El tomate

Viviane Freitas

  • 1
  • Mar
  • 2014

El tomate

  • 1
  • Mar
  • 2014

Yo crecí siendo siempre muy tímida y siempre que alguien hablaba conmigo me quedaba roja… ¡aún me pasa!

Las personas venían y comentaban: “¡¡¡Mira se está quedando roja!!!” Esto me hacía estar cada vez con los mofletes más rojos, parecía un tomate.

Incluso ya habiendo tenido un encuentro con Dios, y de haber cambiado mi carácter a través de Él, ¡esto me bloqueó severamente durante muchos años! Me hacía pensar 1000 veces antes de expresarme.

Después de 3 años de casada, ¡tuve una noticia que cambiaría mi vida! ¡¡Fuimos llamados para hacer la obra de Dios fuera de Brasil!! Uyyyy, sentí un frio en la barriga. Vinimos en la fe, claro. Cuando era soltera siempre fui muy familiar, casera y muy cariños con mis padres y hermanas, después de que me casé no llegué a vivir en casa con otro matrimonio. Y este fue mi primer desafío en el extranjero: Llegamos y fuimos a compartir casa con otro matrimonio. Confieso que siempre fue muy difícil para mi, porque no conseguía dividir con naturalidad.

No teníamos problemas de convivencia, pero incluso así yo me aislaba en mi lugar con mi esposo. Con el pasar del tiempo, pasamos muchos años viviendo solos de nuevo, hasta que poco a poco fui aprendiendo a no dejar que la timidez me controle – con las mujeres de la iglesia, las obreras y las demás esposas de pastores. ¡¡Fue un desafío muy grande cuando mi esposo me pidió que los Domingos hiciese una oración con las mujeres de la Iglesia!! Ahí, Dios mío, me helé. Incluso le pregunté si realmente yo tenía que hacer eso… Él insistió y me dijo que no fui llamada para quedarme detrás de él, ¡sino para caminar a su lado! Yo oré, pedí a Dios palabras, fuerzas, coraje y mi esposo me orientó como debería hacerlo la primera vez que me reuní con ellas. ¡Pero no era eso lo que Dios quería! Cuando comencé a hablar, nunca me olvido de ese momento, me helé, mi voz no quería salir, mi boca temblaba y claro me quedé roja. Pero cuando tuve este coraje de enfrentar estos miedos, poco a poco fui pasándolos y consiguiéndolo, ni siquiera hablé lo que él me orientó, porque el Espíritu Santo me fue dando dirección para ayudar a aquellas mujeres que tanto lo necesitaban.

El primer paso ya lo había dado, que era en la Iglesia, pero con las demás esposas aún me faltaba. Mi esposo y otros pastores marcaban para almorzar juntos en la casa de alguno de ellos los sábados, y ahí venían los pensamientos: voy a quedarme con vergüenza si alguien habla de la forma en que hago la comida, o si me preguntaban algo, etc.. Pero poco a poco fui mejorando…

Con la invitación para participar del Rush, para entrar en Godllywood, me fui superando con cada desafío que me era propuesto, y los cambios habían ocurrido. Aprendí a valorar más mi comunión con Dios, a vivir en familia con las demás esposas, a vivir juntas de forma natural. Hoy con cada una que tengo el placer de vivir, madurando mucho, porque compartimos mucho más que antes, aprendiendo cuando cocinamos juntas, limpiamos, cuando vamos al cine, cuando estamos en casa, en la iglesia, etc. Con estas experiencias, viviendo juntas, ¡he conquistado verdaderas joyas que son amigas en todo momento!

Con mis compañeras de obra aprendo todos los días, hoy consigo estar más cerca y enseñar cosas que yo también aprendí, porque un día alguien tuvo paciencia conmigo.

Hoy organizamos eventos para las mujeres, hago reuniones, estoy más cerca de todas las obreras y mujeres de la iglesia y siendo así puedo ayudar mucho más a otras mujeres a superarse, como ocurrió conmigo.

Cada día más estoy aprendiendo y madurando en todo – con mi Dios, mi esposo y mi familia de obra y de la iglesia.

Hoy recordando pensé: ¡Quién diría que aquella chica tan tímida hoy es tan abierta a los cambios! Hoy aun me pongo roja, ¡pero no es algo que me bloquee al punto de impedirme hacer la obra de Dios!

Aprendí que “El que vive aislado busca su propio deseo, contra todo consejo se encoleriza.” Proverbios 18:1.

Inconscientemente me aislaba y sola dejé de aprender de Dios, ¡sola me “hacía más burra” y aborrecía mientras que no me superé!

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