De qué forma juzgamos

Viviane Freitas

  • 18
  • Ago
  • 2014

De qué forma juzgamos

  • 18
  • Ago
  • 2014

Hola amigos internautas, es un placer estar aquí nuevamente con todos vosotras, continuando la lectura del libro de Juan.

Y esta alegría no es sólo por acompañaros y enseñar sobre lo que la Palabra de Dios me ha traído. Sino, porque es un placer, a medida que damos, recibimos.

Todo lo que durante los 40 Días meditamos, se reveló de forma maravillosa para mi; ¡fueron días que marcaron! Yo pude “ver” al Señor Jesús, aprender, conocerlo de una forma como nunca antes: Su carácter, forma de ser, actitudes… Su dependencia de Dios. Su testimonio habló, y ha hablado conmigo cada día.

A medida que vamos conociendo a Dios, nos vamos viendo, llenas de fallos y errores, y es increíble, porque cuando nos vemos de esta forma, no nos vemos juzgados y condenados por Dios, sino que sentimos Su misericordia, compasión, Su gran amor. Y fue eso lo que ocurrió durante los 40 Días. En el Templo se concluyó todo aquello que estaba buscando. Vi claramente lo que el Señor Jesús quería de mi.

En cuanto tenga la oportunidad, voy a compartirlo aquí con vosotras, en el Blog.

Pero hoy, me gustaría enfocarme en la continuación del libro de Juan, en lo que está escrito en el capítulo 8, versículo 15:

“Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie. Pero si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el Padre que me envió. Aun en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí.” (Juan 8:15-18)

Nosotros, seres humanos, juzgamos según nuestro sentimientos. Según los cinco sentidos, y no según lo que aprendemos con Dios. Y es en eso que basamos nuestro juicio. Esto desagrada a Dios y, a nosotros mismos. Porque según la medida que juzgamos, seremos juzgados. En la medida que miramos y sentimos, esto también nos hiere, porque el sentimiento no colabora para que usemos la fe, sino que nos hace “sentir” cada vez más.

Cuando usamos la fe inteligente, dejamos de lado lo que sentimos y nos basamos en lo que creemos. Así, no juzgamos de la misma forma.

“Pero si yo juzgo, mi juicio es verdadero; porque no soy yo solo, sino yo y el Padre que me envió.”

Cuando el Señor Jesús juzga, no lo hace porque siente o cree, sino por lo que es verdadero, recto, justo.

Y dirás: “Pero, yo también juzgo por lo que es verdadero y justo…” No, ¡no siempre! Normalmente juzgamos por lo que sentimos, de forma que asegura nuestra razón, al apoyar aquello que creemos mejor. La fe inteligente no está relacionada a lo que sentimos, sino a lo que es puro, racional.

Muchas veces, pensamos que la persona no nos entendió, no hizo lo que nos gustaría que hiciese, cuando, en realidad, eres tú que te estás sintiendo así, incomprendida. Y esto, porque trabaste luchas pasadas dentro de ti, y esperas que otros te entiendan, en virtud de tu pasado triste y amargado; que actúen de la misma forma que tu actuarías en el lugar de ellos. Pero, la verdad, es que no enfrentasteis el mismo pasado.

La forma como juzgas tiene que ver con lo que sientes. Esto te corroe por dentro: Te apartas, te quedas amargada; en tu rostro, el brillo de una persona extrovertida, alegre, espontáneo, se convierte de “tinieblas”. Los sentimientos transforman tu semblante.

Entonces, el “secreto” es no estar solos, porque sino vamos a destruirnos por lo que juzgamos.

“…sino yo y el Padre que me envió.”

Amiga internauta, para dar un basta en esta forma de ver, o para que no cometas este error, tienen que vigilar. Tal vez esto no evite lo que sientas, pero hará que estás en vigilancia para dejar eso de lado.

Cuando no permaneces solo, en tu egocéntrico mundo, ideas y punto de vista, sino que permites que la Palabra de Dios, que el Señor Jesús, hagan parte de tu vida, entonces, tundras Buenos ojos, entenderás, y no esperarás nada a cambio.

El Señor Jesús no esperaba nada a cambio de Dios, ¡sino que se sometía a la voluntad del Padre!

Y así debemos hacer, aunque a veces nos hiera, porque las razones y sentimientos están a “flor” de piel. Pero siempre que nos hundimos en esto, más nos corroemos por dentro. Cuando permitimos que la Palabra de Dios nos limpie, es totalmente diferente, porque no dejamos que las circunstancias cambien nuestro semblante e interior. Estamos en sintonía con Dios.

“Aun en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí “

EL Señor Jesús testifica de Él, en virtud a Su dependencia del Padre. Sabía que por eso que no tenía derecho a imponer SU voluntad, sino permitir que Dios lo hiciese en Su lugar.

Así también Dios va a testificar en relación a ti, cuando te pones en esta condición: Él también testificará de ti, mostrándose en tu vida.

No serás la misma persona del pasado, con tus ideas y pensamientos, que la corrompen, que te estropean e hieren. Cuando te sometes a Dios, eres libres, leve, feliz e independiente de las circunstancias. ¡Es esto lo que Él tiene para ti!

Un fuerte abrazo.

Estaremos en contacto, a través de los artículos todos los lunes, miércoles y viernes.

Aprovecha cada intervalo de días para continuar meditando en cada versículo que abordamos.

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1 comentário

  1. Señora realmente muy cierto cada palabra. Es asi, cuando nos sometemos a la palabra de Dios, a la voluntad de Dios nuestro interior cambia, los sentimientos pierden totalmente las fuerzas, porque ya no escuchamos nuestro corazon sino la voz de Dios, usamos la fe inteligente.

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