Ep.69 – Tentación

Todos nosotros somos tentados a hacer cosas malas, a pensar mal, a juzgar, a mirar con malos ojos, a condenar, a desconfiar, a tener una «pulga detrás de la oreja», que es la desconfianza.

Todos somos humanos y sentimos lo que no conviene, de hecho, el mal.

El mal es natural en el ser humano, y por eso es necesario hablar con Dios, pedir a Dios.

El Señor Jesús enseñó a Sus discípulos a hacer la oración del Padre Nuestro, Él dice así:

«Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; Danos hoy el pan nuestro de cada día. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación y no nos metas en tentación, mas líbranos de mal.” Lucas 11:2-4

Es decir, el mal está siempre cerca, siempre en nuestro sentimiento, induciéndonos a pensar que tenemos razón, que estamos en lo correcto. Por eso es tan importante hablar con Dios, compartir con Él esta nuestra necesidad.

Dios sabe que tenemos necesidades, pero si no hablamos con Él, no vamos a mostrar las necesidades para que Él intervenga en nuestra vida. Tenemos la elección y podemos elegir el mal así como el bien. Y si hablamos con Dios para que Él intervenga, para no dejarnos llevar a la tentación, porque somos tentados, pero cuando pedimos que Dios nos libre del mal, entonces Él nos dará una salida, nos hará recordar Su Palabra, lo que está mal.

Cuántas y cuántas veces sentí lo que no debía, miré como no debía, y Él habló conmigo, ¡me llamó la atención! No me sentí mal por eso, al contrario, me sentí amada, protegida, porque si Él no hablara, seguiría cometiendo errores.

Entonces, cuando compartes con Dios, le estás pidiendo que venga a mostrarte, a revelar, a enseñar para que no seas engañado por tu propio sentimiento, que es tu corazón.

Por eso debes estar siempre observando lo que sientes, si está de acuerdo con lo que Dios quiere de ti, porque cuando no viene de Dios, siempre viene la duda, la falta de paz, la falta de aprobación del propio Dios.

La tentación es aquella atracción por lo prohibido, que puede llevar a alguien a cometer una acción reprobable, un pecado.

Y también la tentación es un deseo vehemente, muy difícil de resistir, como tener tus razones, alimentar tus pensamientos, seguir actuando de la misma forma, incluso siendo un traidor, engañador, mentiroso, falso, dos caras.

La persona que se deja llevar por la tentación acaba perdiéndose por ese impulso, por esa provocación, por esa seducción de su alma, por eso es tan importante compartir tu vida con Dios, porque no somos lo suficientemente fuertes para no ser tentados.

Pero tenemos el razonamiento, la razón que nos lleva a pensar en lo que conviene, en lo que es justo, y eso depende de que la propia persona busque hacer lo correcto. Porque a veces no quiere hacer lo correcto, solo quiere seguir siendo guiada por el corazón, por eso necesitamos hablar con Dios.

Todos los días tienen su mal, y necesitamos vencer el mal.

Vence quien es más fuerte.

Pero, ¿qué dejas ser más fuerte: el impulso de tu corazón o la consideración a Dios, a lo que es justo, verdadero, correcto?

¡Esa elección es de cada uno! Y ahí entra la decisión por quién realmente valoras: ¿a Dios o a tu voluntad?

¡Mira lo serio que es! Y esto está ligado a tu reino o al Reino de Dios, ¿quién vas a dejar prevalecer en tu vida? Es una decisión tuya, que tendrá consecuencias.

Observa que, con tu propia vida, haciendo tu reino, tu prioridad, no eres feliz, pero cuando priorizas la Voluntad de Dios, lo que es correcto, ¡eres feliz! Por increíble que parezca, incluso sin hacer tu voluntad, sino haciendo la voluntad de Aquel que te creó.