¡Mi miedo!

Es gracioso como algunas cosas ocurren y ni siquiera nos damos cuenta.

Pasó un buen tiempo para poder ver, o mejor, entender mi miedo; él siempre estuvo allí, dentro de mi, pero yo nunca lo entendí. Actuaba como un ladrón, ¡sin que yo lo viese! Sólo entendía el estropeo o la perdida al final.

Ir para otro país me hizo descubrir varias cosas diferentes, incluso sobre mi. Trabajar y vivir con personas desconocidas no es fácil ( incluso con mi esposo, ya que estamos recién casados, existen aspectos en el que yo aún no le conozco, como ciertas reacciones, manías, costumbres, etc.…)

Descubrí mi miedo, o el mayor de ellos, conviviendo con esas personas. A nadie le gusta ser reprendido, incluso a mi, pero peor que ser llamada la atención injustamente, es cuando soy llamada la atención por un error mío. Fue ahí que entendí mi miedo, que es el de errar; errar con las personas, con las autoridades, con mi esposo, conmigo misma y principalmente con Dios.

Pero como no soy perfecta, noté que ciertos errores son inevitables, ellos sirven para mi madurez.

Vencí mi miedo, ¡enfrentándolo! Fui mas atrevida a la hora de hablar, y hacer, sin miedo de errar. Fui llamada la atención algunas veces – para mi alegría – pues así pude aprender con personas que estaban dispuestas a enseñarme, y no a humillarme o perjudicarme de alguna forma.

Pude madurar errando, y reparando después de los errores.

Me acordé de un dicho que me hizo seguir, y entender, que estoy en el camino cierto:

“ ¡Por miedo de errar, muchas personas perderán la oportunidad de acertar!”

No quiero ser una de esas personas, entonces…

Si fuese cierto o errado, solo voy a descubrirlo intentando, arriesgando, y no siendo orgullosa. Estar siempre apta a aprender, aunque que sea a través de un error y, después de una reprensión.

¡Lo importante es siempre estar preparada para cambiar!

Colaboró:

Stephany Buarque – Quito, Ecuador