Impaciente

Viviane Freitas

  • 16
  • Nov
  • 2013

Impaciente

  • 16
  • Nov
  • 2013

¿Cuántas veces pensamos que lo que hacemos para Dios no es suficiente?

Soy tan grata a mi Dios por todo lo que Él hace por mi, que siempre quiero hacer más y más, y aprovecho ahora para compartir con vosotras mi experiencia al respecto de esto.

Yo soy una persona muy activa, nunca estoy parada, siempre estoy envuelta en algún trabajo o proyectos de la iglesia, evangelización, Tf-Teen, grupo Rahab, en fin, amo y me siento muy feliz en tener mi vida totalmente ocupada con las cosas de Dios.

¿Dejar algo para después? ¡Jamás! Soy impaciente, acelerada y no espero por nadie, si tengo que hacer algo, tomo una actitud y voy a la lucha, necesito resolver lo que me fue confiado, y por encima de todo agradecer a mi Señor. No voy a decir “no” cuando se trata de lo que hago para Dios… y tu me preguntas: “Pero ¿qué tiene de malo esto?”

Todo lo que es un exceso nos hace mal, ¡y yo me olvidé de eso! Entonces comenzaron mis problemas.

Cuando me di cuenta, mi cuerpo físico estaba desgastado, yo me estaba perjudicando sin percibirlo; abrazando todo lo que me era propuesto. No actuaba con sabiduría. Y mi cuerpo sufría L

Con todo esto acabé enfermándome, sobrecargando demasiado mi cuerpo y trayendo consecuencias como el stress, descontrol hormonal, sistema nervioso alterado, entre tantas otras cosas. Hice tratamientos médicos, pero lo que no sabía era que mi cuerpo estaba rechazando los medicamentos, y, sin saberlo continuaba tomándolos.

No dormía por la noche, mal podía estar de pie, mi cuerpo se quedaba sin equilibrio, quería trabajar, quería hacer todo aquello que me había sido confiado, pero no tenía fuerzas. Sentía tantas cosas en mi cuerpo físico, que me indignaba, no lo aceptaba, yo quería servir a mi Dios. Mi falta de paciencia no daba tiempo a mi cuerpo a recuperarse, pedí a Dios que me curase, pero no había respuesta y YO no quería esperar.

Los médicos me decían que mi cuerpo no estaba soportando tanta sobrecarga de trabajo, mi cerebro no descansaba; la medicación no hacía efecto.
Fue entonces cuando entregué a Dios todos mis sueños, deseos, objetivos, proyectos y dije:

«¡ Señor, si tienes que quitarme todo, puedes hacerlo Dios!”

Y fue exactamente lo que Él hizo: Me quito todo, para cuidar de mi.

En este Ayuno de Daniel, busqué paciencia, porque incluso teniendo el Espíritu Santo, no la tenía, quería un antes y un después, a través del Ayuno en mi vida.

Dios me hizo parar todo, para que pudiese oír Su voz. Él me fue mostrando que lo que estaba haciendo no era correcto, sobrecargué mi cuerpo y ahora no podía hacer nada por haber perjudicado mi salud. Y ¿de qué sirvió tanta impaciencia, tanta exigencia conmigo y con las personas, para hacer y hacer siempre más?

Él no me curó en el momento en qué usé mi fe, porque quería que yo Lo escuchase; ¡Él cuidó de mi! Incluso enfrentando todo eso, había una paz dentro de mi y la certeza de que Él estaba conmigo y que estaba controlando mi vida. ¡Ahora yo oía Su voz!

Entonces mi cuerpo comenzó a reaccionar, porque ya no exigía más de mi, di tiempo para que se recuperase de todo el mal que la medicina y el stress me habían hecho.

Él me enseñó a decir “no” a mi misma, me enseñó a no sobrecargarme y saber cuales son mis límites, hasta donde puedo ir y hacer. No son siempre las cosas a mi manera, no puedo hacer todo, no soy la “mujer maravilla”. Esto no quiere decir que no voy a hacer más para Él; no es eso,… pero yo necesito tener salud, porque sino la tengo, no haré nada más. Él me hizo entender eso.

Fueron momentos difíciles que pasé, pero que me enseñaron mucho a dar más valor a mi cuerpo físico, sabiendo mis límites. Ahora siempre estoy atenta a las señales que mi cuerpo me da, porque sin la fuerza física de mi cuerpo, no puedo servir a Dios; aprendí a ser más paciente, menos exigente conmigo misma y con las demás personas, sabiendo que nada es a mi manera, sino a la manera de Dios.

¡Pude oír Su voz y alcancé la paciencia que tanto busqué!

Aprendí que mi fe no es limitada, pero mi cuerpo tiene límites.

Dejar un mensaje

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*

1 comentário

  1. Eso es algo que me ha costado aprender, decir no y sobre todo cuando las personas te miran como si estuvieses siendo rebelde, y por más que intentes explicar lo que pasa no le toman importancia y solo se enfocan en el NO. Pero creo que debemos ser fuertes y no agobiarnos por ese tipo de cosas, pues sabemos quienes somos y lo que damos, y que quizás no podemos dar más porque estaríamos maltratando nuestro cuerpo que además es el Templo del Espíritu Santo y debemos cuidarlo.

    Ver más