Difícil de Entender

¿Cuáles eran los motivos de las reacciones que tenía? No lo entendía

¿Por qué actuaba de una forma qué yo misma me condenada?

¿Por qué actuaba de forma egocéntrica?

¿Por qué no reconocía mi error tan fácilmente?

¿No había tenido yo toda la enseñanza cristiana en casa?

¿Por qué actuaba en contra de aquello que aprendí? ¿Cuál era la razón?

No percibía ni comprendía mis actitudes abominables. Pero una cosa era cierta, siempre que era reprendida, sea por mis padres, hermana o marido…yo veía claramente mi error delante de mí. Me dolía, y allí estaba yo llorando de nuevo, porque estaba siendo reprobada ante los ojos de Dios.

Buscaba con fervor, oraba con más intensidad e incluso actuaba de forma diferente, contrariando lo que estaba dentro de mí. Sin embargo, delante de las adversidades, volvían las mismas reacciones.

¡Parecía que el problema estaba incubado! Por más consejos y orientaciones que recibiese – nada ni nadie conseguía arrancarlo cuando sentía el trauma de nuevo, por algo que me hacía recordarlo.

Hasta que un día, leí algo que me llamó la atención.

“Si guardas mis mandamientos…” Juan 15:10

Me paré ahí. Y me quedé pensando. ¿Qué he guardado? ¿Mandamientos o sentimientos?

Normalmente nos acordamos más de lo que es negativo, que de lo que es positivo. Y se queda ahí guardado. Nadie lo toca, porque está guardado con “siete llaves”.

Al día siguiente, vi el cuadro nuevamente repitiéndose cuando recordé nítidamente este pasaje. Y oré:
– No voy a guardar lo que estoy sintiendo en este momento, voy a guardar lo que está escrito. Oré con fervor dentro de mí y aquel sentimiento salió de inmediato.

Después de algunos días, aún cuestionando lo que había sentido y el pasaje que había leído. Indagué hasta encontrar: ¿Por qué me siento así? Quiero saber cuál es el motivo.

Y el propio Dios me habló.

Cuando Él habla, es tan fuerte y tan profundo, que me quedé días viendo y entendiendo lo que Él me había revelado. Confieso que lloré durante días, no podía hablar del asunto que…allí estaba yo, llorando ¿Por qué?

Porque me vi nítidamente. Todo encajó perfectamente. Y así como yo me vi, entendí no solo todo lo que se relacionaba a mi, en cuanto a mis acciones.