La fe emotiva no quiere cambiar

La fe emotiva no quiere cambiar

Muchas veces en el afán de querer que los demás nos entiendan, actuamos de forma errada. Juzgamos de forma precipitada. Juzgamos porque esperamos algo a nuestro favor.

Siempre que esperamos, nos frustramos. La verdad es que cuando esperamos, no damos. No estamos listos para dar sino para recibir.

Bueno, vamos a continuar meditando en el pasaje del siervo del rey, que debía 10mil talentos, ¡una deuda impagable! Él salió de la presencia del Rey, que simboliza Dios…

 “…Pero al salir aquel siervo, encontró a uno de sus consiervos que le debía cien denarios, y echándole mano, lo ahogaba, diciendo: «Paga lo que debes.” Mt 18:28

¡Observa bien! Aquel siervo del rey que, aparentemente llevaba la vida de forma tranquila, después de la cobranza, ¿qué hizo? Al salir de la presencia del rey y encontrarse con uno de sus consiervos, que también le debía, pero un porcentaje muy inferior, bien pequeña, ¿cómo lo trató? ¡De forma impaciente!

¿Y qué pasa con usted cuando es cobrado por las cosas que dejó de hacer, o que hace?

¿Ahoga a otras personas con la intención de que paguen aquello que usted esperaba? ¿Ahoga? ¿Cómo?

Ahoga esperando una actitud de la otra persona. Y como ella no hace aquello, usted a cambio tampoco es moldeable.

Si,…  ¡la Palabra de Dios es muy profunda! Ella va al fondo de nuestra alma, nos molesta.

Pero vea lo que pasó con aquel siervo:

Entonces su consiervo, cayendo a sus pies, le suplicaba, diciendo: «Ten paciencia conmigo y te pagaré. Sin embargo, él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que pagara lo que debía.” Mt 18:29,30

¡Dios mío! ¡Aquel siervo que debía al rey, NO QUISO perdonar a su consiervo!

Si usted es una persona intolerante con los otros, ¡sepa que no es el diablo, sino su voluntad! ¡Su decisión! Y Dios respeta. Y todo el mundo tiene que respetar. Porque no se impone nada a nadie.

Hay una gran batalla entre la carne y el espíritu. ¡Su voluntad es lo racional! Y usted escoge lo que es más importante.

Si usted es de Dios, se disciplina.

Si no lo es, y no quiere serlo, entonces continúa siendo el mismo. Está ahí, ¡la decisión es suya!

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