- 18
- Jul
- 2014
39º Día – La mujer adúltera
- 18
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¡Hola a todos los internautas!
Ya estoy aquí, en el Tempo de Salomón, a la expectativa del Sábado, intercediendo por la Iglesia en todo el mundo, por aquellos que hicieron sus votos y sacrificios.
Hoy vamos a hablar sobre la “Mujer Adúltera”:
“Los escribas y los fariseos trajeron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola en medio,
le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio.
Y en la ley, Moisés nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres; ¿tú, pues, qué dices?
Decían esto, probándole, para tener de qué acusarle. Pero Jesús se inclinó y con el dedo escribía en la tierra.
Pero como insistían en preguntarle, Jesús se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en tirarle una piedra.
E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.
Pero al oír ellos esto, se fueron retirando uno a uno comenzando por los de mayor edad, y dejaron solo a Jesús y a la mujer que estaba en medio.
Enderezándose Jesús, le dijo: Mujer, ¿dónde están ellos? ¿Ninguno te ha condenado?
Y ella respondió: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Yo tampoco te condeno. Vete; desde ahora no peques más.” (Juan 8:3-11)
El Señor Jesús dice: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar.” (Mt.11:28)
Tú puedes ser el peor pecador del mundo, pero, como ciertamente ya has acompañando en las predicaciones del Obispo Macedo, y en las reuniones, siempre sois invitados a ir delante del altar, aquellos que quieren arrepentirse y asumir su fe. No importa su pasado. Para el Señor Jesús, lo que importa es de ahora en adelante.
Pero si la persona quiere permanecer en su pecado, prevaleciendo en fallar y “disfruta” de sus errores, la situación no le será favorable, porque el salario del pecado es la muerte.
Observa que, los primeros que acusaron a aquella mujer, fueron los escribas y fariseos, porque eran estudiosos, conocedores de la Ley, y pretendían encontrar algo para acusar al Señor Jesús, en Su conducta y Palabras.
Pero, cuando oyeron Su respuesta: “El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en tirarle una piedra.”, acusados por su propia conciencia, se fueron retirando uno a uno, empezando por los más mayores, hasta los últimos.
Todos nosotros, humanos, tenemos nuestra conciencia. Podemos diferenciar lo que conviene de lo que no conviene, lo que es puro, de lo impuro. Y esto, es tengamos a Dios o no, porque desde niños aprendemos a distinguir lo correcto de lo malo. Incluso la mentira, que es una de las primeras cosas que el niño aprende, la usa para esconder sus errores.
Lo que ocurrió es que los fariseos y escribas que conocían bien la ley, sabían que aquella mujer debería ser apedreada. Pero el Señor Jesús no vino para condenar; Él vino para salvar. Justamente lo contrario de lo que muchos piensan: Que llegando a la Iglesia van a sentirse acusados. En realidad, su conciencia ya los acusa, sabiendo que necesitan salvación; un socorro o algo que les de una esperanza.
Cuando alguien comete errores gravísimos, en la sociedad es condenado a prisión, a veces durante varios años, según el crimen cometido.
Ahora imagínate, ¡¿cuando cometes varios errores de conducta, de carácter, que pueden considerarse como los peores problemas o pecados?! Por ejemplo, cuando mientes, engañas, incluso a través del adulterio, que es una forma de ocultar el pecado, como era el caso de aquella mujer… Pero, cuando ella fue hasta el Señor Jesús, poniéndose delante de Él, el Señor Jesús no la acusó, sino que la dijo: “Mujer, ¿dónde están ellos? ¿Ninguno te ha condenado?
Y ella respondió: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Yo tampoco te condeno. Vete; desde ahora no peques más.”
En otro trecho del Evangelio puede leerse con más detalle acerca de la práctica del pecado: “ … Después de esto Jesús lo halló en el templo y le dijo: Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te suceda algo peor.” (Juan 5:14)
Los errores que cometemos pueden llevarnos a consecuencias drásticas en nuestras vidas, como infelicidad, tristeza, inseguridad, y una serie de sentimientos, que incluso inhiben nuestro derecho de hablar con Dios. A través de la fe en el Señor Jesús, reconociendo nuestros propios errores, y odiando nuestros fallos obtenemos el perdón.
Y esto, no se traduce en algo superficial, sino en un dolor, no de acusación, sino de haber sido una persona injusta con Dios, en su proceder. Tanto hacia Dios, como para las personas de su alrededor.
Cuando existe ese “dolor”, hacia el error y pecado, el Señor Jesús te acoge. Pero esto sólo ocurre con aquellos que un día se sintieron tan acusados como esa mujer, como yo también me sentí… Pero ¡Jesús no me condenó! Extendió Sus manos, Sus brazos hacia mi, y fue allí cuando yo vi Su gran amor.
Es en ese momento que Le das importancia como Salvador, porque te “viste”, ¡así como esa mujer adúltera! Imagínate habiendo engañado y adulterado; el peso de la conciencia, más las personas de tu alrededor acusándote. Estarías atormentada…
El pecado nos atormenta, pero cuando nos volvemos a Dios, nos damos cuenta y asumimos nuestro pecado como algo “asqueroso”, “sucio”, entonces conocemos al Señor Jesús como nuestro Salvador.
Observa que las personas que lo acusan no tienen piedad, y no procuran enseñar a mirar a la fe y arrepentirse, porque ellas mismas no veían su condición. El Señor Jesús, que realmente no cometió ningún pecado – el Único – podría acusar a aquella mujer, pero no lo hizo. ¡Por qué Él ni vino para condenar, sino para salvar!
Yo no sé cual es tu condición querido internauta, pero si sé algo: Errores, fallos, pecados, todos hemos cometido, pero si existe realmente arrepentimiento, eres grata a ese Dios, no por la boca de los demás, sino por lo que has vivido. Te encontrabas en una situación en la que estabas condenada al infierno, en una vida completamente sin esperanza, pero el Señor Jesús borró tu pasado, haciéndote tener nuevos horizontes y perspectiva de vida.
Así es nuestro Dios, ¡y por eso Lo adoramos! Porque ya estuvimos en esa condición, y, por eso, existe gratitud, temor a Dios y reverencia. Porque lo que Él hizo por mi y por ti, no fue impuesto por una religión, sino fruto del amor incondicional que Él tuvo hacia nosotros.
El Señor Jesús te acepta a partir del momento en el que te arrepientes.
¿Odias el pecado y tus fallos? ¡Mira hacia delante! La de inteligente te permite odiar el pecado y resolver la cuestión. Habla sinceramente con Dios, exponle todo sobre ti, y, así, verás Su salvación.
Mañana será nuestro último artículo de la Cuarentena, pero tengo una sorpresa preparada. ¡No te lo pierdas!
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Andrea
26 julio, 2014 a 5:2
Sra:
Lo que + me impacta es cuando menciona, mujer, dde están ellos?, ninguno te ha condenado, sorprendentes palabras y muy inteligentes. El Señor Jesús, maestro de maestros.