¿QUIÉN ES DIOS? ¿QUIÉN ES USTED? – Episodio 16: ¿Quién entra en el Reino de Dios?

¿QUIÉN ES DIOS? ¿QUIÉN ES USTED? – Episodio 16 : ¿Quién entra en el Reino de Dios?

Ya debe haber visto muchas señales de Dios, de sanidad, de liberación, de reconciliación familiar, ¿no es verdad? Pero ¿esas señales que ha visto, la han hecho ver el Reino de Dios? ¿Por qué digo esto?

Porque ver el Reino de Dios no es por las señales que Dios hace, por la cura, la liberación, la prosperidad. Ver el Reino de Dios es desear vivir en ese Reino, y no puede desear en el Reino de Dios cuando disfruta del reino de este mundo, que es el reino que usted conoce, que todos a su alrededor conocen, con los beneficios que este mundo da. Como si fuese el mejor reino que alguien puede adquirir, siendo una persona rica, exitosa, casada, con toda su familia junta, ve apenas el reino que este mundo le trae, las cosas visibles a sus ojos.

Pero el Reino de Dios no es visible, sino cualquier persona vería ese Reino de Dios. Entonces, imagínese para entrar en el Reino de Dios. Para entrar en el Reino de Dios la persona antes tiene que ver ese Reino de Dios.

Antes de tener el encuentro con Dios, de ser bautizada con el Espíritu Santo, incluso estando en la iglesia habiendo nacido en la Iglesia Universal, no conseguí ver el Reino de Dios. Amaba lo que tenía en casa, mi familia que me presentaba valores, pureza, principios, veía la diferencia entre mis padres y las personas de mi escuela, eran personas diferentes, tenían comportamientos diferentes, tenían visión de conquistar, de prosperar, de ser alguien y había esa diferencia.

Me sentía más segura dentro de casa que con lo que esas personas vivían, pero aún así (esto antes de conocer a Jesús, de tener mi encuentro con Dios), yo disfrutaba de las cosas de este mundo, porque no podía ver el Reino de Dios. Y así sucede.

Cuando la persona no ve el Reino de Dios, disfruta las cosas de este mundo, lo que sus ojos aprecian. Las amistades, el noviazgo, ropa, la vestimenta, su belleza, su físico, la fama, la aceptación de las personas, ese era el reino que veía, pero el Reino de Dios aún no lo deseaba.

Hasta que un día, después de vivir algunos años en Estado Unidos, volvimos a Brasil, y fui sintiéndome vacía, triste, porque a mi me gustaba un chico de la escuela. Pero yo sabía, era consciente que aquel chico que me gustaba no tenía al Dios de mis padres. Yo entraría en una zona que no me daba seguridad, no me daría certeza. Y sabía que aquella relación, aquella pasión no tenía futuro.

Y cuando volví a Brasil quería dejar mis recuerdos de ese chico, y soñaba que me encontraba con él, como era en la época de la escuela, pero yo nunca hablé con él, ni él hablaba conmigo, yo sabía que eso no saldría bien. Me gustaba ese chico, pero conocía la voluntad de Dios, a través de mis padres, pero yo no veía el Reino de Dios, y no deseaba el Reino de Dios.

Hasta que llegó el momento en que yo me sentía tan frustrada con mis deseos, con mi voluntad, que no era buena. Y cuando iba a la reunión de la iglesia, sentía que había un vacío dentro de mi, incluso habiendo nacido dentro de la iglesia, necesitaba ver el Reino de Dios, desear ese Reino, y la Palabra de Dios me fue limpiando.

A medida que iba a la iglesia, fui percibiendo que aquel mundo que yo amaba, no era lo que me daría la respuesta. Ya no quería ese mundo. Quería a Dios, ahora yo quería a Dios. No solo lo que oía de las personas, lo que mis padres me hablaban, yo quería a Dios. Y empecé a orar, a hablar con Dios. A tomar decisiones de abandonar los sentimientos que yo tenía, y así fue.

Los quité, oré decidida: “Padre, ya no quiero soñar, no quiero que me guste ese sentimiento. No quiero…”. La Palabra de Dios me fue lavando, fue sacando aquel reino que yo pensaba que era lo mejor para mi, pero la Palabra de Dios me hizo ver mi realidad, y así fue, hasta que un día recibí el Espíritu Santo.

No recibí el Espíritu Santo diciendo: “Ven, Espíritu Santo”. Sino deseando a Dios. Fue queriendo hacer lo que es correcto delante de Dios. Primero, yo vi el Reino de Dios, lo deseé, y para entrar en el Reino de Dios tuve que nacer de Él, ser bautizada con el Espíritu Santo. Y ahí hubo una gran diferencia en mi vida.

Me acuerdo que cuando nací de Dios, vi todo diferente, todo lo que antes era valioso para mi, perdió la gracia. Dios empezó a ser mi tesoro, mi razón de vivir, yo quería agradar a Dios, disfrutaba de aquel momento entre Él y yo, a solas, tanto en la iglesia como en casa, en mi habitación donde yo hablaba con Él.

Cuando entramos en el Reino de Dios vemos lo que realmente tiene valor: Dios, la luz, la vida que está en Él. Sin embargo, quién no nació de Dios, quién no fue sellado con el Espíritu Santo es carne, la Biblia dice eso y fue el Señor Jesús quién dijo:

Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” Juan 3:6

A veces, la persona es carne y quiere parecer ser una persona de Dios, por eso ella se viste, habla, actúa como una persona que es de Dios, pero ella no está realizada en su vida, porque se oprime a si misma, porque es carne.

Ella quiere hacer las cosas erradas y se siente presa haciendo las cosas correctas, porque ella es carne. Ella tal vez tenga una responsabilidad en la iglesia, es una persona a la que las personas la llaman señora, doña, pero ella no nació de Dios. Continúa amando las cosas que este mundo le da. Ella no ama el Reino de Dios porque no ve ese Reino, no desea ese Reino, porque no lo ve. La única cosa que ve es el reino de este mundo.

Y la pregunta que le hago es la siguiente: ¿usted ama estar con Dios? ¿leer Su palabra? ¿entender sus pensamientos, buscar, ver los pensamientos de Dios, oír, disfrutar de su momento con Él, a solas? ¿o necesita estar en un grupo de personas, necesita estar haciendo algo para que las personas lo aplaudan? Si se siente solita, desamparada, es porque usted es carne.

Quién es nacido de la carne es carne, y se va a sentir como una persona normal de este mundo. Pero quién es nacido del Espíritu es espíritu, entiende las cosas de Dios, disfruta de las cosas de Dios, no le falta nada. Puede faltar respuestas a sus oraciones, pero ella tiene la respuesta de Dios dentro de su ser, es guiada por el Propio Dios, el Espíritu Santo. Ella está resguardada, está en el Abrigo del Altísimo, este es aquel que es nacido del Espíritu.

Me gustaría que pensase y evaluase su vida. Veo que muchas personas incluso se defienden, “yo soy de Dios, soy de Dios”, pero ¿de qué sirve decir que es de Dios y vivir llorando? Dice que es de Dios, pero es triste, siente necesidad de las cosas, depende de las circunstancias, eso prueba que no es nacido de Dios.

Quien es nacido de Dios encontró el mayor tesoro, no hay nada que esté por encima de eso. No es el marido, no es el hijo, no es la prosperidad, no es la fama, no es nada de eso. ¡Ella encontró la vida!

Por eso me gustaría que evalúe su vida porque si continúa diciendo que es de Dios, que es nacido de Dios y no lo es, sólo va a alimentar algo que hará que continúe siendo la misma persona, triste, amargada, abatida, deprimida y convencida, orgullosa. Y Dios no puede hacer nada, porque usted insiste en decir una cosa que no es. Ahora existen aquellos que nacieron de Dios, estos tienen paz, alegría, ¡porque encontraron el mayor tesoro!

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