¿Has vivido sin respuestas?

Una de las cosas que más nos inquieta es la ausencia de respuestas delante de una pregunta que hacemos.

Vamos a ver algunos ejemplos:

Una entrevista de trabajo sin resultado, una serie de análisis clínicos sin diagnósticos, falta de explicaciones de lo que hizo o por donde estuvo, etc.

Pero ¿por qué esta falta de respuestas molesta tanto?

¿Por qué el silencio nos molesta tanto?

Porque el silencio es la omisión de una explicación que esperamos.

Pero peor aún, y más molesto es el silencio espiritual de la respuesta de Dios, delante de un pedido o de una necesidad que Le presentamos.

Y esto es tan cierto, que David, en su oración, dijo: “OH DIOS, no estés en silencio; no te calles…” (Salmos 83:1)

Joven, ¿estás sin respuestas? ¿Las cosas no están sucediendo como te gustaría?

¿Cómo romper el silencio?

Vamos al primer consejo:

– Cuando buscamos una respuesta de Dios, tenemos que tener bien claro lo siguiente: Él no va a hablar lo que queremos oír, sino lo que necesitamos oír.

Y esa respuesta normalmente no nos agrada.

¡¿Te has parado a pensar que muchas de las respuestas que buscas ya vinieron pero como tú las querías a tu manera, no las diste oídos?!

Porque era algo que te exigía sacrificio, lo ignoraste, y por eso no ocurrió lo que esperabas.

En la próxima semana continuaremos…

Un abrazo y hasta entonces.