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Ep. 35 – No todo el que se interesa, quiere realmente
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¿Acaso todas las preguntas que hacemos para alcanzar nuestros objetivos son realmente verdad?
Había un joven muy rico que se acercó al Señor Jesús y le dijo:
«Maestro bueno, ¿qué bien haré para obtener la vida eterna? Y Él le dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Solo Uno es bueno; pero si deseas entrar en la vida, guarda los mandamientos». Mateo 19:16-17
Mucha gente tiene la costumbre de decir que Dios es bueno, que Dios es maravilloso, que Dios es todo para ella, pero en el fondo, no le hace caso a Dios, porque vive en la duda.
Si tienes dudas es porque sabes que no estás haciendo todo lo que deberías hacer, hay una conexión tuya con el mal todavía. Porque cuando hacemos todo lo que está en nuestras manos, nuestra conciencia está en paz.
Y ese chico no tenía paz, no tenía paz de salvación, no estaba bien consigo mismo porque algo lo inquietaba.
En otras palabras, Jesús le preguntó: «¿Por qué me llamas bueno, y aún vienes con una pregunta, si no Me consideras? Si me consideraras, prestarías atención a lo que he hablado, e inclusive, de todo lo que he dicho, sigues teniendo dudas, no tomaste la iniciativa, no te deshiciste, no removiste lo que te corrompe, y por eso estás ahí con dudas. Dices querer la vida eterna, pero no has guardado los mandamientos.»
« Él le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús respondió: No matarás; no cometerás adulterio; no hurtarás; no darás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre; y amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado; ¿qué me falta todavía? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que posees y da a los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sígueme». Mateo 19:18-21
Ese joven tenía una vida llena de dinero, tenía las condiciones, y cuando Jesús le habló, en otras palabras: «Si quieres ser perfecto, es decir, tener una fe viva y no religiosa, debes vender todo lo que tienes, porque esa riqueza, eso que valoras, tu dinero, te ha hecho una persona egoísta, solo miras hacia tu lado, y eso te molesta, no sientes paz, porque oyes hablar de Dios, del Reino de los Cielos, pero no sacrificas por el Reino de los Cielos. Así que, si quieres ser perfecto, si quieres un tesoro en el cielo, ¡vende todo lo que tienes!»
Imagina toda esa riqueza, su vida, años de proyectos, tendría que vender todo y dárselo a los pobres, que nunca podrían recompensarlo. Sin embargo…
« Pero al oír el joven estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes.» Mateo 19:22
Mira la razón por la cual se puso triste, porque las propiedades, el dinero, sus condiciones eran lo que él valoraba, y no lo que le preguntó a Jesús, sobre el Reino de los Cielos, la Vida eterna. Ese joven se entristeció por lo que tendría que hacer.
¿Acaso estás dispuesto a pagar el precio por el Tesoro en el Cielo, por el Reino de Los Cielos? Porque si valoras la familia, el dinero, las condiciones, el futuro, y no renuncias a tu voluntad, entonces te pones triste, muy triste, cuando tienes que deshacerte de tu propia voluntad.
Jesús le dijo a ese joven rico que vendiera todo lo que tenía y se lo diera a los pobres. Jesús no le dijo que se lo diera a Él, Jesús iba a seguir viviendo la vida simple que vivió. Inclusive, cuando fue crucificado, la tumba fue donada, todo fue una donación, porque Él no buscó nada de este mundo.
El Señor Jesús no buscó dinero para colocar Su cuerpo, sino que dejó todo en manos de Dios, vivió sirviendo a Dios.
Y para mí, esta es una lección: desapegarse de todo y de todos, de todo lo que este mundo valora, dejar que Dios se encargue. Él fue siervo, pensaba en las cosas de Arriba, dejó de pensar en Sí para pensar en servir a Dios. Vino con una misión, y esa misión le costó la vida. Cuando Jesús fue crucificado, ya sabía que iba a ser crucificado, ese sería su «destino» en esta venida aquí a la tierra.
Vino, nació, se bautizó en las aguas como uno de nosotros, como un pecador, pero Jesús no era pecador. Se bautizó en las aguas para dar un ejemplo para ti y para mí, diciendo: «mira, no tengas orgullo de pensar en lo que piensan los demás, despréndete del concepto de las personas y sirve a Dios.»
Entonces, no fue por interés en lo que aquel joven tenía que Jesús le dijo que vendiera todo, el interés de Jesús, lo que Jesús quería y quiere de ti y de mí es que no seamos esclavos de nuestros bienes, esclavos de lo que valoramos, sino que seamos siervos de Dios.
Cuando eres siervo de Dios, superas a tu mayor enemigo que es tu voluntad. Para servir a Dios, debes deshacerte de tu voluntad.
«Y Jesús dijo a sus discípulos: En verdad os digo que es difícil que un rico entre en el reino de los cielos. Y otra vez os digo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios.» Mateo 19:23-24
Eso es porque el rico se apoya en su riqueza, no se apoya en Dios, no depende de Dios. El rico tiene esa dificultad de renunciar su orgullo por sus posesiones, por lo que los demás piensan de él.
Porque la riqueza de este mundo la ves, pero el Reino de los Cielos lo verás cuando seas «promovido», mueras y vayas al cielo, o cuando Jesús te arrebate.
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