¿Quién es mi testigo?
- 3
- Dic
- 2022
¡Las personas hablan tantas cosas! Unas verdades, otras medias verdades y otras mentiras. ¿En qué creemos? ¿Quién estará a mi favor?
Conozcamos como Dios nos enseña. Porque lo que dice el mundo no trae paz ni dirección correcta.
“Júzgame, Señor, porque he andado en mi sinceridad…” Salmo 26:1
¡El único perfecto para juzgarnos es Dios!
Pero, ¿cómo tendré la osadía de pedirle a Dios que me juzgue? Al fin y al cabo, Dios sabe todo.
Si le pido que me juzgue es porque mi conciencia está pura, es decir, en las decisiones de la vida, en mi andar diario, he sido sincero.
Si soy sincero al exponer quién soy, a medida que me descubro, me disciplino.
La sinceridad que practico me justifica todo el tiempo delante Dios. La sinceridad es mi testimonio. Y la sinceridad es ejercicio de los que creen en Dios.
David además dice: “…Yo también he confiado el Señor; no vacilaré.” Salmo 26:1
Dijo esto porque, para ser sincero, hay que pagar un alto precio para apreciar la verdad, porque Dios está viendo todo el tiempo.
Por lo tanto, no debemos desanimarnos por la exposición. Aunque a los ojos de los demás esté perdiendo. No se deje influir por lo que digan o piensen los demás. ¡Sino mire e insista en hacer lo que a Dios le agrada!
¡Esto es una definición en la vida! La fe hace eso. Pone las cosas en orden.
¿Y has estado haciendo esto con su vida espiritual? ¿Has sido sincera? Porque lo que dará testimonio de ti ante Dios será su conducta, su sinceridad.
Cuando miramos para Dios, al Consumador de nuestra fe, vemos lo que debemos hacer para alcanzar el libramiento.
La verdad nos libera de acusaciones, dudas, miedos. Cuando miramos a nuestro Señor, decidimos confiar en lo que Él dijo que haría por nuestras almas. Por eso, ¡no debemos temer al hombre!