Diario : Yo No lo Entendía así (6ª Parte)
- 29
- Abr
- 2015
¿Imagínate estar lejos de casa durante 2 semanas? ¿Cuántas cosas pendientes que tienes que resolver? ¡Muchas! Tanto las cosas más sencillas, como las responsabilidades que dependen solo de ti. Así estaba yo, cuando llegué del Este Europeo.
Sin embargo, para dar continuidad a este tema, tengo que decir lo que sucedió antes del viaje al Este Europeo. Y aquí va:
En esos días después de mi cumpleaños (18 de Enero de 2015), yo recibí un mensaje de Vera, en realidad no era un mensaje, era una carta. Y allí, ella comentaba las decisiones que tomó en la vida en relación a su propia fe, cómo ella estaba actualmente, los días que frecuentaba la iglesia. Ella veía cuanto Dios la había bendecido con un trabajo en la iglesia, cuanto era eficaz la oración sincera, aún se acordaba de mis palabras diciendo: “¡Vera, ora hija! ¡Di a Dios todo lo que te pasa! Cuenta con Él como tu amigo” Yo le dije más o menos eso, en la primera reunión que ella asistió en la iglesia, en la Fiesta de los Tabernáculos.
En fin, ella estaba muy feliz con los resultados que la fe de ella le estaban proporcionando. Pero el mayor motivo de esta carta, era sobre una pregunta que ella tenía y que dependería de nuestro apoyo.
Ella estaba dispuesta a obedecer, pero tenía una cuestión en el aire y que no estaba muy clara para ella. Dios le mostró cuanto la había bendecido y también que ella tenía que valorar la familia que Él le había dado.
¿Y ahora? ¿El trabajo que Él le había concedido? ¿Cómo conciliar el hecho de estar con la familia y en el trabajo? ¿Estaría ella despreciando uno y valorando otro?
Había un tipo de “confusión”, quería servir a Dios, pero ¿qué debería hacer? Era esa la pregunta que ella me traía.
¡Oh! ¡Imagíname leyendo aquella carta! ¡Quería decir a “todo el mundo” la carta que recibí! Pero estaba consciente y tranquila. Yo sabía que Dios haría la obra, y no tenía ninguna duda de eso.
Pero me quedé tranquila, todo lo que Dios me proporcionó en el año 2014 a través de la fe en Él, me hizo ser equilibrada. Las experiencias de estar viviendo la fe, cada año y cada mes, no era algo pasajero, sino algo que me trajo de cierta forma una estabilidad y algo duradero en mi forma de ser. Enseguida envié un e-mail hablando de la novedad, sobre la carta, a mis padres.
Ahora, todo lo que tenía que hacer era tener la aprobación de mi padre y de Julio. Yo quería responder ¡Si! Que ella era bienvenida a su hogar y etc. … Pero esperé a tener el “Si” de Dios, por parte de aquellos de quien yo también dependía de una respuesta. De mi padre, dependía de su aprobación sobre el vivir con nosotros, en la Obra de Dios.
Mi madre fue la primera en responder: “Hija, Viviane. ¡Dila que es bienvenida a casa! ¡Estamos con los brazos abiertos para aceptarla!” Mi padre tardó más en responder porque estaba ocupado. Pero la respuesta no fue diferente. El dijo: “¡Por mi está aprobado!”
Y Julio ni que decir, ¡la respuesta es obvia! “¡Si!”
Dios mío, cuando recibí ese “Si”, confieso que lloré mucho. Porque durante el tiempo en que perdí mis hijos, por no haberme concedido la custodia, sólo existía la respuesta: “¡No!” ¿Y por qué no? “¡No!”, porque con los demás que adoptaron salió bien y conmigo fue de la forma más dolorosa posible. “No”, porque cuando vi a las madres delante de mi cuidando a sus hijos, yo pensaba: “Ellas pueden tener ese placer, yo no. A mi no me fue concedido ese placer. Yo tengo que convivir con el dolor de nunca tener el derecho de tenerlos, además, siento que es injusto. Injusto ¿por qué? Porque estoy en el Altar y es para dar vida y no para vivir mis sueños personales” Y la condición que vivía en aquel momento, era del dolor que no cesaba; la nostalgia que no salía. “Yo tendré que dar a Dios mi sueño y deseo, sin tener ninguna garantía de que ese dolor saliese, para apenas poder servir servir a mi Señor.”
Pero ese día, en el que recibí el SI de Dios, lloré mucho de alegría, por recibir de la parte de Él el derecho de tenerlos en mi vida. Tantas lágrimas, tantos dolores, tantos pedidos en el altar, tantas renuncias personales para un día oír de todos, en común acuerdo, un “¡Si!”
Aquel si tenía un significado muy grande para mi. La iniciativa era de Vera, fue ella quien oyó de Dios la dirección para reconocer el valor de su familia. Yo desde antes ya estaba segura de que Dios iba a hacer la obra. Estaba tan segura, que estaba tranquila. En realidad, mi alma se desfalleció, no pude contener mis lágrimas, sin yo misma saber el motivo de estar llorando.
Vera por fin reconoció, habiendo oído a Dios nítidamente. En aquella época ella ni siquiera estaba liberada todavía, y observa la acción de Dios, actuando en pro de mi; en otras palabras, Él sirviéndome.
» Si alguno me sirve, que me siga; y donde yo estoy, allí también estará mi servidor; si alguno me sirve, el Padre lo honrará.” (Juan.12:26)
Hablé con Vera, respondiendo a su carta: “¡Se bienvenida, hija!” Ella se emocionó, lloró de alegría. Algo sorprendente estaba sucediendo dentro de ella, sin que ella lo supiese, una paz y alegría tan grandes inundaba su ser, que incluso ella misma lo expresaba.
Después de un día, ella dijo que tenía un “pero”, un perrito, que se acababa de comprar, y que si era posible llevarlo; después de algo de insistencia, consiguió la aprobación del padre para traerlo.
Ahora teníamos que esperar todo “el papeleo” de los documentos para que ella pudiese viajar.
Bueno, hasta aquí todo iba bien.
Viajamos al Este Europeo conscientes que Verita vendría a vivir con nosotros, pero al volver del Este Europeo, en mi primera reunión con el Departamento, el lunes, recibí un mensaje de mi madre diciendo: “Hija, hablé con Verita y ella ya no quiere vivir con vosotros en Portugal. Dice que le está yendo muy bien aquí en la fe de ella y que ama a las personas con quien trabaja. Le gusta mucho estar cerca del Tío Romualdo.”
¡Ok! En medio de la reunión yo recibo un mensaje de estos, que hiela mi corazón y que al mismo tiempo lo hace latir fuerte. ¡Una decepción! Inmediatamente un sentimiento de rechazo tipo: “¡Hay alguien mejor, y con quien se identificó más para quedarse!” Así me sentí, cambiada por otra familia.
En medio de esta reunión con el Departamento, mientras yo hablaba, a leer aquel mensaje frio y congelador, mis sentimientos querían aflorar en aquel exacto momento. Me acordé exactamente de mi objetivo: “¡No me voy a servir! No voy a parar para enfocarme en mi necesidad.” Mi pensamiento salió y volvió al tema de aquella reunión, sin que nadie lo perciba; después recibí un mensaje de Vera, diciéndome también que quería hablar conmigo, le dejé un mensaje que hablaría con ella sólo a las 20hs.
Era un Lunes, día 9 de Febrero, resolví todo sobre aquel departamento, además aquel día tomamos decisiones que cooperaron para su desarrollo.
Todo fluyó, después atendí otro departamento, y al final de la tarde, me fui a cortar el cabello. Mientras tanto, Vera ya me estaba enviando mensajes antes de la hora marcada.
Daba a entender que estaba ansiosa. Y yo estaba herida y decepcionada, aún así, tenía que ser comprensiva con ella, porque no sería justa si dejase que mis sentimientos tomasen cuenta de mi.
Estaba en aquel preciso instante, un tanto necesitada de una palabra acerca de lo que debería decirle, miré a mi alrededor, no tenía a Julio, ni siquiera a una amiga. ¿Qué voy a hacer?
Fui al baño aquel día, ya un poco tarde referente a la hora marcada, y dije a Dios: “Mira Dios, no tengo mucho tiempo para hacer una oración donde pueda llorar y decir todo lo que siento, pero tengo un compromiso con ella ahora, yo solo Te pido que me ayudes a hablar con ella, ya que estoy muy molesta, si yo hablo de la forma en la que estoy, no será como tiene que ser; por eso Te pido que hables por mi en el Nombre de Jesús.” Oré y enseguida llamé a Vera y conversamos.
Llamé y creí, ya es tan difícil hablar con ella, y ahora la llamada estaba mal. Ella mal me conseguía escuchar, yo estaba tensa… Fui a otra sala y allí comenzó a oír bien, cuando comenzamos apenas a saludarnos, llegó Julio. “¡Ay, gracias a Dios…!” decía yo, “Ahora él va a hablar y va a dar una fuerza aquí!” Y vino Julio a conversar con ella.
Y mal él llega ya expuse todo acerca de la situación.
Él calmado, tranquilo, sin ninguna persistencia, dice: “Mira Vera, sino te quieres quedar, estate tranquila, tú vuelves y etc. …”
¡Oh, oh! Al oír aquello, lejos de entender la comprensión de porque él no estaba forzándola a nada, ¡mientras tanto, mi fe no decía eso! Mi rostro ya estaba rojo, manchado… yo estaba tensa. Apenas escucho a Julio hablando, mientras que Vera, con lágrimas en los ojos, sintiéndose comprendida por el padre.
Al ver aquella escena, respeté las palabras de Julio, me quedé literalmente solita con la fe que latía dentro de mi pecho, que en realidad fue mi lucha.
Esperé hasta que llegase la oportunidad, para decir también todo lo que estaba dentro de mi.
No me acuerdo exactamente de las palabras, pero él decía así: “El Espíritu Santo va a mostrarte.” Sólo sé que en el momento entré y dije: “¡El Espíritu Santo ya te está mostrando Vera!” Y continué hablando de mi fe… Y Julio sólo decía: “Si.”
En otras palabras, ¡no anulé mi creencia! ¡No! Ni delante de Julio, ni delante de una hija que mal me conocía. Sabía que en el momento parecía que yo era la incomprensiva, pero quiero oír los sentimientos o aquello que ella piensa, o ¡¡¡voy a hablar de mi fe!!!
Y al mismo tiempo el comportamiento de Julio hablaba, su forma de hablar me transmitía tanta paz, seguridad, que al fin yo ya intercedía a Dios para dejar de estar tensa.
Julio terminó y nos quedamos solo las dos.
¡Y ahí era nuestro momento!
Vera estaba con mucha precaución sobre su decisión, porque sabía que esto tenía que ver tanto con ella como con nosotros, que somos parte de su vida.
Entonces empecé a hablar… y al hablar, sin tensión, el Espíritu Santo me fue dirigiendo, al punto de hacerme entender el motivo de ella actuar de esa forma.
¡Muy interesante! Nuestra conversación fue beneficiosa, tanto para mi, como para ella, había paz entre nosotras, y nada de “forzar la barra” hacia mi lado, no era eso lo que quería.
Y fue así, nos despedimos en paz y ella dio 2 semanas para vivir con nosotros, después yo me fui en paz a dormir.
En medio de la madrugada Vera me envío un mensaje diciendo: “Madre, ¿puedo ir mañana? Quiero llegar mañana.”
Así fue, ella llegó el 11 de Febrero de 2015
Y ahora veréis las consecuencias del Agua de vida en los próximos artículos.
Alanis Angelie
15 abril, 2016 a 16:2
Buenas tardes Sra. Viviane Es muy fuerte cuantas luchas uno pasa más vale la pena luchar porque Dios honra a quien le honra.
Jessica De Rivera
21 julio, 2015 a 17:2
Buenos días Sra; es impresionante como Dios nos permite pasar por diferentes situaciones para llevarnos a tener equilibrio.