- 13
- Jul
- 2024
Ep. 03¿Quiénes son los felices?
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¿Cómo es el reino de este mundo? En el reino de este mundo no puedes cometer errores, no puedes fallar, no puedes mostrar tus debilidades a nadie.
Aquí en este mundo, si cometes un error, es como si tuvieras que ocultarlo, porque nadie puede saberlo, ¡estás condenado!
Así es el reino de este mundo, pero ¿qué dice el Señor Jesús acerca de los pensamientos de Dios?
Él dijo así:
«Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos.» (Mateo 5:3)
Así que nadie entra a este Reino de los Cielos con un espíritu altivo, una persona que finge estar bien, cuando está mal, que se sigue camuflando.
En el Reino de los Cielos, donde vive Dios, los orgullosos no entran.
Cuando hablamos de esta pobreza de espíritu, se relaciona este profundo sentimiento de humildad, que nos hace reconocer nuestra miseria espiritual y nuestra condición de pecadores.
Si tenemos esta mirada altiva, no la reconoceremos, pero si tenemos una mirada sincera dentro de nosotros mismos, entonces veremos cuánto dependemos de Dios, de su misericordia, de su compasión, y son estas personas las que pertenecen al Reino de los Cielos.
Quizás ya sigues nuestros mensajes, eres un obrero, un pastor, una persona que tiene un cargo eclesiástico en tu iglesia, pero te resistes a la verdad, no reconoces tus faltas, no te miras a ti mismo, Miras a los demás, ¿crees que vas a ser feliz? ¿Encajarás con estos pobres de espíritu?
No pienses que pobre de espíritu significa no tener dinero, significa no poder permitírtelo, ¡no! Pobre de espíritu es ver tu miseria espiritual, ver que hay una situación agravante en tu alma y que necesitas ayuda.
Cuando reconoces esto, te vuelves muy feliz por Dios, porque así buscarás, insistirás, llorarás, te entregarás, le contarás a Dios sobre ti.
Ahora, hablemos de lo contrario, tú que no eres pobre de espíritu, que no reconoces tu estado espiritual, tu necesidad, entonces ¿cómo afrontarás las cosas de Dios?
Escucharás la Palabra, nada te tocará, entrarás y saldrás de la iglesia de la misma manera, ni siquiera recordarás lo que se dijo, o si lo recuerdas, dirás lo que entendiste, ¿por qué? Porque fuiste a la reunión, diste tu diezmo, oraste, cantaste, alabaste a Dios, pero estabas lejos, estabas distante, porque no veías tu necesidad.
Y entonces no hay manera de que tú seas salvo en esta condición, porque tú no eres perfecto y yo tampoco, por eso necesitamos buscar a Dios.
Ahora, si te sientes lo suficientemente feliz como para cumplir con tus obligaciones y no estar cerca de Dios, y no acercarte a ti mismo, porque no te acercarás a Dios mirando a los demás. ¡No te acercas a tu familia mirando a los demás! Pero cuando hablas de ti mismo, cuando eres transparente, cuando muestras tus necesidades.
En los momentos en que admití mis errores ante Dios, fueron los momentos que tuve que entregarme a Él, cuando me abrí, hablé de quién era, cómo era.
Y en esa situación agravante en mi mente, en la que expuse mi clamor a Dios, pedí su ayuda, y no una respuesta a una situación que me amenazaba, nada de afuera, sino la principal amenaza que veo importante es cuando se trata de mi alma.
Porque cuando estoy molesta, llena de mis verdades, entonces no cambio. Cuando me resisto a las señales que suceden a mi alrededor, es decir, que hablan de mí, de cómo me comporto, no cambio.
Todos los problemas y dificultades que tenemos hablan de nuestra alma, pero la cuestión es que muchos no hablan de ello con Dios, son reacios por dentro. Incluso hablan consigo mismos, juzgan, condenan a las personas, pero no asumen la responsabilidad de cambiar, de buscar, de reconocer sus faltas.
Y luego la persona pasa el tiempo, los años, y sigue de la misma manera. Ahora, cuando ella se humilla, como tuve que hacer varias veces, porque no soy perfecta, pero mis imperfecciones me hicieron acercarme a Dios, reconocer mi condición espiritual, que Él era el único que podía salvarme. Y era Él a quien buscaba para sacar mi alma de esa situación, de esa frustración.
La Palabra de Dios no me enseña a ser esa persona, pero me enseña a ser transparente, sincera, verdadera, a asumir mi condición, a luchar, a ser humilde, a ejercitar la fe, a ir a la iglesia con fervor, a hablar con Dios sobre mí.
Cuando hablo de mí mismo, cuando odio mis injusticias, mis errores, mis pecados, entonces demuestro que amo la justicia, a Dios, su verdad.
Pero mucha gente resiste, y no son pobres de espíritu, sino arrogantes, orgullosos y por eso no salen de donde están.
Esta es tu oportunidad de rendirte, ¿cuánto tiempo ha pasado? ¿Cuántas señales están revelando lo que has estado haciendo y cómo has reaccionado? ¿Cuál ha sido tu oración, tu conversación con Dios? ¿Has oído lo que te has dicho a ti mismo y lo que le has dicho a Dios?
¡Aprovecha esta oportunidad!
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