¿En quién confiar?

Es el primer día de clase y comienza el maratón escolar.

Mi hija ya está en la fase de pre-adolescente, muchas preguntas empiezan a surgir.

El hecho es que al entrar en la escuela me deparé con una escena…

Niños entre 12 y 15 años, conversaban en grupo, todos arreglados, cabello bien peinado.

No sé que me pasó aquel día, pero tuve un ataque de sentimientos mezclados con preocupación.

Miré a mi hija y pensé:

¿Ahora cómo será? Ella comenzará una fase es descubrimientos… ¡El mundo parece que quiere degollar a nuestros hijos!

Pensé en aquellos niños yendo encima de mi hija, pensé en las malas influencias… Uff pensé y sentí.

Fueron breves momentos entre el portal y la clase, donde después entramos; yo ya había olvidado el ataque fulminante de los sentimientos.

Solamente añadir que yo venía con ella por el camino hablando de las malas influencias.

Era Lunes, por la tarde estaba limpiando la casa en silencio, mis pensamientos estaban tranquilos.

Fui cogida por sorpresa…

-¿Sabes aquel sentimiento de preocupación que sentiste?

Es porque no estás confiando en Mi y en mi trabajo en la vida de ella.

Mi corazón se llenó de temor. Dios hablaba conmigo.

No importa la condición, la situación, o las réplicas que queremos dar para camuflar lo que no agrada a Dios.

Esa experiencia fue una forma de despertar y abrir mi visión acerca de la confianza en Dios.

“Siempre que te preocupas, te quedas ansiosa, quieres resolver las cosas a tu manera o sentir aquello que no te deja tener paz, es porque en el fondo no estás confiando en Dios.”

Evalúa en qué área de tu vida no has confiado en Dios y por eso has estado preocupada, incluso creando escenas en tu mente de algo que no ocurrió o que nunca va a ocurrir y decídete a entregar y confiar todo en las manos de Dios.

“Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, porque en ti confía.” (Isaías 26:3)