Madres Universal

Esta semana estaba pensando en mis 18 años en la Iglesia Universal: Cuántas cosas aprendí, cuantas enseñanzas, reuniones, atendimientos, exhortaciones, correcciones, siempre con mucha paciencia, perseverancia, incentivo, ánimo, ¡que me hicieron ser quien soy hoy!

Es imposible describirlo y mucho menos agradecer este trato tan especial con tanto amor hacia todas nosotras ¿no es verdad?

Veo la Universal como una Madre, que te recibe con los brazos abiertos, te ama sin conocerte, te acoje, limpia, cuida tus heridas, libera, enseña la Fe inteligente, y a través de ella, te llave a la Salvación.

Delante de TODO esto y mucho más, ¿cómo no amar a quien se da por ti?

¿Quien no te sujeta, no te obliga y no te exige nada a cambio?

Así es nuestra misión de madres: Tenemos que discipular a nuestros hijos de la misma forma que somos discipulados en la Iglesia.

Podemos separar un tiempo para enseñarles la Palabra de Dios, el temor, la obediencia, el diezmo, etc.

En fin, es un trabajo que lleva tiempo, dedicación y amor, exactamente como en la Iglesia, pero que se vuelve necesario cuando entiendes el valor y la importancia de tu misión; ¡cuándo eres consciente de que Dios cuenta con nosotras para una Obra aún mayor! AL fin y al cabo, ¿de qué serviría que recibamos tanto y que no le transmitamos nada a nuestros hijos? ¿qué tipo de amor estaríamos ejerciendo?

Querida mamá y amiga, la sierva hace discípulos, y el primero está en nuestra casa, que podamos seguir este ejemplo vivo de madre, que seamos las madres que “discípulan” a sus hijos, que seamos las “Madres Universal”