Cómo honrar a Dios

Viviane Freitas

  • 8
  • Sep
  • 2014

Cómo honrar a Dios

  • 8
  • Sep
  • 2014

Hemos hablado sobre los judíos, los cuales habían hecho algunas preguntas, sin entender lo que el Señor decía . Vamos a dar continuidad a este asunto:


“Respondieron entonces los judíos, y le dijeron:
—¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano y que tienes demonio? Respondió Jesús:
—Yo no tengo demonio, antes honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis. Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga. De cierto, de cierto os digo que el que guarda mi palabra nunca verá muerte” (Juan 8:48-51)

Los judíos tenían sus dudas. Y, existen personas en este exacto momento, que tienen sus dudas, y piensan: ¿Será que yo me justifico?

“Yo fui atacada; dijeron cosas a mi respecto, me hirieron, mintieron, me juzgaron y divulgaron lo que no era verdad, o cosas que no encaro de esa forma…”

A veces, existe ese conflicto dentro de sí: Si habla, parece que se está justificando y no confía en Dios: sino habla aparenta que está equivocada. Entonces, ¿cuál es la respuesta y cómo se debe proceder?

Cuando está delante de una situación idéntica a la del Señor Jesús, hay preguntas que le son colocadas. En este caso, por los fariseos, religiosos, que Lo juzgaban y no creían en Él. Y cuando ellos preguntaron, el Señor Jesús respondía: Era “directo al punto”, sin andar con rodeos.

“Respondió Jesús:

—Yo no tengo demonio, antes honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis”.

Aquellos judíos tenían todo el ejemplo del Señor Jesús. Le preguntaban, precisamente porque Él tenía lo que responder; tenía lo que dar. ¡Y ellos no! Estaban llenos de sentimientos. Cuando usted ve las respuestas del Señor Jesús, se da cuenta que la realidad no es una justificación. Percibe un “nivel alto”, sin sentimiento.

Los judíos estaban en dudas, al atacarLo, y el Señor Jesús les dijo la verdad. Todo lo que él quería para aquellos judíos, era despertarlos para la realidad, que ellos mismos no conseguían ver más allá. Y todo lo que ellos querían era discutir, imponer su voluntad.

Cuando existe una imposición de la voluntad, de afirmación, o de buscar la afirmación de terceros, entonces se destaca la gloria que se quiere recibir, por su propia voluntad, y no por la voluntad de Dios, porque, si así fuese, confiaría en Él. Fue lo que el Señor Jesús hizo, hablando la verdad sin imponer nada.

No dijo en medias palabras, con una forma de hablar dulce, pero directamente, como: «Ustedes están deshonrándome y atacándome, cuando lo que ustedes necesitan es a Dios, y yo Lo tengo, para darles. Vean mi comportamiento, que no busco mi propia gloria. Pero ustedes buscan su autoafirmación e imponer vuestra voluntad en mí. Y yo no voy a deshonrar a mi Padre, sino que vivo para servirlo».

Cuando se vive para servir a Dios, entonces su conciencia está limpia. No hay necesidad de buscar afirmación. Pero cuando la buscamos en terceros, entonces es señal que la intención y los sentimientos están a flor de piel y que está preparada para actuar de forma equivocada. No está para glorificar a Dios con su vida, sino buscando glorificar a sí misma, por imposición de sus ideas y pensamientos.

Aquí está la respuesta.

Tal vez se quede “encima del muro”, sin saber a dónde ir… si responde o no. Debe responder, cuando lo hace racionalmente, sin sentimientos, pero basada en la verdad. A partir del momento que envuelve el sentimiento, ¡ya se va a equivocar! Va a complicar la situación y criar, por consiguiente, otros problemas. Cuando se basa en una fe inteligente, preserva su alma. Está en el mismo nivel que el Señor Jesús, buscando glorificar a Dios y no buscando su propia gloria.

Un gran abrazo para ustedes y hasta el miércoles.

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2 comentários

  1. Debemos siempre, para todo buscar la Gloria de Dios, ya que si intentamos glorificarnos a nosotros mismos, de nada vale. Guiarse por la fe inteligente y no por el sentimiento es algo muy importante, ya que el sentimiento nos lleva sólo a pérdida!

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  2. Es verdad tenemos que glorificar el nombre de Dios en nuestra vida y no buscar nuestra propia gloria.

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