y no se acuerda de la fe.  ¿Y eso por qué? Porque la fe demanda constancia con los pensamientos en Dios, en Su Palabra. Pero cuando usted se distrae, con las emociones, ahí entra la debilidad. Y es ahí, ¡cuando la fe emotiva entra!

Bueno, ¡vamos a saber cómo lidió Jesús con la situación! Primero Él llamó la atención de los discípulos por no usar la fe, es decir, por no estar preparados.

 “Y Jesús lo reprendió y el demonio salió de él, y el muchacho quedó curado desde aquel momento.” Mt 17:18

Es decir, para librarnos de nuestras propias emociones tenemos que reprender el mal, al diablo, que ciertamente usa circunstancias para llegar a usted.

¡Aprenda a atacar el mal!

Todo lo que le genera celos, envidia, odio, inseguridad, comparación con los demás, son señales de que existen sentimientos, y no fe. ¡La fe expulsa el mal!

Por eso, es tan importante usted meditar en la Palabra de Dios. La meditación nos lleva a razonar, a pensar, a buscar en Dios ayuda para aquellas cosas que aún no vencimos.