Episodio 154 – Si no hablara, no tendría pecado

Una vez que sabemos la verdad, no tenemos excusas, porque tenemos conocimiento, y eso es lo que dice Jesús:

«Acordaos de la palabra que yo os dije: «Un siervo no es mayor que su señor». Si Me persiguieron a Mí, también os perseguirán a vosotros; si guardaron Mi Palabra, también guardarán la vuestra.» Juan 15:20

Jesús recuerda a sus discípulos que Él, poniéndose como siervo, fue perseguido. Y Él es el Señor, porque dio Su vida por nosotros, y hoy estamos en condición de siervos, y no somos mayores que nuestro Señor Jesús.

Y si la persecución le sucedió al Señor Jesús, también le sucederá a los que siguen a Jesús. Así como ellos guardaron Sus palabras, también guardarán las nuestras.

«Pero todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.» Juan 15:21

Toda la persecución que se sufre por parte de la gente religiosa, de los que no conocen la verdad, es porque no conocen a Dios, y por eso golpean y persiguen a los que viven en la verdad.

Si has seguido a Jesús y no sufres persecución por causa de Jesús, en ningún momento de tu vida esto ha sucedido, entonces debes cuestionarte acerca de tu cristianismo.

Hay muchas personas religiosas que quieren mantener el pie en el mundo, actuando como el mundo en el mundo, y en la iglesia, actuando de manera diferente, teniendo dos caras, dos comportamientos diferentes.

Y, en verdad, estas personas se están engañando, porque cuando asumes tu fe, no es solo en la iglesia, asumes tu fe en tu familia, en el trabajo, en la escuela, en la universidad…

Cuando asumes tu fe, no eres amado, porque estás vinculado a la verdad y no al pecado, no a la injusticia.

Jesús continúa: «Si Yo no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado, pero ahora no tienen excusa por su pecado.» Juan 15:22

Esta es la razón por la cual los seres humanos hemos pecado, porque cuando estamos haciendo algo mal, nuestra conciencia nos acusa, y esto es lo que Dios le dio a cada ser humano.

Ahora imagínense, hay quienes ni siquiera su conciencia acusa, porque no conocen la verdad, nunca han oído hablar de lo justo, siempre han vivido en la injusticia, en una familia que no tiene preceptos, orden, disciplina.

Pero desde el momento en que estas personas oyen hablar de Jesús, de la Verdad, de la Justicia, ahora tienen pecado, no hay excusa para el pecado, no pueden decir: “¡Ah, no lo sabía!”

Todos tenemos ese momento en el que Dios nos habla: “no es eso, no te conviene…”. Y cuando insistas en este pecado, insistes en cometer tus errores, no tendrás excusa para no saberlo.

Y Jesús continúa diciendo esto: «El que Me odia a Mí, odia también a Mi Padre.» Juan 15:23

Entonces, por ejemplo, si soy cristiano, estoy sufriendo persecución por mi Fe, porque hablo la verdad, porque oro, porque voy a la iglesia, porque abandono malas amistades, lugares inapropiados, conductas que no eran justas, pero paso por todo esto quejándome, odiando lo que me exige la fe, que es dejar el mundo, así también odias a Dios.

Odiar a Dios es odiar la verdad, la justicia. Cuando Dios nos enseña la verdad, la justicia, es porque es lo correcto, lo bueno, lo verdadero.

Toda injusticia es mentira, es un engaño. Si por ejemplo odias el hecho de ser perseguido y estar solo, entonces odias a Dios, estás enojado por lo que te toca pasar.

El Señor Jesús dio su vida por mí, y me mostró mi pecado, que estaba condenado, y ¿cómo puedo aborrecer lo justo? Entonces mucha gente no lleva bien la verdad, la justicia, ¿y qué están haciendo? ¡Odiando a Dios!

Si no supieras la verdad, si no supieras lo que es justo, entonces no tendrías pecado, pero como ya lo sabes, entonces ahora tienes pecado, cuando conoces la verdad y quieres vivir la mentira, sabes lo que es justo y quieres vivir en la injusticia, sabes que tienes que ser fiel a tu esposa, a tu esposo, y aún quieres coquetear, esto demuestra que todavía disfrutas el pecado, disfrutas el mal, y ¡No quieres a Jesús!

Estas personas que odian la verdad, odian a Dios, son las que persiguen a los que viven en justicia. ¿Y de qué lado estás?