Diario : Yo No lo Entendía… así (3ª parte)
- 7
- Abr
- 2015
Al llegar al Moldavia, yo estaba allí, “perdidita”. Nosotras, esposas de pastores acompañamos a nuestros maridos, quienes ya tienen un objetivo definido para cada lugar por dónde va a pasar, pero la mujer, como tiene que ir para acompañar se queda medio perdida de lo qué tiene que hacer.
Ella piensa,»voy a acompañarlo«, pero como ella normalmente no proyecta, ¡ahí está ella, como cayendo en paracaídas!
Sin embargo, incluso antes de llegar a Moldavia, Julio recibió una llamada de mi padre. ¡Y observa que es lo que él pregunta primero!
– “¿Luisito está con vosotros?” –
Y Julio dijo: – “No obispo” –
Mi padre dijo: – “Oh, porque pensaba que él viajase con vosotros…” – Y mal termina de hablar, y Julio lo interrumpe y dice: – “Obispo, Luis está feliz de que está haciendo la obra de Dios y etc.…”-
Y enseguida
Terminó la conversación y nos despedimos.
¡Ah para qué tuve que haber oído al respecto de Luis nuevamente! Volvió la esperanza de nutrir el por qué no está viajando con nosotros, para aprovechar los últimos momentos juntos (ya que casi no estuvimos tiempo con él, ni 1 año se cumplió todavía desde que volvió después de 14 años de distancia)…
Quería hablar con mi padre… de nuevo. Quería encontrar una manera para ver si él podía convencer a Julio para traerlo adonde estábamos. Pero contuve mi voluntad, y no hice nada, porque percibí en el mismo instante, que todo lo que estaba sintiendo allí, era mi deseo personal.
Al llegar a la Iglesia de Moldavia, al pasar por el pasillo hasta mi silla, Dios habló conmigo muy fuerte así: “Ves este pueblo, está aquí buscando la salida para su agonía, y tú, deseando algo para ti y no para el pueblo”.
En aquel mismo instante, mis ojos comenzaron a llorar, sintiéndome la persona más necesitada de la Iglesia.
No por el problema de que mi hijo no estuviese con nosotros, sino por el egoísmo por el que yo estaba dejándome llevar por un instante.
Y el Espíritu Santo a través de Julio empezó a hablar sobre la Mujer Samaritana. Dios mío, yo estaba encajando con aquella mujer; y en medio de la predicación, no contuve las lágrimas, y empecé a estar sensible a la voz de Dios.
En aquel mismo día, salí impresionada. Pero enseguida tuvimos que ir a otro país, Ucrania, porque tenía otra reunión por la tarde.
Llegando a la iglesia de Ucrania, fui 10 minutos antes de la reunión a sentarme en el salón, a esperar la reunión.
Empecé a leer sobre la Mujer Samaritana, y de nuevo, mis ojos se llenaron de lágrimas.
Era imposible contener las lágrima, porque las palabras que leí quemaban dentro de mi ser; hasta el punto de no terminar, sino de llevar conmigo lo que recibí y hasta hoy, quema.
La palabra que me tocó profundamente:
“…Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: «Dame de beber, tú le habrías pedido a El, y El te hubiera dado agua viva.” (Juan 4:10)
Voy a explicártelo en el próximo artículo.
Un abrazo!
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Jessica De Rivera
21 julio, 2015 a 16:2
Buenos días Sra linda; a cada diario Dios habla conmigo es como si yo estuviese pasando todo lo que la Sra paso solo que en diferente escenario y su experiencias esta siendo de bendiciones para mi vida. Fuerte «“…Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber, tú le habrías pedido a El, y El te hubiera dado agua viva.” (Juan 4:10)
La amo Sra linda
Andrea Elizabeth
13 abril, 2015 a 21:2
Es muy fuerte señora!!! Todo lo que usted vivió y sintió! Esa sensación de tener que soltar y desarraigarse de lo que uno tiene bien metido dentro del ser es terrible! Pero son esos momentos los que más nos hacen crecer y entender.
Muchísimas gracias por compartir su experiencia! Es Dios dándonos nuevas direcciones a través de su ejemplo. Le agradezco! Dios la siga bendiciendo abundantemente! Un besito!
Graci Pires
7 abril, 2015 a 17:2
Muy fuerte el versículo biblico!
Ya pase por ese sentimiento, con mi esposo, cuando yo quería hacer mi voluntad, era como si yo necesitase que el entendiera lo que yo necesitaba, pero cuando la mirada de mi esposo cambiaba, ahí era Dios avisando «egoísta » y dentro de mi sabia que estaba mal. Al inicio me costaba cambiar mi actitud, intentaba disimular, pero si no le pedía perdón a Dios y a mi esposo no.me.quedaba tranquila.
Gracias a Dios que siempre di oídos para cambiar mi actitud.
Graci Pires
Madrid – Getafe