¿Hasta cuándo?

¿Oíste alguna vez por parte de alguien cercano y querido una reprensión?

¿Alguna vez te mostraron un error; un defecto, que en el momento te hizo pensar, dejándote indignada en contra de ti misma?

¿Y cambiaste?

Quizá entendiste tu error; el mal que te hacía ser de esa forma… Durante uno, dos, o tres tiempos, incluso llegaste a cambiar, pero con el pasar del tiempo, surgen los problemas; los desafíos; las pruebas… Comienzas a desanimarte, y acabas por “olvidarte” del propósito de cambiar, y vuelves a ser de la misma forma.

En realidad, tu no quisiste realmente cambiar; fue pura emoción, como un globo hinchado, que fue perdiendo el aire poco a poco, y se deshinchó.

Es como un ciclo vicioso: Vives frustrada, y lo peor es que ahora eres consciente de tu error, y no puedes cambiar eso.

¿Hasta cuándo?

Hasta que vea con mis propios ojos mi error; mi estado; mi interior; cuanto realmente ese error me perjudica y cuanto necesito cambiar.

Si alguien me habla sobre mi error, puede que hasta me convenza del mismo, pero si yo no lo reconozco; sino asumo que soy un “alma”, no voy a cambiar verdaderamente… No voy a permanecer.

Solo cambio, y transformó mi situación, cuando me es revelado por Dios, y veo mi error; mi necesidad… Es algo personal; ¡Yo soy quien lo necesita! No debo cambiar porque la otra persona quiere que yo cambie, sino porque yo necesito cambiar.

Ahí si… Cuando yo me veo, cuando veo con mis propios ojos, entonces me convierto en un testigo ocular de mis errores; de mis fallos, pero también seré la primera testigo ocular de mi transformación… Fruto de una fe inteligente, perseverante y personal.