Episodio 158 – Espíritu Santo, Consolador

Episodio 158 – Espíritu Santo, Consolador

A la gente realmente no le gusta escuchar la verdad, porque la verdad va directa al punto. Y al ser humano no siempre le gusta decir la verdad, a veces es más superficial, dice que todo está bien cuando no todo está bien, sonríe por fuera cuando llora por dentro.

Jesús dijo así:

«Pero Yo os digo la verdad: os conviene que Yo me vaya; porque si no Me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si Me voy, os lo enviaré.» Juan 16:7

Cuando recibes el Espíritu Santo, recibes los Pensamientos de Dios, recibes al propio Dios dentro de ti. Y Él tiene el propósito de guiarte, orientarte y dirigirte.

¡No estarás solo, el Espíritu Santo te lo revela!, ¡te habla!

A veces estoy en un momento, digamos, donde tiendo a mirar hacia un lado, pero luego viene el Espíritu Santo y me dice cómo debo mirar, qué debo hacer, qué no debo hacer, lo que no debería sentir, cómo debería actuar.

Imagina que tienes este Guía, que te conoce, que es la Verdad, ¡este es el Espíritu Santo!

El Espíritu Santo lo encuentran los que buscan a Dios, los que se entregan a Dios por completo, y no solo una parte, sino los que también entregan sus sueños, sus malas intenciones, y sus manías. Y para los que quieren lo correcto, lo justo delante de Dios.

Jesús dice así:

«Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio; » Juan 16:8

No siempre lo que piensas es lo correcto o verdadero, lo justo, lo maduro, lo apropiado, por eso el Espíritu Santo es esencial en la vida de una persona, porque Él es quien guía.

Si no tienes el Espíritu Santo, no tienes esta percepción de lo que es injusto, no tienes confianza en lo que estás haciendo, porque tiendes a elegir lo que es malo y piensas que es correcto.

Entonces, el Espíritu Santo nos guía a toda verdad, es Él quien convence del pecado, nadie más puede convencer del pecado. Alguien puede incluso ser usado por Dios, pero es el Espíritu Santo quien convence de pecado, de justicia y de juicio.

Cuántas veces las personas ya te han dicho tus errores y tú los rechazaste, incluso dijiste: «ah, está bien…», pero no hiciste caso y los ignoraste. Y cuando lo ignoramos, mostramos cierta opinión contraria a lo dicho, ¿no es verdad? ¡Así es!

Pero cuando el Espíritu Santo convence, la persona misma reconoce sus errores, su culpa, su pecado. Y es interesante porque cuando el Espíritu Santo convence, no nos condena, no nos señala errores para hacernos sentir inferiores, ¡no, no!

Muchas personas rechazan la verdad porque se sienten ofendidas por la verdad, se sienten ofendidas por tener que cambiar sus costumbres, como si no aceptaran quienes son.

Pero cuando el Espíritu Santo convence, no trae este peso, esta condenación, muestra la verdad para que la persona pueda ser libre de la esclavitud, porque el pecado es lo que esclaviza a la persona.

Sin embargo, las personas no siempre piensan que la verdad les hace libres, piensan que esta forma de ser es la correcta, esta manía, este querer, este sueño, este deseo es la correcta.

Pero cuando el Espíritu Santo convence, muestra la raíz del problema.

Y es genial, porque cada vez que me convenció, quería saber más. Quiero saber más de la verdad, quiero lo que es correcto, lo que es justo, porque lo que creí que era correcto, me estaba engañando, me estaba esclavizando, estaba pesando sobre mi espíritu, sobre mi vida, y trayendo consecuencias terribles.

Sabes que hasta terminas teniendo problemas físicos por causa de lo espiritual, pero cuando el Espíritu Santo te convence ¡es tan hermoso! ¡Es tan maravilloso!

Y Jesús dice esto:

«Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio;

de pecado, porque no creen en Mí;

de justicia, porque Yo voy al Padre y no Me veréis más;

y de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado.» Juan 16:8-11

El mayor pecado es cuando no creemos en Jesús. ¿Pero, como no creemos, si vamos a la iglesia, ¿damos diezmos, ofrendas? No crees en Jesús, cuando te resistes a reconocer tus errores, ¡eso es pecado! Cuando te resistes a arreglarte, a disciplinarte, a corregirte, ¡eso es pecado!

Mientras Jesús estaba allí, estaba mostrando lo que era justo, cómo pagar los impuestos.

Si miras la historia del Señor Jesús, aunque Él era el Dueño de todas las cosas, no se convirtió en Dueño de todas las cosas, pidió un asno, pidió un lugar para cenar. Jesús no vivió en abundancia para no tener que pedir, porque vino como siervo a servir, y lo entregó todo, todo, incluso la gloria, Él daba al Padre.

Jesús fue despojado de todo, de todo sueño personal, porque Su sueño era estar con el Padre, vivir con el Padre, pero vino en forma de siervo para servir al Padre, para que seamos salvos, para que entendiésemos el plan de Salvación, para poder ver cuáles son las características de Dios aquí en la tierra. Y tenemos Su ejemplo, para que podamos seguir y vivir ese ejemplo.

Cada vez que estoy siendo injusto con alguien o incluso conmigo mismo, el Espíritu Santo me exhorta y muestra que estoy siendo injusto.

Tener el Espíritu Santo significa tener un Padre, un Entrenador Espiritual, un Ayudador, un Consolador que te consuela en los momentos difíciles, que te hace estar dispuesto a empezar de nuevo, a aprender.

El mundo vive sin juicio, porque reina el príncipe de este mundo, que es el diablo. Por eso necesitamos del Espíritu Santo, para que tengamos juicio, responsabilidad, para que seamos maduros, no solo de manera adulta, sino maduros para tomar las medidas que sean necesarias.

«Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar.» Juan 16:12

Una persona que no tiene el Espíritu Santo no puede soportar lo que Jesús tiene que decir, pero cuando una persona tiene el Espíritu Santo, puede entender que la verdad es la mejor elección, ¡la verdad es lo que te hace libre!


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