Servir (4ª Parte)

Si has acompañado el artículo anterior, hablábamos acerca de cómo nuestra adoración, nuestra oración y la manera en cómo nos presentamos delante de Dios dice mucho sobre nosotras. Es más, expresa verdaderamente quién somos delante de Él y la calidad de nuestra fe.

El problema, muchas veces, no es la falta de oración, sino de sensibilidad espiritual, que no permite a la persona discernir su propio estado.

¿Y por qué?

Exactamente porque dejó de ver sus conflictos personales, tales como la ansiedad,  la inseguridad, el miedo, la impulsividad, etc., como algo grave (pecado). Estos conflictos (etiqueta tema sentimientos) son lo que te caracterizan, ya que hacen parte de tu naturaleza. Situaciones que son constantes en tu vida, que persisten en tu interior.

Mientras que seas tolerante con tu problema y no lo veas como una responsabilidad tuya, nunca vas a cambiar, y tampoco verás la necesidad de provocar ese cambio. Y esto va generando problemas también en tus relaciones, porque esos sentimientos te hacen ser impulsiva, hablar lo que no debes, actuar de forma errada, etc.
Por esta falta de vigilancia sólo percibes el error que has cometido si alguien te lo dice o cuando recoges las consecuencias de tus acciones.

Y es así porque siempre estás con tu mente ocupada con cosas ajenas, estas te distraen de tu propia necesidad.

No buscas a Dios porque reconoces que lo necesitas, sino simplemente por gratitud…. Vives de acuerdo con lo que acontece según tu entrega a terceros, como resultado de un atendimiento, un acompañamiento, una reunión, una oración que hiciste por un familiar y este mejoró; tu cura, en fin, algo que siempre está relacionado con el PODER de Dios, pero no en resolver algo relacionado a tu interior.

Amiga, ¿ahora entiendes el motivo de que independientemente de que seas una “buena persona”, el por qué no consigues servir en tu totalidad?

Yo nunca tuve problemas con nadie que estaba a mi alrededor, incluyendo esposas de pastor, yo acompañaba una a una, salíamos juntas, conmemorábamos aniversarios, daba regalos, enseñaba a maquillar, cuidaba, transmitía la parte espiritual, en fin, todo lo que yo recibía, ¡yo lo daba! Yo era “agradable”, divertida, buena de convivir, limpiaba, organizaba, hacía bazar para comprar las cosas para la Iglesia, etc. Y está lucha nos hacía estar más unidas, participativas… no teníamos problemas.

Pero aún así yo estaba en “deuda” con ellas, ¿por qué? porque no atendía sus necesidades interiores. ¡Que es el servir! ¡Incluso haciendo reunión, transmitiendo mensajes fortísimos, no había “sangre”!
En fin, no había resultado en el interior de ellas porque yo misma aún no había alcanzado esos resultados dentro de mi.

Fue cuando encaré mis “gigantes”, que Dios me hizo ver mi realidad y entré en una nueva fase. Todo empezó a ser nuevo para mi, de dentro hacia fuera.

Continúa la próxima semana…