Ep.68 – Perdón

En nuestro reino, todos fallamos, necesitamos tanto de perdón como también perdonar al prójimo, porque no hay nadie perfecto en este mundo. El Único que pasó por este mundo y fue perfecto fue el Señor Jesús.

Hablando sobre el Reino de Dios, vemos que en la oración que el Señor Jesús enseñó a Sus discípulos, Él menciona el perdón. Él enseña:

Y Él les dijo: «Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; Danos hoy el pan nuestro de cada día. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación». Lucas 11:2-4

Hoy me gustaría centrarme en pedir perdón por nuestros pecados.

Sabes que el pecado es todo lo que es injusto, toda injusticia que cometemos. Cuando nos enojamos, nos impacientamos, somos agresivos con alguien, y a veces pasan días para que ese sentimiento se disipe, pero si miramos hacia nosotros mismos, también fallamos con los demás, y por eso también necesitamos perdón, es decir, ser perdonados por Dios.

Y si no perdonamos a quienes vemos, ¿cómo recibiremos el perdón de Dios?

Porque Él quiere que seamos así como Él es, es decir, fáciles de tratar con los errores, fáciles para perdonar, ceder. Lo que Dios pide de nosotros no es difícil, lo difícil es lidiar con el orgullo, que quiere resistir, quiere imponer su propia voluntad, quiere alimentar el error, la injusticia.

Entonces, cuando el Señor Jesús enseña a Sus discípulos, incluso después de haber dejado padre y madre, y caminar al lado del Señor Jesús, necesitaban pedir perdón. Pedir a Dios el perdón, así como también perdonar a los que fallaron con ellos, es algo constante, porque todos fallamos y necesitamos ser perdonados.

Es interesante que cuando liberas el perdón, tienes paz.

Es decir, la paz es la respuesta de Dios que hiciste exactamente lo que Él quiere.

Cuando no haces lo que Dios quiere, no tienes paz, te sientes triste, justificando para ti mismo por qué haces esas cosas.

Todos necesitamos perdón, no solo de parte de Dios, sino de las personas a nuestro alrededor.

Si aceptas la corrección, te disciplinas a ti mismo, ajustas tu vida a la Voluntad de Dios, puedes estar seguro de que aceptas el Bien Mayor que es Dios.