Inicio, pero ¿dónde está la respuesta?

Yo, Viviane Freitas, planteé hacer un propósito con las esposas de los países y con algunas de Portugal, de despertarnos a las 5 de la mañana y empezar a meditar, y seguidamente hablaríamos sobre aquello que habíamos leído.

Al principio siempre existe una dificultad, durante el periodo de primavera mi cuerpo se queda más lento, y empezamos justamente en está estación del año, aquí en Europa.

Este propósito tenía una meta. Hay algo que quiero alcanzar a través de él.

Y comenzó…. La cuarentena aquí en Portugal.

Antes de comenzar la cuarentena (40 días consecutivos), yo pedí a Dios que me mostrase por donde iba a comenzar a leer. ¿Qué libro debería leer?
Sin embargo, no hubo ninguna respuesta de parte de Dios. Ya estaba todo marcado, y estaba esperando la respuesta hasta el último momento.

Comencé así, confié en Él y puse toda mi esperanza en que sería respondida.

No dudé, no refunfuñé, pero una cosa quedo en evidencia en el silencio de Dios. Que yo estaba en su dependencia.

Comencé hablando de mi propósito a las participantes. Primero hablando de Abraham, pero empecé a meditar sobre Mateo.

Ahora amiga lectora, vas a sorprenderte de cuando Él me dio la respuesta.

¿Sabes cómo fue?

Fue cuando todo el cansancio físico, me agotaba. Las cosas no salían como yo quería, y los imprevistos comenzaron a surgir.

Los sentimientos quisieron reaccionar y dominar mi ser, pero la fe inteligente me daba el equilibrio y el dominio delante de las situaciones.

Fueron momentos difíciles y de grandes aborrecimientos. Estaba agotada por despertarme temprano y dormir tarde, debido a mi participación en la Iurdtv.eu.

Las presiones de las responsabilidades estaban pesando en mis hombros. El agotamiento físico me estaba dejando un poco más irritada.

Y fue en esta gran lucha, que obtuve la confianza y la certeza, de buena gana permanecí trabajando para mi Señor, pero pedía en mi interior:

– Ayúdame Señor, porque yo sólo quiero servirte.

En fin… Cuando todo empezó a quedarse patas arriba, fue en ese momento que yo manifesté una paz y tranquilidad, pues dejaba a Dios que participase de mi necesidad.

Él me sorprendió y me ha sorprendido.

En el momento más difícil, aprendí a gritar Socorro, y ser sincera hasta el punto de buscarlo con tanta sed, pero con tanta sed, que Él no tuvo otro remedio que responderme.

No me respondió apenas en algo sencillo, Él hizo una revolución.

Y ¡te cuento más en el próximo blog!