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- Jul
- 2024
Episodio 186 – En el dolor y en los detalles
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- 2024
Mira, hay mucha diferencia, ¿verdad? Cuando estamos en el dolor, no pensamos en nada, solo pensamos en nuestro reino, en nuestra voluntad, en nuestros argumentos, en lo que pensamos, y nos sentimos víctimas, ¿no es así? Pero ¿y Dios?, ¿y el Señor Jesús? Cuando vino a este mundo y fue crucificado, la Biblia da detalles del dolor y de los detalles.
Vamos a ver qué dice la Palabra de Dios: «Después de esto, sabiendo Jesús que todo se había ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed. Había allí una vasija llena de vinagre; colocaron, pues, una esponja empapada del vinagre en una rama de hisopo, y Se la acercaron a la boca. Entonces Jesús, cuando hubo tomado el vinagre, dijo: ¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu». (Juan 19:28-30)
Muy bien, en el dolor, en la soledad, en el peso del pecado de la humanidad, Jesús aún pensaba en los detalles, de cumplir toda la Escritura. Sabiendo que todo estaba terminado, para que la Escritura se cumpliera, dijo: «Tengo sed».
Observa que Él hizo todo, incluso todo lo que estaba escrito que debía suceder lo hizo, lo cumplió. ¿Viste cuando tienes obligaciones y responsabilidades, porque te sometes a Dios, y quieres cumplirlas al pie de la letra? Jesús hizo eso. Él cumplió al pie de la letra lo que estaba escrito al respecto de Él, no Se desvió, no lo hizo a Su manera, conforme a Su voluntad; no se victimizó, sino que cumplió.
Yo me quedo pensando en el dolor y en que aún pensaba en cumplir todos los requisitos, porque Se sometía a la voluntad del Padre y Se negaba a Sí mismo. Sabes, generalmente, las personas se sujetan a su voluntad. Entonces, en su cabeza, primero viene el pensamiento de su voluntad, de su sentir, y no se esfuerzan para cumplir la voluntad de Dios. Por ejemplo, la Biblia dice que, antes de que Le ofrezcamos una ofrenda a Dios en el Altar, si alguien tiene algo contra nosotros, debemos dejar nuestra ofrenda y, antes de ofrecerla, debemos reconciliarnos con Dios.
Imagina decir: «No, no me voy a reconciliar, Él conoce mi corazón, no me voy a reconciliar», y lo haces a tu manera, no te sujetaste, no te sometiste a la voluntad de Dios. «Ah, no, Dios entiende que soy así, que quiero ser así», en fin.
Jesús cumplió toda la Escritura. La Biblia dice: «… para que se cumpliera la Escritura…», aun en el dolor, hizo de todo para que la Escritura se cumpliera, para cumplirla, para ejecutar lo que tenía que hacer. ¿Y tú? ¿Acaso ejecutas lo que la Palabra de Dios te dice que hagas, como perdonar, mirar con buenos ojos? ¿Qué has hecho con lo que la Palabra de Dios te orienta y cuáles han sido los resultados? ¿Lo has cumplido o lo has despreciado?
Qué lindo es ver el testimonio de Dios, el testimonio del Señor Jesús, quien, después de tomar el vinagre dijo: «… ¡Consumado es! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu». (Juan 19:30)
Si estuvieras en agonía, en dolor, llevando algo que no es tu culpa, ¿acaso estarías en paz, consciente de haber hecho tu parte? Así es, muchos cristianos fueron asesinados por su fe, a causa de poner a Dios en primer lugar, pero ellos no murmuraron por estar sufriendo por amor a Jesús, porque Jesús los amó, amó su alma, entregándose hasta el fin, cumpliendo, siendo perfecto en todo.
Así es, debemos pensar y agradecerle a Dios Su regalo. Fue Dios quien me dio este regalo, el regalo de enviar a Su único Hijo, porque sabía que Su único Hijo sería fiel hasta la muerte, y muerte de cruz. Pero Él resucitó y recibió todo el poder y la autoridad dados por el Dios Padre, porque fue fiel, porque fue la Palabra viva, porque fue el ADN de Dios aquí en la Tierra. Todos vieron quién era Dios por el testimonio del Señor Jesús.
Eso es lo que debemos dejar; nuestra vida en este mundo tiene que dejar ese mensaje, que Dios merece toda nuestra vida, toda nuestra entrega. Independientemente de lo que pase, siempre estaremos agradecidos, debemos estar agradecidos hasta el fin.
Incluso en el dolor, como fue el caso del Señor Jesús y de otros cristianos que pasaron por el dolor, pero, aun así, no dejaron de reconocer y apreciar lo que Jesús hizo por ellos.
Muy bien, espero que tú aprecies y valores a este Dios que te amó.