97 – EL REINO DE DIOS: ¿Quién es Dios?

97 – EL REINO DE DIOS : ¿Quién es Dios?

Así dice la Palabra de Dios:

«Todos los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban para oír a Jesús. Y los fariseos y los escribas murmuraban: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”.» Lucas 15:1-2

Estos fariseos y escribas no hablaban con Jesús, sino que murmuraban entre sí.

Y Jesús escucha nuestras murmuraciones, nuestros pensamientos. Él nos ve de una forma tan hermosa, ¡tan hermosa!.

Dios es Padre y Él intenta ayudarte con tus dudas. Él entiende que las personas están en un lugar donde el príncipe de este mundo, que es el diablo, ciega su entendimiento. ¿Y qué hacía Jesús? Hablaba en parábolas, que era una forma práctica de su día a día.

Entonces, dijo Jesús:

«¿Qué hombre de ustedes, si tiene cien ovejas y una de ellas se pierde, no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la que está perdida hasta que la halla? Al encontrarla, la pone sobre sus hombros, gozoso. Cuando llega a su casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: “Alégrense conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido”. Les digo que de la misma manera, habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento.» Lucas 15:4-7

Los fariseos murmuraban porque Jesús comía con los pecadores y con los publicanos, y esas personas eran vistas de manera reprobable.

¡Mira el valor que Dios le da a una persona!

Las ovejas son inofensivas. Si se pierden, quedan atrapadas en el lugar donde están, porque no saben defenderse. Pero, ¿qué hace Dios? Deja a las 99 ovejas en el desierto y va tras la perdida, tanto valora a una persona. Y, hallándola, la pone sobre Sus hombros con júbilo. ¡Mira qué hermoso! Cuando la encuentra, hay gran alegría.

Dios es Dios. ¡Él es el Todopoderoso! Pero Él valora a quien se pierde…

Si te estás desviando, si vas por un camino erróneo, Él te ve. Él te ve y va detrás. Usa personas, usa a sus siervos, utiliza situaciones para ir al encuentro de quien está perdido. Y, cuando la encuentra, mira qué lindo: ¡Él se alegra! Convoca a los amigos y vecinos, diciendo: «¡Alegraos conmigo, porque ya he hallado mi oveja perdida!»

Él no llega a casa para castigar a esa oveja. ¡No! Se alegra, viene con júbilo porque encontró a la oveja perdida.

Y así habló Jesús:

«Les digo que de la misma manera, habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento.» Lucas 15:7

¡Mira eso! Quiere decir que hay fiesta en el cielo, alegría en el cielo, cuando vuelves a Jesús, cuando te arrepientes de tus pecados.

Quizás estés yendo a la iglesia, pero estés viviendo en pecado. Pero, cuando te arrepientes, hay fiesta en los cielos.

De repente, has estado mucho tiempo sin ir a la iglesia porque te decepcionaste, cometiste errores, quisiste huir o vivir la vida a tu manera, y entonces te distanciaste. Pero mira la importancia que Dios te da. Él te ve, te valora, y, cuando te arrepientes —porque es una decisión tuya volver y buscar a Dios—, hay una fiesta en los cielos.

¡Imagina! ¡Mira el valor que tienes!

¿Cómo puedes quedarte así, indiferente, con tanto amor que Él tiene por nosotros?

Mira qué interesante: cuando inicia el capítulo 15 de Lucas, dice que se acercan a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle. Son estas personas las que se sienten mal con su pecado, que viven mal y quieren dejar la vida vieja. Son ellas las que se acercan a Jesús para escuchar.

Por eso, los fariseos y los escribas murmuraban, porque Jesús comía con ellos. Jesús valoraba a estas personas, aunque no hubieran cambiado. Se sentaba con ellas para darles atención y acceso, para enseñarlas.

Mira qué hermoso: el Señor Jesús comía a la mesa con publicanos y pecadores, aquellos despreciados por los fariseos y escribas. Ellos, que tenían cierta autoridad y una postura honrada a los ojos de las personas, eran precisamente los que murmuraban porque Jesús comía con los pecadores.

Ahí está el ejemplo vivo de lo que el Señor Jesús enseñó. Cuando somos humildes, no hacemos las cosas para nosotros mismos. No nos sentamos solo con nuestros amigos o familiares, sino con aquellos que están necesitados. Estamos en una época en la que muchos se dirigen a sus familias, para viajar, conocer nuevos lugares y disfrutar la vida. Sin embargo, pocas personas piensan en aquellos que están sufriendo, que, de repente, no tienen una familia, un apoyo, un refugio, algo para comer o alguien con quien conversar.

Ahora, imagina al Señor Jesús cuando estuvo en este mundo. Él comía con esas personas. ¡Ese es un ejemplo! Tenía a los discípulos, a su madre, a sus hermanos, pero no eligió solo estar con ellos. No pensó: «Voy a dar atención a mi madre, a mis hermanos, voy a cuidar de mi familia.» ¡No! El Señor Jesús pensaba en aquellos que estaban sufriendo y les daba tiempo de calidad para enseñarles.

¿Cuántas veces perdemos tiempo con personas que no quieren escucharnos, que solo quieren obtener algo de nosotros —regalos, atención—, pero que nunca lo ven suficiente porque les falta Dios en sus vidas? Por otro lado, para aquellos que no tienen a nadie, una atención así es un regalo, un valor inmenso. En medio de tanto sufrimiento, una atención verdadera marca toda la diferencia.

Entonces, ¿por qué no hacer este año diferente?

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