Obrera, ¿cuál es tu intención?

Esta semana he hecho un análisis profundo de mis intenciones en cada actitud que tomo. Estuve con las “antenas encendidas”.

Me fijé mucho en mi comportamiento. Sé que errores siempre tendré, pero he observado que cuanto más atenta y en alerta estoy, menos errores impulsivos y por propia voluntad cometo.

En realidad, he sido violenta con mi propio yo. Todo esto es porque dentro de mí, sólo hay un objetivo: ¡agradar a Dios sobre todas las cosas! Cueste lo que cueste y duela lo que duela…

Después de revelarte esto sobre mí, te propongo hacer también una introspección de tus procedimientos y, sobre todo, de tus intenciones.

La verdad es que la intención es algo que nadie ve, hace parte de tu interior, es algo entre tú y Dios. Sólo ÉL conoce, por completo, lo que está dentro de ti. Se puede servirle y en el fondo, no vivir esa entrega por completo.

En los últimos artículos hemos hablado de forma intensiva sobre la entrega por los sufridos: cómo debe ser tu atendimiento y tu postura para aconsejar, sin embargo, esas actitudes no pueden ser ejecutadas de ninguna manera, como una obligación, para mostrar a los “hombres” tu trabajo, o para recibir reconocimiento como una excelente obrera.

Para y piensa muy bien en tus verdaderas intenciones.

Que quede bien claro: muchos no ven resultados o no tienen éxito en lo que hacen, porque en el fondo, su objetivo no es SER para Dios.

Cuando hay una entrega incondicional, y no porque es algo que tienes que hacer como una rutina, sino porque te sale… arde en tu interior. Y por supuesto, los resultados llegarán a tu vida y a la de los que te rodean.

¿Cuál es tu intención? Esto es muy serio.

Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”

Y entonces les declararé: “Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad.”