- 18
- Ene
- 2013
Cuarentena – Dia 5
- 18
- Ene
- 2013
“Y él hará volver a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios.
E irá delante de Él en el espíritu y poder de Elías para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los desobedientes a la actitud de los justos, a fin de preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto.” (Lc.1:16,17)
He aquí la respuesta de la pregunta de ayer…
¿Qué es ser grande delante de Dios?
Es tener osadía; convertir a muchos de los hijos de Israel – los que están dentro de la Iglesia – a Dios.
Existen muchos que incluso dicen que son hijos de Dios, pero que, en la práctica, llevan una vida contraria a la fe. Han vivido a su “manera”; creyendo que, de esta forma, alcanzarán algo de Dios.
La conversión no es otra cosa que un cambio de dirección.
“E irá delante de Él en el espíritu y poder de Elías…”
Este Juan Bautista que el ángel presentaba a Zacarías, ¡no era un cobarde! No se dispondría jamás a ir delante de Dios en la “carne”, precipitado o ansioso… Sino en el espíritu, que significa permanecer vigilando; atento…
Cuando se va delante de Dios se permanece atento a lo que es correcto o errado; no se queda esperando que Dios haga las cosas; que lo toque o que le mueva.
¡Va adelante; está alerta!
Y quien va adelante, son apenas los corajosos y audaces. No se colocan en la frente de la batalla los tímidos, sino los que no temen encarar el desafío.
¿Y quien era Elías?
Cuando se habla de Elías, ¡nos acordamos de la fe! De alguien corajoso, que solo enfrentó a los profetas de Baal y venció… (I Reis 18:25)
Entonces, si la persona es tímida, miedosa, cobarde, tiene recelo o vive preocupada con aquello que los demás piensan… Automáticamente, no es grande delante de Dios.
¡NO! Permanece en su espíritu de debilidad, que es limitado…
Observa que Juan iba en el espíritu y poder de Elías, para convertir el corazón de los hijos de Israel… No era para aparecer, ¡sino para mostrar la Verdad! Ser audaz, ¡revelando lo que es cierto!
Y solo hay capacidad para revelar esa audacia, en el momento en que se vence la debilidad que nos hace esclavos. Si existe un peso en la conciencia, “esta presa” del error o es cómplice del pecado, no se puede vivir ese poder y, mucho menos, pasarlo para los demás.
Existen muchas personas en la Iglesia que están esperando a alguien audaz que les hable la verdad, para convertir su corazón. La audacia no sirve como humillación, sino como una forma directa de libertad del alma.
Así era Juan el Bautista que, a pesar de su espíritu audaz de poder, era amado y seguido por todos lo que tenían sed de la Verdad. A Él no le preocupaba agradar a nadie, sino al propio Dios, convirtiendo a los oyentes por medio de la exhortación al arrepentimiento.
Soy yo, que he conocido la Palabra de Dios, que me haré escogida para llevar está salvación a los demás. ¡De mi depende que se cumpla está promesa.
Existe un enfrentamiento de lo que está mal; una dirección y una disciplina… La conversión del corazón es justamente anular los sentimientos que afloran en las personas: El miedo, la timidez, la cobardía, la inseguridad…la duda.
¿Qué me hará libre de estos sentimientos?
¡Precisamente cuando yo actúo de acuerdo a la fe inteligente!
Cuando oigo la voz del siervo de Dios, atento para la verdad y ahí, me disciplino y me convierto: Dejo de hacer lo que normalmente haría, en función de los sentimientos, para hacer lo que está escrito, que es la obediencia ala Palabra.
Amiga, me gustaría que pienses…
Qué nos hace ser grandes delante de Dios, es el hecho de que Su Palabra está viva y es eficaz en nuestro interior.
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natalia martinez
16 junio, 2013 a 15:2
yo no estaba queriendo reconocer,Dios hablo conmigo ahora leyendo,yo muchas veces me quedo diciendo quien tiene Espiritu de Dios es osado,mas a mi me frena eso,no avanzo Dios hasta me coloco en lugares para actuar romper eso y yo m edejo vencer y cómo ÉL me v acolocar imagino como a Juan confiandome esa misión
GLORIA MARIA
5 febrero, 2013 a 5:2
Me ayudo. Me quedo con este pensamiento «Y solo hay capacidad para revelar esa audacia, en el momento en que se vence la debilidad que nos hace esclavos.»
Tengo que vencer mi debilidad que me hace estar apartada de la prescencia de Dios.