LA CODICIA – Episodio 23: La codicia tiene envidia

LA CODICIA – Episodio 23 : La codicia tiene envidia

Todos pensamos muy bien sobre nosotros, pero lo que no es muy notable en nosotros mismos son las cosas que pasan en nuestro interior. A veces, nos sorprendemos con una reacción nuestra, porque no sabemos lo que hay dentro de nuestro corazón. ¡Hasta que algo que no es agradable se manifiesta!

Existen muchos ejemplos que ha visto y percibí que afectan a las personas, voy a citar algunos para ver si entiende lo que quiero decir.

Cuando alguien va muy bien en los estudios, usted tiene dificultades, normalmente se compara con la otra persona, y esto es motivo de envidia.

Cuando alguien empieza a tener novio, se casa y usted está esperando hace tanto tiempo, pero aún no tuvo la oportunidad ni de conocer a alguien, o tal vez, tenga novio, pero no llegó el momento de que su novio le pida en matrimonio. Y se entristece, en el fondo de su alma cuando ve a su amiga arreglándose para el matrimonio.

Cuando alguien se arregla muy bien, y usted se ve siempre inferior en su forma de vestir. Envidia lo que la otra tiene o puede que ignore su visual. Es decir, la persona tiene éxito y disfruta, mientras que usted no. ¿Qué le sucede? ¿Se entristece, se queda cabizbajo, llora, se aísla?

A veces ve al prójimo comprando una casa o el carro de sus sueños, y usted aún va en transporte público.

Ve también en las redes sociales a las personas viajando, las fotos, a aquella persona disfrutando de las vacaciones, mientras que usted tiene que trabajar. Las dificultades o aquello que no posee aún, a veces le hace codiciar lo que tiene el otro.

El problema no es querer tener una vida mejor, ser mejor, sino que el problema es cuando ve lo que las otras personas tienen y se entristece comparándose con ellas, se queda ansiosa, es decir, esto le afecta.

¿Es este su caso? ¿Ha sido afectada por la condición ajena? Respete su condición. A veces, no sabemos sobre ciertos temas que hablamos, pero no porque tenga dificultad, sino porque nunca se interesó por ellos. Todo depende de usted, ¡si se esfuerza!

Por ejemplo, “¿cómo que me voy a casar, Viviane? ¿Cómo voy a adquirir un mejor trabajo, un mejor salario? ¿o tener una vida estable? Durante toda mi vida, viví trabajando y teniendo poco” Bueno, debe ser aplicada, no se compare con nadie, respete su condición, como hago conmigo.

Lo que aún no poseo, no tengo, no quiere decir que soy inferior a otra persona que tiene, que adquirió, es decir, tengo que respetar la condición que tengo.

Por ejemplo, soy sierva de Dios, sirvo en el Altar. Entonces, si sirvo en el Altar, tengo que estar a disposición de Dios. Puedo no estar pensando en conquistas financieras, adquirir una vida mejor financieramente, estoy sujeta a la condición que Dios me da. Cuando paso por situaciones delicadas, en que no puedo pagar algo, por ejemplo, estoy ajustada, entiendo que Dios lo permite, para que muestre mi fidelidad a Él, porque le sirvo.

Ahora, imagine, si sirvo a Dios y vivo codiciando lo que tiene, usted viaja, toma decisiones en su vida diferente de la mía, es decir, quiero una vida fuera del Altar, no estoy disfrutando de lo que Dios me dio, el alto privilegio de servirle a Él.

He observado que muchas personas viven para si, no dan prioridad a Dios, viven envueltas en problemas, porque tienen muchas ganas de conquistar, ansiosas, compitiendo con otras personas o queriendo imponer su manera de ser, y por eso viven atormentadas, con problemas en la familia, problemas, problemas y problemas.

Cuando sirve a Dios, está libre, está a disposición, acepta dificultades y se mantiene bien, no murmura, entiende que Dios está haciendo una obra dentro de usted, hace aquello que necesitaba aprender, es decir, no quitándole nada, sino añadiéndole.

¡Esto es lo que hace la fe! Sin embargo, la carne no, la carne hace que tenga malos ojos, tener esa envidia, esa disputa, esa competición, esos celos, ¡esa codicia! Y ahí se va generando otro y otro pecado, va añadiendo más. La persona permite esas cosas malas, no se opone contra ellas, se hacen víctima, porque permiten que eso las guie, y no la fe.

“Porque las obras de la carne son manifiestas, las cuales son: adulterio, fornicación, impureza, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, celos, iras, peleas, disensiones, herejías, envidias…” Gálatas 5:19-21

El mal existe por causa de la carne.

El mal se manifiesta en la vida de todos aquellos que permiten que su carne hable más alto.

Sabe que la carne es lo que desea, lo que no es bueno. Como dice la Biblia:

Porque la carne codicia contra el Espíritu, … Mas si sois guiados del Espíritu, no estáis bajo la ley. Gálatas 5:17, 18

El pecado siempre está unido a usted y a otra persona, por eso el segundo mandamiento es amar al prójimo como a si mismo. Si no consigue resolver lo que está dentro de usted, no va a conseguir amar al prójimo. Va a hacer mal, porque ese mal que está dentro de usted lo guía a hacer cosas indebidas, así va a hacer el mal a otras personas.

Ese mal, esa codicia, por ejemplo, la envidia es querer lo que el otro tiene. A veces la atención, el éxito, el dinero, la aprobación, la reputación. Y tenemos que ser sinceros con nosotros ¿cómo? ¿qué necesito?

Por ejemplo, no soy tan eficiente en mi trabajo como la otra persona, ¿qué tengo que hacer? Tengo que trabajar en aquello que me falta. No para competir con la otra persona, no para estar por encima de la otra persona. ¡No! Porque eso ya es iniquidad, usted está trabajando para cambiar, para estar por encima, por su orgullo.

Observe que la carne es algo malo para usted, y es motivo de que muchas personas vivan amargadas, porque ceden a su carne. Ya quién es guiado por el Espíritu Santo, Él mismo muestra aquel sentimiento, que aquel impulso está mal.

Como pasó conmigo, cuando me estaba comparando. Y era de forma sutil, como si fuese una envidia. Yo quería lo que la otra persona tenía. Sin darme cuenta de que aquello era envidia. Pero quería librarme de aquello, estaba incómoda y pregunté a Dios: “Dios mío, ¿por qué me siento así? Quiero una respuesta…”

¿Sabe? cuando la persona tiene intimidad con Dios, ella ora, conversa con Dios, se acerca, se expone para Dios. Todo lo que le paso lo comparte con Dios. Y pregunté, me acuerdo que fue así: “Mira, no voy a pasar de este versículo de la Biblia (estaba leyendo sobre Hechos en la época, que habla sobre la iglesia de Jesús, que vivían en común acuerdo, existía un solo espíritu)” Y dije: “Dios mío, no tengo ningún problema con las personas que veo, que desarrollan pero yo me siento trabada en mi forma de hablar, en mi forma de participar…”

Y fue ahí cuando Dios habló tan claro, pero tan claro conmigo, como si estuviese sentado a mi lado conversando conmigo: “Hija mía, ¿por qué esto? Mira a tu madre”.

Ahí miré a mi madre, estábamos cenando, y mi padre conversando, mi hermana conversando y yo allí oyendo, y no tenía nada para añadir. Yo quería añadir, rehusándome, despreciando quién yo estaba siendo, sintiéndome inferior, pero no hablaba nada.

Y Dios dijo así: “Hija mía, mira a tu madre, ¿ella habla siempre? ¡No! Entonces, ¿por qué quieres hablar siempre?” Ahí dije así: “Ah, porque quiero, me gusta”. Y Dios me dijo: “Si te gusta, tienes que aplicarte sobre lo que ellos están hablando. No tienes porque no te aplicas en ese tema, por eso quedas por fuera. Hija mía, ¿quieres aplicarte en ese tema? Entonces, infórmate sobre eso”.

Hice una evaluación y vi así: “Ah, realmente es desnecesario aplicarme en ese asunto, porque no va a añadirme nada. Voy a continuar haciendo lo que quiero. Lo que más aplico, y me da una buena conciencia”.

La fe hace lo que es correcto, lo que conviene, lo que es mejor, lo que me guarda. Y ahí las personas se comparan porque quieren ser así, o incluirse en lo que piensan que es mejor para ellas, pero lo que es mejor para usted es aquello que va a resguardarle. Es lo que va a hacerle bien a su vida espiritual.

Y no era nada demás, aquello no me iba a hacer mal, si  embargo, iba a invertir en una cosa solo para sentirme mejor. ¡No, no! Me gusta invertir para servir a mi Señor.

¡Ahí está la diferencia! La codicia es lo que no necesito, lo quiero, pero no lo necesito. Y la fe es aquello que necesito, que es la prioridad, a lo que tengo que dar atención, pero estoy dejando que otra cosa me llame la atención. Yo tengo que tomar la decisión.

¿Qué quiere? ¿Quiere la codicia? ¿o el Reino de los Cielos? ¡Piense sobre esto!

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