- 14
- Oct
- 2014
De hijos a padres : Raíz de amargura
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Hola a todas. Agradezco su participación en el post anterior, cuyos comentarios tanto me añadieron, y me remito en particular a una cuestión surgida de la observación de nuestra querida internauta Salete Dartora.
¿Y cuando, por la falta de conocimiento, los padres fallan en el cumplimiento de su deber?
Recuerdo cuando las autoridades instituidas, padres, profesores, agentes de la ley, etc., servían como verdaderas referencias. Parecían inalcanzables y perfectos, a los ojos inocentes de un niño. De hecho, no se observaba tanta corrupción, como observamos en los días de hoy, y con tamaña propensión a multiplicarse. Existía, a buen seguro, un cuidado más purificado en resguardar determinados valores, que hoy no se observa.
Pero no todo se basa en eso. Por mejores intenciones que alguien pueda tener, eso no nos hace completos.
«Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento.» (Oseas 4.6)
Traicionar, matar, robar, prostituirse, adulterar, no deben ser asociados sólo a “pecados grotescos”, pero se convierten en reflejos reales de quienes somos, con graves consecuencias para quienes amamos.
Y no creo que la gravedad es menor cuando, a través de palabras impensadas, los padres maldicen a sus hijos, les lanzan plagas, aun sin darse cuenta, fruto de momentos de ira e impulso, como: “Nunca serás alguien en la vida.”; “Vas a ser un desgraciado como tu padre…”; “Si sales de esta casa, vas a ir por la calle de la amargura…”.
¿Usted tiene noción que una raíz maldita, de este género, puede dar frutos podridos, durante largos años, en la vida de una persona, alimentada por el odio, el dolor, el complejo y la amargura?
En nuestro día a día, atendemos personas cuyo mal, que gestiona este mundo, se manifiesta, identificándose cómo una de esas raíces, cargada durante años, cuyos daños se extendieron a todas las áreas de aquella vida.
Pero Andreia, ¿por apenas una palabra ? ¡Sí amiga! Una palabra influencia de tal manera que tiene capacidad para construir y destruir reinados, hacer o romper alianzas. Ahora imagine la influencia en un interior vacío de Dios, sin protección…Por eso, padres, mucha atención, no sólo con los errores grotescos, a buen seguro destacados, pero igualmente con palabras proferidas, semillas lanzadas que, como referimos en el post anterior, una vez alimentadas, pueden provocar terribles daños.
Pero gracias a Dios, no es irreversible!
Si usted se identifica como víctima de lo que dijimos, o el propio autor, perciba que no es sólo su buena intención que la impedirá de equivocarse. Observe que, por falta de conocimiento de la Palabra de Dios, y de la subsiguiente práctica, nuestra tendencia natural es la de equivocarse de manera consecutiva en perjuicio propio y ajeno.
– Si frecuenta la Iglesia, revise como han sido sus palabras y acciones, si realmente están de acuerdo con La Palabra de Dios;
– Si detecta una raíz de amargura, por más que le parezca insignificante, líbrese de ella, a través del uso de la fe. Si es necesario, converse con un hombre o mujer de Dios;
– Si no frecuenta la Iglesia, pero se da cuenta que hay una fuerza opresora que la impele tener reacciones que no consigue controlar, es momento de actuar contra todo lo que la pretende dominar. Visite hoy mismo una Iglesia Universal o infórmese a través de nuestras líneas 24 Horas, donde podrá recibir orientación y acompañamiento personalizado.
Informaciones por mail: blog@www.vivianefreitas.com
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Yesica
14 junio, 2016 a 2:2
Tanto la palabras de bendición como de maldición tiene poder por eso debemos cuidarnos con lo que decimos. Cuidare mas mis palabras
johanna
5 noviembre, 2014 a 11:2
muchas verdad esto de la palabra la raíz seguramente como fue muy infundada ya que por mi propia experiencia fue muy duro escuchar a mama siempre de una manera herrada mas siempre decía que asi la criaron y asi tenia que ser conmigo solo Dios para hacer todo diferente en mi vida . mi mama cambio y yo también
Juliana Santamaria
31 octubre, 2014 a 23:2
Mucha razón Sra Vivi, la verdad es que nosotros tenemos el poder de edificar o destruir a alguien no solo con nuestros actos sino también con nuestras palabras. Debemos ser cuidadosas con las palabras que salen de nuestra boca porque ya sean buenas o sean malas estas palabras dejan una huella en la vida de las personas. Si dijimos alguna palabra que hirió a alguien con Dios puede sanar la herida sin embargo muchas veces quedan cicatrices. Vigilemos aquello que decimos.