LA CODICIA – Episodio 17: La codicia quiere estar en desacuerdo

LA CODICIA – Episodio 17 : La codicia quiere estar en desacuerdo

¿Cuántas veces descordamos dentro de nosotros con cosas que oímos? ¡Muchas veces!

No sé si se ha dado cuenta, pero la discordia viene porque nuestro pensamiento no encaja con el pensamiento ajeno, no se sujeta a la orientación ajena, por tener nuestro concepto, nuestros propios pensamientos, nuestra verdad, es decir, nuestro camino. Somos necios, no nos dejamos moldear, oír la verdad.

La verdad señala a lo que es justo y puro, pero, a veces, nuestro pensamiento, nuestra manera de ser, cree que nuestro camino, nuestra verdad es la correcta.

Pero descubrí que mi camino, mi verdad, no es la verdad. Tengo que ser guiada por Dios para saber lo que es verdad.

Por eso, la codicia no se sujeta. Está en desacuerdo, tiene su propia opinión. Contiende, reclama… la naturaleza humana no es fácil.

Y cuando tiene su manera de ser, su manera de pensar, pelea, se defiende, discute, en ocasiones hasta tiene una actitud violenta, combate con sus argumentos, es decir, insiste y defiende aquel pensamiento suyo.

Pero la Palabra de Dios nos orienta a sujetarnos a la Voz de Dios, a contrariar justamente nuestros caminos, que pensamos que son la verdad.

Bueno, muchas veces se va a dar cuenta de que su manera de ser no es la manera verdadera, correcta. Por ejemplo, hizo siempre todo lo que quiso, a su manera, y al final, el resultado que obtuvo fue la amargura, tristeza, decepción.

Y tal vez, carga un pasado insistente que vive en su presente. ¿Sabe por qué? Porque acepta sus ideas, sus pensamientos, defiende su manera de ser, es decir, contiende, no concuerda con la Palabra de Dios, tiene sus propios argumentos. ¡Piense sobre usted! Lo que ha hablado, sus quejas, sus tristezas, sus amarguras, piense…

Ya vi que a mi manera no funciona. Vi que tengo que ser guiada por Dios. Y solo yo me pongo en esa condición, en la que necesito de Dios, cuando presto atención a mis debilidades, a la debilidad de mis pecados.

Cuando se ofende con alguien que actúa de forma errada, murmura, se molesta, se irrita, no tiene paz, y sólo cuando hace lo que es correcto viene la paz, es decir, viene la aprobación de Dios.

¿Cuántas personas en este momento no tienen paz? Porque tienen sus manías, están en desacuerdo, no concuerdan en obedecer, es decir, sus razones están encima de cualquier sugerencia, orientación que oyen.

¿Sabe? Cuanto más va adquiriendo edad, más tiene sus conceptos, sus verdades, su camino, su pensamiento, y más resistente se vuelve.

Sin embargo, cuanto más reconoce que a su manera no funciona, más flexible es para oír la Voz de Dios.

La contienda, la discordia habitaban en la vida de la persona cuando acepta sus pensamientos y no los pensamientos de Dios.

Los pensamientos de Dios no son malos, sino puros, correctos, justos, verdaderos. Es mejor optar en obedecer a Dios, que hacer su voluntad.

Ahora puede, en este exacto momento, compartir con Dios lo que está dentro de si. Quizá, está lleno de argumentos, pero, cuanto más argumentos acepta en su mente, de que tiene razón, menos se va a sujetar.

Cuando acepta la verdad, lo que es justo, descarta sus pensamientos, obedece y pone a Dios en primer lugar.

Es así como escogemos lo que ponemos en primer lugar, como primicias, siendo el propio diezmo.

Por eso la Biblia dice lo siguiente:

 “Porque las obras de la carne…” Gálatas 5:19

Cuando estamos en la carne, cuando no nos sujetamos a la Voz de Dios, codiciamos, miramos a nuestro camino, a nuestra opinión, y estamos sujetos a manifestar cosas horribles, observe:

 “… las obras de la carne son manifiestas, las cuales son: adulterio, fornicación, impureza, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas…”

Para que estas cosas horribles acontezcan es porque ha estado mucho tiempo en la carne, y no hubo disciplina.

La contienda, aparentemente no es tan fuerte en su mente como el adulterio, pero si no se disciplina, es capaz de hacer cualquiera de estas obras de la carne.

Por eso, es mejor cuidarse, porque la contienda puede llevarle a cometer cualquiera de estos pecados grotescos.

¡Vigile!

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