En la Hoguera Santa mi hijo fue curado

Con el informe (informe clínico) en manos busqué entender sobre el tema, leí muchos libros, entré en paginas webs, asistí videos, visité centros de tratamientos, etc. En fin, conocí a mi enemigo, me armé contra él ¡y fui a la lucha!

El autismo tiene diversas definiciones; algunas hipótesis que lo causan, innumerables tratamientos, sin embargo no existen cura. Si, esta es la respuesta que recibimos: “Busca mejorías, aprende a llevarlo de la mejor forma, porque es para siempre, no te ilusiones, puede haber avances como también retrocesos.”

Cuando oía eso, yo solo pensaba una cosa: “¡Está amarrado! Esto es totalmente en contra de mi fe”. Siempre respete a los médicos y especialistas, pero dentro de mi, como madre que cree y conoce el Poder de Dios, oír estas palabras era algo surreal.

Yo absorbía lo que era bueno para usar con Gabi, pero no dejaba que terminasen de hablar sobre el conformismo.

Vino la Hoguera Santa, e incluso antes de que empiece yo ya estaba en oración, tenía certeza de que mi perfecto sacrificio traería a la existencia lo que aún no existía y me preparé para eso. Preguntaba a Dios todos los días:

“Señor, ¿qué quieres de mi? Yo quiero sacrificar, pídeme y Te daré”, esta fue mi oración constante, hasta oír la Voz de Dios.

Él me pidió y no tuve dudas, era algo muy especial, de un valor inestimable, sin embargo, ¿qué era eso comparado a lo que yo estaba deseando?

Corrí para sacrificar, sudé, hice lo que Dios me pidió y aumenté mi sacrificio, ¡fui más allá!

Amo esta fe Abrahámica que a quien obedece, contesta; porque es esta que nos garantiza lo inimaginable.

Subí al Altar con Gabriel en los brazos, allí entregué mi voto y a mi hijo, y dije: “Ahora él es tuyo Señor, yo hice mi parte”. ¡Fue tan fuerte, que desde aquel instante todo cambió! No fue nada de un día para otro, pero existió un antes y un después, yo no dejé de trabajar con él o de buscar cualquier otra mejora, pero dentro de mi ya tenía la certeza de la victoria. Mi hijo aún presentaba todos los síntomas, sin embargo, yo lo veía sano.

A los pocos meses, puedo decir que mi hijo renació, él me miró a los ojos, me vio y me abrazó, cosa que no teníamos. Día a día, mes a mes, año tras año, Gabi fue siendo transformado, los síntomas fueron desapareciendo sin medicación y hoy él es prácticamente normal, la cura llegó, ella existe y empezó el día que subimos al Altar.

Querida madre, lo que deseas de Dios jamás se comparará a lo que puedas sacrificar, Dios siempre hará más y mejor… ¡lo hará Perfecto!

Aprovecha tu oportunidad de hacer realidad tu tan esperado sueño a través de esta campaña, sube al Altar y trae contigo a tu hijo transformado.