LA CODICIA – Episodio 21: La codicia tiene disensiones

LA CODICIA – Episodio 21 : La codicia tiene disensiones

Cada ser humano nació con su manera de ser, sus características, su cultura, y cada uno tiene su forma de pensar. Normalmente, esto se basa en aquello que ya vivimos, aprendimos y fuimos orientados. Por eso, no siempre la forma de pensar es la misma que la de las otras personas.

¿Cuántas veces estuvo en una situación en que no concordaba? Probablemente, diversas veces. Sin embargo, siempre que no concordaba, ¿cómo reaccionaba?

Bueno, cada uno tiene una actitud, una manera de ser, pero de todas las formas, cuando no concuerda con aquella actitud, con aquel pensamiento, ¿cómo actúa? ¿Respeta el punto de vista de la otra persona o quiere imponer su manera de ser? Si no hay respeto, viene la carne, es decir, su voluntad, su manera de ser y ahí entra la codicia.

Otra obra de la carne que tiene todo que ver con la codicia es la disensión, que significa falta de entendimiento, divergencia de opiniones entre dos o más personas. Y por ahí vienen las disputas, conflictos, desavenencias, discrepancias, divergencias y oposiciones.

¿Cuántas personas alimentan dentro de si una oposición a una orden u orientación? ¿Cuántas tienen su propia opinión y se vuelven personas difíciles de tratar? Esto es porque no se sujetan al orden ni a la disciplina de aquello que es correcto hacer.

Es así como la disensión crea un problema a la persona, porque no respeta, no se sujeta, no obedece, no acepta. Quiere hacer las cosas a su manera, independientemente de la orden, de la orientación, de la disciplina, de lo que es justo. Hay mucha gente que actúa de esa forma, especialmente cuando hablamos de disciplina.

Son personas que no quieren aprender, no quieren sujetarse, no quieren empezar desde el principio para aprender de la forma correcta, quieren ponerse como víctimas, ser comprendidas…  y esto con lo que es injusto. ¡Es la cosa más grave!

Normalmente, cuando estás personas están así, en discordia, en disensiones, quieren sembrar contiendas, quieren sembrar ese mal, esos malos ojos a las otras personas.

¡Piense sobre esto! Y observe si, quizá, se encaja en esta situación, ¿ha sido una persona inflexible, orgullosa, prepotente, difícil de tratar? porque eso se muestra en varios aspectos de su vida: es un problema con el marido, con la esposa, con el hijo, con el jefe, con el empleado… ¿ha visto eso?

¡Es gracioso que mucha gente no se da cuenta! Las personas miran más los errores de los otros, pero no observan los suyos propios y continúan sufriendo por causa de eso.

Piense sobre usted, y encare su realidad para que pueda buscar arrepentimiento en Dios.

Me acuerdo de mi misma, cuando diversas veces en mi mente no estaba de acuerdo con algo. Y tuve que detectar que aquella forma de pensar estaba imponiendo mi manera de ser, y así empezar a respetar la persona, entender que muchas veces no es sólo mi manera de pensar, sino también, a veces, la persona aún no entendió, no pasó por situaciones que la enseñase a cambiar. Esto es respeto, y Dios hace eso con todos nosotros. Él nos conoce, Él sabe todo.

Muchas veces nuestra persistencia, nuestros errores continuos han sido porque no entendíamos aún. Por eso, vivimos cometiendo aquel mismo error. Hasta que Dios permite que pasemos por situaciones en que tenemos que parar, evaluar y reflexionar. Y ahí entra nuestra búsqueda para entender lo que está mal en nosotros.

¿Sabe? sino percibe sus errores, va a ser víctima de ellos, es decir, va a ser esclavo por un pensamiento, y en realidad, nosotros seres humanos somos fallos, y es una necesidad, tenemos que ser humildes. Necesitamos esa arma de la humildad para encarar nuestra realidad y corregir nuestros errores.

Gracias a Dios que quien es bautizado con el Espíritu Santo tiene ese poder, el poder de ser flexible, moldeable. Claro, que el Espíritu Santo está sujeto al espíritu de la persona. Si la persona quiere imponer su voluntad, no quiere aprender, no quiere aceptar la Voz de Dios, el Espíritu Santo va a respetarla.

Es decir, tenemos que evaluar cada obra nuestra, porque la obra es lo que se materializó, se manifestó, fue evidente en nuestra vida, y que muchas veces dejamos que pase desapercibido.

Tenemos que razonar, que ver los hechos de nuestra vida, para que asumamos nuestra responsabilidad y tomemos las medidas para resolver lo que ha sucedido.

Pero, claro, esto solo es posible si no es orgulloso, inflexible, vive con disensión, es decir, pensando de una forma diferente.

Cuando a veces yo pensaba de una forma y Dios me mostró que mi forma estaba errada. Es decir, no en todo lo que pienso tengo que confiar, sino que tengo que evaluarlo con lo que es correcto, lo que es justo. Y esto sólo pasa con la fe inteligente, cuando busco, cuando quiero ver.

Y eso sucede mucho cuando medita, cuando va a orar, por ejemplo, habla de aquello que ha observado.

Ahora, imagine, si ora sin percibir nada de los hechos que han sucedido repetidamente, de las cosas que se han manifestado, que son evidentes en su vida, pero no lo percibe, tiene la cabeza en las nubes, eso causa dolores, conflictos y no ve nada errado, no le molesta.

Pero esto pasa porque no vigila, y así va dejando que su carne prevalezca, porque no entiende lo que está viviendo en la carne.

Si no hace esa evaluación, amigo, amiga, será un auténtico religioso dentro o fuera de la iglesia.

¡Tiene que razonar! Por eso, sea realista.

La Biblia dice esto:

“Porque las obras de la carne son manifiestas, las cuales son: adulterio, fornicación, impureza, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, celos, iras, peleas, disensiones …” Gálatas 5:19,20

Todo tiene que ver entre usted y otra persona ¡observe bien!

Vamos a abordar más en los próximos artículos, ¡esté atento!

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