De Hijos a Padres: Con techo, pero sin “suelo”… (Pare II)

Viviane Freitas

  • 9
  • Sep
  • 2014

De Hijos a Padres : Con techo, pero sin “suelo”… (Pare II)

  • 9
  • Sep
  • 2014

No puedo decir que haya tenido siempre una infancia feliz…


Me acuerdo de la playa, de las veces en que tenía miedo de dormir sola, cuando lloraba pidiendo la ayuda de mis padres; de cuando tenía dolores y me acurrucaba en el regazo de mi madre.

Pero, infelizmente, la traición conyugal vino a “nublar” lo que tenía de bueno, la memoria “fotográfica” consiguió resguardarme en esa época (Ver el artículo anterior).

Me acuerdo una frase que leí recientemente:

“El diablo no tiene familia, por eso él quiere destruir la tuya…”

Después de que mi madre se fue de casa, la “estructura” se tambaleó, y el “peso” de las responsabilidades parecían infinito.

dandreia

Mi padre fue padre y madre, luchaba y luchó más que nunca para garantizarnos el sustento y los estudios. Intentaba la mismo tiempo mantener el equilibrio familiar, abalado por el tamaño shock.

Él siempre estaba atento a nuestras necesidades, no permitía que nos faltase nada. Fue un verdadero “héroe” y para mi, continúa siéndolo… Pero incluso la conmoción emocional que él sufrió, también me provocó severas consecuencias. Entonces, ¿cómo sanar el dolor interno que tendía a perpetuarse? ¡¿Cómo podría él ayudarme a superar la situación, si por más que alguien nos ame, nadie tiene la capacidad de alcanzar nuestra alma?!

Aquí entra la invitación para ir a la Iglesia Universal, que me refería la semana anterior…

Aún no había cumplido los 13 años cuando entré por primera ver en la Iglesia. Siempre acompañaba a mi tía, hasta el momento en que mi propia sed me permitió “beber” y comenzar a percibir aquello que verdaderamente necesitaba.

Me marcó, de esa época, lo que fue fundamental para mi liberación interior: La sinceridad.

Siempre que el obispo, o pastor, decían: “Si tienes rencor de alguien, ven aquí adelante…”. Sin ningún recelo, con un corazón de niña, ¡allí estaba yo! ¿En realidad era rencor? No me atreví a arriesgarme, porque comprendí por las enseñanzas que me fueron transmitidos (una verdadera “universidad” de la vida) que, más que un gran problema familiar, el rencor comprometería para siempre mi interior para elecciones futuras.

Aprendí a perdonar y hoy, como dice la música: “Alivio el dolor de quien me hizo sufrir…”.

La “reconstrucción” siempre se empieza por el lado interior. No estamos aptos a reconstruir sea lo que sea, sino nos arreglamos a nosotros mismos en primer lugar. Ese es el espacio que Dios necesita encontrar para incluir una gran Obra, aliado a nosotros.

Por más triste que sea el pasado que hayas tenido, ya sea abandono familiar, traición, abuso, traumas, miedos, etc., después de esto, la elección es nuestra, la de entregarnos a la desolación, a la amargura permanente o de definirnos y ser diferentes, ¡y con esa diferencia alcanzar a muchos!

Sin Dios amiga, con seguridad no estaría contándote esta historia de vida. Tal vez sería una más entre tantas personas que aprendieron a convivir con el dolor. No tendría un matrimonio sólido y feliz, ¡basado en la fidelidad!

¡Tanto para ti, como para mi, hay solución, hay elección!

Ah, desde ahí, ¿sabes cual fue el mensaje más marcó mi vida? ¿Puedes “adivinarlo”?

“¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaré. He aquí, en las palmas de mis manos, te he grabado; tus muros están constantemente delante de mí.”
(Is.49:15,16)

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