Ep. 39 – El respeto es cumplir las responsabilidades
- 13
- Sep
- 2024
Para respetar a Dios, necesitas entender que Él es el Creador, que creó todas las cosas a través de la Palabra, y lo único que hizo con Sus propias manos fue al hombre. Así, podemos ver que Él es el Autor de toda la Creación, y creó todo perfecto, absolutamente todo perfecto.
Sin embargo, el hombre y la mujer eligieron desobedecer, seguir la voz del diablo, la serpiente, y así vino el caos, en la vida de ambos y de toda la humanidad. Porque a partir de ese momento, el ser humano se convirtió en esclavo del pecado que conduce a la muerte.
Cuando Jesús estuvo aquí en este mundo, la Biblia dice lo siguiente:
«Cuando Jesús iba subiendo a Jerusalén, tomó aparte a los doce discípulos, y por el camino les dijo: He aquí, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para burlarse de Él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará.» Mateo 20:17-19
Jesús estaba hablando del objetivo por el cual Él vino.
Por eso, presta bien atención tú que quieres imponer tu voluntad, que no aceptas, que no entiendes mucho sobre Dios, por qué Jesús vino a este mundo, fue crucificado y ¿Para qué tuvo que hacer todo eso?.
El propio Dios, el Creador de todas las cosas, es responsable y celoso por todo lo que creó. Y cuando creó todas las cosas, sabía lo que iba a pasar, conocía el futuro, pero, de antemano, Su Hijo Jesús Se presentó y Se ofreció para pagar el precio, para servir al Padre. No fue una obligación, Él se predisponía a venir a este mundo para servir al Padre.
Y llegado a esos momentos finales, Jesús les habló a Sus discípulos sobre lo que iba a pasar con Él. Porque vino a este mundo para que no seamos más esclavos del pecado. Pagó el precio para que no muriéramos en nuestros delitos y pecados.
Porque, hasta entonces, existía un precio, que era la persona presentar un animal que representaba el pecado, y ese animal era muerto en lugar de esa persona por causa de su pecado. Por eso, Jesús fue el Cordero de Dios, Perfecto, para sacarnos de la esclavitud, del destino final que era el infierno.
Porque todos pecaron y todos necesitan salvación, y Jesús fue ese medio, pero para eso tuvo que pagar este precio, y Él dijo que sería entregado a los gentiles, sería burlado, azotado y crucificado, y al tercer día resucitaría.
Entonces, mientras Jesús hablaba del precio que tendría que pagar por nuestra vida, mira lo que sucedió:
«Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante Él y pidiéndole algo. Y Él le dijo: ¿Qué deseas? Ella le dijo: Ordena que en tu reino estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Pero respondiendo Jesús, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber? Ellos le dijeron: Podemos.» Mateo 20:20-22
No estaban entendiendo que el precio que Jesús iba a pagar era lo que Le daba el derecho de sentarse en Su trono y tener toda la autoridad, incluso para ser el Salvador de nuestra vida. Y aquella mujer quería que sus dos hijos tuvieran un privilegio en el Reino de Dios, pero Jesús dijo: “No sabes lo que estás pidiendo, no sabes el cáliz que voy a tomar, este cáliz tiene un alto precio.” Era Su vida, iba a ser condenado a muerte, crucificado.
Mira que, a veces, tú eres una persona que tiene tus argumentos, tus deseos, quieres algo, quieres las cosas a tu manera, pero no sabes el precio que eso tiene. Todo en la vida tiene un precio, Jesús tuvo que pagar un alto precio para sacarnos de la muerte, y ese precio fue servir al Padre. Jesús no vino para ser servido, vino para servir al Padre en todo momento.
¿Cuántas veces queremos imponer nuestra voluntad, nuestro reino, nuestro pensamiento? Y no queremos aceptar la verdad que Dios nos presenta, que es la única verdad. La verdad que existe es la única que Él tiene para nosotros, no es nuestra verdad.
Nuestra verdad nos engaña, como en el caso de esa madre que tenía dos hijos; ella quería que sus hijos se sentaran uno a la derecha y otro a la izquierda del Señor Jesús. «Por eso Jesús le dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber? Ellos le dijeron: Podemos. Y él les dijo: Mi copa ciertamente beberéis, pero sentarse a mi derecha y a mi izquierda no es mío el concederlo, sino que es para quienes ha sido preparado por mi Padre.» Mateo 20:22-23
Por más que el Señor Jesús sea nuestro Salvador, con toda la autoridad que le dio el Padre, nunca aprovechó ser Su Único Hijo para decidir por sí mismo quién se sentaría a Su lado. Jesús no eligió porque se ponía en la condición de siervo.
Cuando queremos imponer nuestra voluntad, hacer las cosas a nuestra manera, no queremos servir, queremos ser servidos, queremos que las personas nos entiendan. Y, de hecho, hay un alto precio que debo pagar para cumplir la Voluntad de Dios, y ese precio es desprenderme de mi propia voluntad, negarme a mí mismo y servir a Dios. Ese es el cáliz que todos aquellos que sirven a Dios beben.
Ese es el precio que la fe demanda; la fe en Jesús nos exige no hacer las cosas según la comodidad, a nuestro modo, a nuestro gusto, sino hacer lo que hay que hacer. Como, por ejemplo, perdonar a aquellos que nos ofenden, porque nosotros también cometemos errores y necesitamos perdón, debemos ceder, reconocer nuestros errores, porque no somos perfectos.
Y esta fe no es simplemente levantar las manos al cielo y agradecer a Dios por todo; esta fe exige decisiones de abandonar el pecado, dejar una vida errada, renunciar a nuestra propia voluntad, a nuestro modo, a nuestras manías.
Cuando no nos servimos a nosotros mismos, cumplimos la Voluntad de Dios, el Reino de Dios. Aceptamos aprender, corregir nuestros errores, cambiar y reconocer nuestras fallas.
Entiende tu posición, ¡fuimos comprados! Mira lo que Jesús hizo por nosotros, Él compró nuestra miseria, llevó sobre sí nuestros pecados, ¡ahí en la cruz!
Y si Él hizo todo por mí, y yo no acepto ni siquiera pagar el precio que esta fe demanda, entonces mi fe es falsa, mi fe es religiosa.
La venida del Señor Jesús a este mundo se caracterizó por Su entrega total, y eso es lo que tenemos que asumir, negar nuestra propia vida, nuestra propia voluntad y someternos a la Voluntad de Dios, porque esta es perfecta y trae paz.