LA CODICIA – Episodio 16: La codicia lleva a la enemistad

LA CODICIA – Episodio 16 : La codicia lleva a la enemistad

¿He sentido antipatía hacia alguien?

¿Ya dijo así?: “Ah, no me cae bien fulano, o fulana…”

¿Alguna vez ha tenido roces con otra persona por la forma en que le trató? ¿Que no le hizo sentir bien?

Pues si… todos nos hemos sentido así alguna vez, molestos, con rencor, resentidos, ofendidos, con odio, con desavenencias, desarmonía, traumas… eso es consecuencia de una persona que tiene enemistad, es decir, que vive guardando el pasado, las cosas malas que le sucedieron, las cosas que vivió.

Y la codicia es así. No importa lo que es correcto. Lo único que importa para la codicia es hacer las cosas que le agradan. Si es pagar el mal con mal, es eso lo que pretende hacer, y es eso lo que nadie le va a sacar de la cabeza. No importa la injusticia, la verdad, Dios, lo que le importa es su propia justicia. Y es así cómo trata, la forma en que ella piensa es la correcta.

Mucha gente que vivió eso, tal vez esté ahí con mala cara, molesto, triste, amargado… y algo interesante es que cuando ve una enemistad suya, alguien con quién está en conflicto, ¡usted murmura! Basta mencionar el nombre de fulana, que empieza a quejarse sobre esa persona.

Bueno, piense sobre eso, porque la Biblia dice que eso es obra de la carne.

Porque las obras de la carne son manifiestas, nunca se quedan en oculto, son reveladas, es decir, son visibles; las cuales son adulterio, fornicación, impureza, lascivia, idolatría, enemistades (Gálatas 5:19).

Ahora le toca a usted hacer un balance de su vida. ¿Tiene rencores? ¿enemistades? ¿traumas? Si oye las palabras que dice, cuando cita el nombre o cuando ve a la persona, y observa su comportamiento, entonces va a comprobar si tiene enemistad o no.

Confieso que ya me comporté así, y puede pasar con cualquier persona. Y por eso es interesando que observe sus palabras, sus actitudes, su comportamiento, para que pueda corregirse. Sólo va a hacer eso, en realidad, si le importa Dios. Si le importa su Salvación, tendrá cuidado con ella.

Pero si no le importa Dios, si no le importa la Palabra de Dios, lo que es correcto, lo que es justo, se dejará dominar por aquella enemistad.

Me acuerdo que una vez me molesté, me sentí ofendida con una persona. Y siempre que mencionaba el nombre de esa persona, murmuraba, y no soy ese tipo de persona, es decir, cargaba algo dentro de mi que no me dejaba tener paz.

Incluso, en esa época, pedía a Dios: “Dios mío, ¿qué hay malo en mi?” Pensaba que tenía derecho a sentirme así, pero no sabía cómo librarme de ese sentimiento malo, de aquella ofensa. Y fue cuando un día, después de un mes, ¿puede creer? Para que vea que el ser humano no es fácil, buenecito como piensa. Somos fallos, queremos vengarnos, hacer lo que nos conviene, incluso lo que nos hace mal, nos amargamos, perdemos la paz, ¿no es verdad?

Entonces, después de un mes, Dios me mostró, pero Él me mostró porque insistí en pedir que me mostrase, porque no quería que se entristeciese conmigo. Y sabía que no estaba bien, la ofensa que sentí me estaba haciendo mal.

Y es comprensible que las personas erren con usted, porque no son perfectas, quizá la persona no es de Dios, no está bautizada con el Espíritu Santo, esa persona es capaz de hacer lo que sea, no tiene la verdad, no tiene el deseo de hacer lo que es correcto para Dios, no tiene ganas de hacer lo correcto ni para si misma. Para mi era comprensible el fallo de otra persona, lo que era difícil para mi era la forma que yo estaba comportándome con aquella situación.

Y Dios me mostró que estaba siendo egoísta, que me quería vengar, que estaba ofendida, y pedí perdón a Dios, y actúe normal con la persona, la traté bien, manifesté mi fe varias veces para hacerle el bien, ya no tuve nada más que me acusase, porque hice mi parte y la fe hace eso con la persona.

Observe que la codicia no le hace mirar a la fe, la codicia le hace mirar a su derecho de sentir. Y la verdad, que es Jesús, la justicia, hace que mire a aquello que tiene qué hacer, independientemente si la persona erró con usted o no, no le da motivos para comportarse como lo hace.

Y así fue, ¡gracias a Dios! Fue muy bueno que pasase eso conmigo, porque nunca me había comportado así con nadie en mi vida. ¡Y gracias a Dios!

Cuanto más percibe la acción de Dios mostrándole quién es usted, más moldeable se vuelve.

Cuanto menos, ¡más difícil! porque hay mucha cosa para trabajar en nosotros, ¡amiga y amigo! No piense que usted es perfecto, ¡porque no es un ángel, ni yo! Mientras que estemos en este mundo, vamos a tener que perseverar hasta el fin, como dice el libro de Apocalipsis, ¡perseverar hasta el fin! Vamos a manifestar la fe porque esto es del Espíritu, no tiene nada que ver con la carne.

La carne quiere que sienta y crea que tiene su derecho a sentir, ¡no!. No es su derecho sentir, ¡porque eso le hace sufrir!

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1 comentário

  1. Buenos días, señora Viviane. Ese mensaje habló mucho conmigo, me recordé que hace algunos meses me pasó la misma situación, a principio me sentía mal por la reacción de la persona hacia mi, como por ejemplo ignorarme, yo no entendía el porqué de esta reacción en una persona que en teoría estaba en la misma fe, entonces yo quería que ella me perdonara para que la misma no estuviera con un mal sentimiento adentro suyo. Con el pasar del tiempo me di cuenta de que yo me había permitido ser “vencida” por el mal, me dejé llevar por esa codicia, empecé a murmurar sobre ella y guardar un sentimiento malo en mi corazón, Dios me hablaba claramente que eso era una enemistad, y que obviamente eso no Le agradaba, así como usted comentó yo me sentía mal por estar comportándome de aquella manera, no era algo natural mío… Pero gracias a Dios después pudo entender que uno va a terminar renunciando de las 2 maneras; o de renuncia para usar la fe, o renuncia la esencia de Dios para usar del sentimiento/corazón/carne.

    Por supuesto que si uno busca la ayuda de Dios, Él va a mostrar, pero la elección de hacer lo correcto (la renuncia a nuestro yo) siempre va a ser nuestra.

    Gracias señora, Dios la bendiga!

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