LA CODICIA – Episodio 28: La codicia no sirve a Dios

LA CODICIA – Episodio 28 : La codicia no sirve a Dios

Para entender de forma fiel la Palabra de Dios, tenemos que comparar nuestra vida con ella. Existen muchos que se dicen ser de Dios, pero ¿qué dice la Biblia sobre los que quieren servir a Dios? ¿pueden ser codiciosos? ¿pueden llevar una vida sin reglas?

Vamos a saber lo que la Biblia nos orienta, muchos usan la Palabra de la gracia, que Dios perdona, que Dios ya pagó el precio, que pueden pecar lo que quieran y después Dios perdona, viven de forma inadecuada, pero se dicen siervos de Dios. Aún así, no es lo que las personas dicen, sino lo que la Biblia nos enseña. Y la Biblia entra en detalles, observe:

Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.” 1 Timoteo 3:1

Las otras palabras que no están pautadas en la Palabra de Dios no son fieles, porque el diablo usa una palabrita, un versículo suelto y lo distorsiona de forma que se adapte a su gusto, a su manera, y no a la voluntad de Dios.

Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola esposa, vigilante, templado, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no rencilloso, no codicioso de ganancias deshonestas, sino moderado, apacible, ajeno de avaricia; …” 1 Timoteo 3:2,3

El siervo que quiere ser usado por Dios, tiene que tener una vida ejemplar, una familia, una esposa, ser un hombre ejemplar. Vigilar, aquel que se observa, que se disciplina todo el tiempo, y ese es un factor importante para el cristiano, para el siervo de Dios.

El siervo de Dios es sobrio, honesto, no distorsiona, no miente, no engaña, no saca provecho. Él es hospitalario, es decir, es apto para dar, para enseñar. No es dado al vino, emborracharse, beber mucho, no conviene a aquel que sirve a Dios.

Observe que la Biblia entra en detalles sobre la vida que él lleva.

Y los que sirven a Dios, en la Iglesia Universal del Reino de Dios, no tienen otro trabajo, sino que viven para la Obra de Dios, porque no pueden estar divididos, sirviéndose a si mismos y sirviendo a Dios.

En la Iglesia Universal del Reino de Dios existe una regla, ni el pastor, ni su esposa trabajan fuera (a no ser que sea por la necesidad de la iglesia, pero no por la profesión que ejercen), porque son cargos, no son considerados como profesión.

El llamado del siervo de Dios y de su esposa, es para servir, para dar, y no para tener codicias, no es para tener sus sueños, sino para tener una vida modesta, sin contiendas. Porque cuando la persona no está satisfecha, provoca contiendas, trae problemas por cosas pequeñas, y transmite eso a otras personas, y eso no es el deber del obispo.

El siervo de Dios no puede engañar, porque ese no es el Espíritu de Dios. Un Obispo, un Pastor, una persona que tiene una responsabilidad no puede ser así, porque otras personas llegaran hasta él para ser ayudadas, y no puede ser un mal testimonio, tiene que ser un buen testimonio, tiene que vivir la fe.

Tenemos que observar nuestra vida para no ser engañados por nuestro corazón. El corazón quiere convencerse de que está todo bien, para no tener que esforzarse. Usted sabe que el Reino de Dios es tomado con esfuerzo, y quien quiere servir a Dios debe esforzarse, sacrificar su propia vida en pro del bien mayor.

Ese bien mayor no va a ser apenas en el Reino de los Cielos, sino que va a comenzar aquí, donde estamos. Quien vive por la fe, quien sirve a Dios y se sujeta a obedecer la Palabra de Dios, es feliz.

“… que gobierne bien su propia casa, que tenga sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?)

No un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en condenación del diablo.” 1 Timoteo 3:4-6

El obispo es una persona que cuida de una iglesia, o de varias iglesias, de varios siervos de Dios, por eso no puede ser neófito, es decir, principiante en la fe, que se convirtió hace poco tiempo. Una persona que fue bautizada con el Espíritu Santo hace poco tiempo no puede ser un Obispo, y no se llega a ser Obispo por la teoría –  al menos no en la Iglesia Universal del Reino de Dios –, sino con diversas pruebas.

Porque si la persona es infantil y recibe una responsabilidad muy grande, con otros siervos, otras personas, se va a ensoberbecer, y acabará perdiendo su propia salvación.

También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.” 1 Timoteo 3:7

Quiero aprovechar y hablar con usted que no es un obrero, un pastor, un diácono… sepa que la fe no necesita estatus o cargo. El Señor Jesús no tenía estatus de sacerdote en la época en que Él vino. No era hijo de sacerdote, no nació en un palacio ¿se acuerda? el Señor Jesús sirvió, y fue excelente en todo lo que hizo, siempre fue una referencia para todos nosotros. Por eso, ¡Él es nuestro Salvador! Vino en cuerpo humano, siendo tentado en todo, pero no pecó, es decir, fue el Verdadero Sacerdote, el Cordero de Dios, que no tuvo pecado. ¡Él fue fiel!

Y Dios espera que nosotros, que queremos servirle, seamos fieles, que seamos ejemplo, que tengamos disciplina en nuestra vida. Mi fe exige vigilancia, ofrenda, entrega para Dios, tanto con lo que hago para Él físicamente, como mis ofrendas personales, espirituales. Porque Él mira, Él ve todo lo que hago. Y observa cómo lo hago, cómo soy como esposa de pastor, con mi marido, en casa, cuáles son mis elecciones con mi tiempo, a qué doy prioridad, si doy buen testimonio.

Tal vez nunca haya prestado atención, pero Dios nos observa. Y Él va a usar a personas que se disponen a servir. Personas que dejan de servirse a si mismas para servir a Dios.

Y la codicia no tiene nada que ver con el siervo de Dios. Si es una persona que vive codiciando, no sirve a Dios. Puede incluso tener una posición, un título en la iglesia, pero lo que la Biblia dice, que es la Palabra fiel, es que los que quieren servir a Dios tienen que hacer una obra excelente, es decir, tiene que vivir de forma excelente, ser un testimonio vivo. Esto nos enseña a usar la fe, porque sólo la fe puede justificarnos. Nadie es perfecto, pero cuando usamos la fe, obedecemos, aceptamos a sujetarnos a la Voluntad de Dios, ¡y vivimos esa fe!

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