Complejo de Perfecta –  El Shock

Viviane Freitas

  • 9
  • Mar
  • 2013

Complejo de Perfecta – El Shock

  • 9
  • Mar
  • 2013

Aquel día vi a mi amiga de lejos; solo intercambiamos miradas.

Por la noche, en el Kibutz, nuestra Big me comunicó que me quedaría en la habitación con mi “pledge”, ya que la Big Sister de Guatemala ya no iría a Israel.

Sinceramente, a pesar de que no era algo muy habitual, me quedé feliz, y al mismo tiempo me dije a mi misma que vigilaría mucho más mis actitudes, para no dar “mal testimonio”. Pero cuando la comuniqué la novedad, me di cuenta que ella se quedó aterrorizada: Ella es muy sincera, y cuando no consiguió disfrazar el miedo, dijo:

“Señora, yo tenía tanto miedo de que eso ocurriese…”
Uyyy, eso dolió, pero busqué bien en el fondo la razón para entender que era normal que ella se sintiese así.

“Ya lo sé Fer, pero vamos a aprender la una con la otra, ¿está bien?
” Ella dio una sonrisa congelada, y yo luché en contra del ataque nuclear de sentimientos que vienen de todos los lados.

De aquí en adelante será difícil detallar todos los hechos. Lo que puedo resumir es que, hasta entonces, no me acuerdo haber vivido momentos tan terribles. Yo sé que parece muy extraño, e incluso exagerado, pero parecía tan surrealista estar pasando por aquel ataque infernal, allí en Israel…

Hacia donde yo miraba, en cualquier lugar que estuviese, ¡en medio del grupo, sola o incluso en el baño! La voz era muy alta, asquerosa, oscura. Yo resistía todo el tiempo, con toda la fe que existía dentro de mi. Por más que aquel tormento fuese constante, también existía un escudo que protegía las partes vitales de mi alma. Y mi espíritu resistía… apenas resistía.

¡Entonces vino el “Shock”! Jerusalén, Ciudad Antigua. Caminando por la ciudad amurallada, la mayoría de los turistas se quedan impresionados con nuestro grupo, y paran para ver y preguntar quiénes somos.

Terminamos de recorrer la Vía Dolorosa, y nos aproximamos al muro de las lamentaciones. Disculpa, puedes escandalizarte con lo que vas a leer ahora, pero yo no me acerqué – ¿qué? Si… todas fueron apresuradamente dirección a la minúscula parte que resta del Templo – la parte destinada para las mujeres es más pequeña todavía, pero yo no fui.

Me quedé observando de lejos aquella escena, como si el lamento de todas aquellas personas ya estuviese dentro de mi – “Yo soy ese muro”, pensé. “Tu sabes que ya es insoportable, y parece que mi clamor no llega hasta Ti, ¿por qué no me respondes? ¿Cuándo me vas a responder?”

Mis ojos arden, no son lágrimas, es un dolor como de una espada cortando mi alma. Los cierro por unos segundos, intentando encontrar aire, y cuando los abro la veo pasando, mi Amiga, con Laine.

Cruce de miradas, veo el pedido de socorro en los ojos de Laine, ella me llama. Algo no está bien. Me olvido de mi y salgo corriendo.

“¿Qué pasó?” “Voy a llevarte a comer…” “Es que no consigo comer nada, ya estoy sin fuerzas; no hay nada de lo que acostumbro a comer aquí.” Dice mi Amiga.

“Pero, no hace falta que vengas. ¿Por qué la has llamado?”, termina la frase, molesta con Laine.

Ayyy, allí viene el maldito sentimiento de nuevo. El taxi para en la puerta del restaurante. Entramos, está vacío, enseguida nos atienden, hacemos el pedido rápido. Mi Amiga ya recupera las fuerzas, extrovertida y divertida como siempre. Amo estar cerca de ella, es como aquella sensación que tenemos cuando estamos algunos días fuera de casa y, cuando se entra, sabemos que estamos en un ambiente conocido. Acogedor. Ver toda la verdad que los enormes ojos que ella tiene transmiten cuando me mira, de una forma tan transparente, siempre fue un abrigo.

“Habla de ti Laine, cuenta…”
– ella incentiva. Laine comienza a contar sus experiencias en aquel país.
Yo, tranquila, tomando mi delicioso zumo de granada…
“Porque, tu ya lo sabes …», mi Amiga cortando a Laine “Patricia, ¡yo no conozco a Patricia!” Casi me atraganto con el zumo. Miro hacia ella, riéndome casi sin gracia. Pero veo que ella no está de broma.

“Es un gran placer, yo soy Patricia” – reacciono frente al golpe inesperado, intentando cambiar de asunto, con miedo de perder el resto de apoyo que aún tenia en la faz de la tierra.

Dejo un espacio y la conversación continua. No me conoce, ELLA no me conoce. ¡Dios mío! Me quedo tonta, es como si mi espíritu estuviese tambaleándose. Parece que escucho, si, parece la voz de Él diciéndome: “No os conozco” Tumm (este es el barullo de mi cuerpo cayéndose a cámara lenta) 10,9,8,7,6,… no hace falta contar más. Aquellas palabras me derrumbaron, de una vez. Pero hasta entonces yo no lo entendía, esa fue la respuesta que le había pedido a Él.

Ya sabes lo que voy a decir aquí, ¡¿verdad?! Si, la semana que viene termino la historia, y ¡me presento formalmente a vosotras!

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