LA CODICIA – Episodio 6: La codicia tiene su propio camino

LA CODICIA – Episodio 6 : La codicia tiene su propio camino

¿Cuántas veces tuvimos un pensamiento, un deseo personal que nos quitaba la paz?

Una preocupación excesiva por un familiar o por una persona específica… ¿y cuántas cosas dejamos que pasen desapercibidas sobre nosotros?

¿Cuántas actitudes y comportamientos teníamos causados por ese pensamiento obcecado? ¿Cuántas exigencias que tuvimos a lo largo de la vida nos trajeron amargura de vida? ¿Y por qué? Porque queríamos que las cosas fuesen a nuestra manera, y como sabe, no todo sale a nuestra manera. Y muchas veces, terminamos olvidando valorar lo más importante, que es nuestra alma, que es Dios.

La Biblia dice lo siguiente:

Tales son las sendas de todo el que es dado a la codicia, la cual quita la vida de sus poseedores.” Proverbios 1:19

Cuando está preocupado de forma excesiva con algo, ¿se ha dado cuenta que está apegado a aquello que tanto le preocupa?

Cuando leemos la Biblia, cuando meditamos, tenemos innumerables ejemplos de que Dios habla sobre nuestra entrega, el Señor Jesús dijo esto en diversas ocasiones en los evangelios.

Y me viene a la mente pasajes sobre aquel joven rico ¿se acuerda de él? Él quería tanto la salvación, en aquello que “decía querer” porque puede decir una cosa, pero sus actitudes prueban lo que realmente quiere.

Y cuando Jesús dijo: “Una cosa aún te falta: ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres”, Jesús habló exactamente sobre aquello a lo que estaba apegado.

Todo lo que retenemos, resistiendo, a lo que estamos apegados son cosas que la codicia hace con nosotros. A veces, no nos damos cuenta de esto, pero si observa lo que ha pasado con sus reacciones, con su comportamiento, verá que ni se acuerda de Dios, ¿se imagina esto?

Y dice tanto que ama a Dios, en la reunión dijo que entregaba su vida, pero en su día a día, dice otra cosa para Dios, escogió otra cosa, valora otra cosa.

Como dice aquí: Tales son las sendas de todo el que es dado a la codicia, la cual quita la vida de sus poseedores.” Proverbios 1:19

Yo ya erré varias veces, y tengo que estar vigilando, sino, voy a errar, voy a desviarme nuevamente. Por eso, la fe inteligente es aquella fe que razona, que analiza sus comportamientos, y también nos compara con lo que está escrito, hace un balance. Pero, ¿quién hace esto?  Aquel que procura agradar a Dios.

Sin embargo, quien tiene codicia, está obcecado por una respuesta, para resolver un problema, está perdiendo su propia alma.

Cuando pienso en la Palabra de Dios, me da temor, cuidado y mucha responsabilidad en observarme todo el tiempo. Y es esto lo que es importante para usted que quiere servir a Dios, que quiere agradar a Dios, que quiere ser justa, hacer lo que es correcto, lo que conviene, que es puro. Si desea eso, desea a Dios. Realmente quiere a Dios. Y esto pasa cuando medita en la Palabra de Dios, en forma de búsqueda.

Sabe, ¿cuándo busca algo? Insiste, pregunta, indaga con otras personas, se queda con aquello en su cabeza, cuestionando, interesado en encontrar la respuesta. Y así sucede con aquellos que quieren agradar a Dios. Están mirándose, observándose, buscando en la Propia Palabra de Dios la orientación sobre qué hacer.

Y observe lo que dice continuando ese versículo:

La sabiduría clama de fuera, Da su voz en las plazas:

Clama en las esquinas de las calles concurridas; A la entrada de las puertas de la ciudad pronuncia sus discursos:” Proverbios 1:20,21

Observe que la sabiduría parece una persona que clama, que levanta la voz, que va a los lugares, a las esquinas, grita en las entradas, en las puertas, en las ciudades…,  es decir, la sabiduría, que es Dios, la enseñanza, la Palabra de Él está hablando, está clamando a usted, a nosotros. ¿Quién da oídos? ¿Quién acepta y recibe lo que la sabiduría está proponiendo? ¿Quién?

¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores desearán el burlar, y los insensatos aborrecerán el conocimiento?”

Proverbios 1:22

La Biblia está diciendo lo siguiente: a muchas personas les gusta no estar atentas a su vida. NO quieren razonar. Les gusta vivir sin compromiso, sin responsabilidad, aman la simplicidad. No quieren pensar, no quieren leer, no quieren meditar, no quieren buscar.

Y la Biblia continúa:

Volveos a mi reprensión; he aquí yo os derramaré mi espíritu, y os haré saber mis palabras”

Dios está diciendo: “Quiero darte Mi Espíritu, Mi mente, Mi pensamiento, de forma abundante, quiero que sepas Mis palabras. No quiero que sepas las palabras que el mundo te ha ofrecido, que no te ha llevado a resolver nada. Es decir, está siendo llevado de un lado a otro, sin ningún resultado. Sino que quiero hacer que tengas vida.”

Por cuanto llamé, y no quisisteis; extendí mi mano, y no hubo quien escuchara;” Proverbios 1:24

Observe lo que pasa con la persona que tiene codicia. Se interesa por las cosas que ve, y escoge mirar a las amistades, al dinero, a su reputación, no escogió la verdad, quiere cosas que son pasajeras.

Y Dios quiere mostrarle sobre tener vida no por la parte de afuera, sino empezando dentro de usted. Pero para eso tiene que aceptar la verdad, la vida, la reprensión. Él le está reprendiendo, mostrándole lo que no conviene.

Pero las personas no han aceptado, prefieren su propio punto de vista, sus argumentos, que propiamente a Dios.

“…antes desechasteis todo consejo mío, y no quisisteis mi reprensión;”

Proverbios 1:25

Es muy triste ¿no? Pero esto es lo que ha pasado con muchas personas. Y ahí está el resultado de esa vida, triste y frustrada.

Quizá, usted dice así: “Ah, quiero cambiar…”

Y cuando oye, lo recibe, pero después “se olvida de todo”.

Y ¿por qué? Porque no asumió eso como su responsabilidad. Lo recibió con emoción, sintió. Cuando en realidad, la decisión es racional. Cuando decide, se enfoca en resolver el problema.

¡Piense sobre esto! Y endereza sus veredas, porque la codicia tiene su camino, tiene su voluntad, tiene su manera. ¿No está pasando esto con usted?

Hoy, puede tomar medidas, decisiones, que prueban que realmente quiere cambiar. Pero pruébese a si mismo que no está actuando de manera emotiva, sino con la fe inteligente y verdadera, porque cuando la fe es emotiva, es mentirosa y engañadora.


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