Cuarentena – Dia 40

“Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu, y las noticias acerca de El se divulgaron por toda aquella comarca. Y enseñaba en sus sinagogas, siendo alabado por todos.” ( Lc.4:14,15 )

¡Entonces, ahora Jesús tenía poder en el Espíritu, dado por el propio Dios!

Tras todas las tentaciones, Él no sólo predicaría o anunciaría…

La propia vida; su espíritu, tenía poder, porque había vencido, en el Espíritu, las tentaciones.

Cuando vencemos las tentaciones y expulsamos al diablo, callamos su “boca” con nuestra vida; ¡no necesitamos hablar mucho! Permanecemos en el poder del Espíritu, siendo la propia fuerza de Dios, haciéndonos Escogidas cada día.

“… y su fama corrió por toda la ciudad.”

Todas las personas a tu alrededor sabrán que ya no eres la misma, porque has vencido… Y esto, no teóricamente, sino con tu vida.

“Y enseñaba en las sinagogas, siendo glorificado por todos.”

¿Qué gloria era esta?

La gloria de la admiración de todos, porque algo más emanaba a través de sus Palabras. Esta era su gloria…

Lo que recibía en aquel momento, era porque las personas estaban siendo ayudadas. No se revelaba en algo centralizado en Él o egoísta…

Observa como las cosas de Dios son puras: No hay malicia, egoísmo u orgullo, sino algo que hace bien y produce vida para todos.

Y es así que será…

Cuando tu, amiga, venzas tus luchas, ¡nunca más serás la misma!

Además de eso, siempre tendrás experiencias que te marcarán , ¡que te harán desarrollar, crecer y madurar. ¡Te harán fuerte!

Por eso, merece la pena todo el esfuerzo, el sacrificio, la renuncia de la carne y vencer las tentaciones.

No será un mar de rosas para tí, como no lo fue para el Señor Jesús, pero si lees los demás capítulos verás que Él superó todas las adversidades.

¿Por qué?

Porque en su interior estaba fuerte, lo que le permitió vencer lo peor… sólo.

Y así, amiga, cuando vences interiormente, no precisas terceras personas. Cuando vengan tus adversidades, más adelante, sabrás sacar provecho de la fe, porque has aprendido con tu vida; pagaste el precio del sacrificio y de la renuncia y nunca más serás vencida por tus fracasos.

¡No te debilitarás, y los errores y las dificultades se transformarán en oportunidades para materializar tu creencia en Dios!