Volviendo al Pasado – 35ª Parte

Viviane Freitas

  • 11
  • Abr
  • 2016

Volviendo al Pasado – 35ª Parte

  • 11
  • Abr
  • 2016

Finalmente os “bebes» volvieron a tener acceso a nosotros nuevamente. Después de tanta lucha, de tantas marcas de dolor, todo lo que quedó dentro de mi fueron las memorias de esa época.

Un vez en la que llegué, después de dejarlos en la casa de la responsable, yo lloraba sin parar, me faltaba aire para respirar. Recuerdo que antes de hablar con mi padre yo había intentado hablar con Dios a través de la oración, haciendo una escena que me marcó mucho: Con la desesperación buscaba al menos tocar en algo que me diese refugio, entonces fui al armario de mi padre, agarré una camisa de él, la puse delante de mi y sujeté las mangas de la camisa como si yo estuviese dándole las manos. Y allí, en lágrimas, pedí la misericordia de Dios para atender mi súplica. Sabiendo que yo no era nada, usaba el poder de la oración que mi padre hizo por mi el día en que me casé con Julio.

Hablé con Dios las palabras que mi padre había proferido en aquella oración. Él, en lágrimas dijo: “Padre, cuando mi hija esté pasando por dificultades, acuérdate de esta oración…” Y allí sus palabras fueron cortadas a través de la súplica que él hizo por mi.

Parecía que mi padre sabía lo que yo iba a pasar, y usando aquellas palabras que mi padre había dicho a Dios, Le pedí que atendiese la súplica de Su siervo.

Me acuerdo que una canción marcó nuestros dolores, porque hablaba mucho con nosotros. Y Julio la cantaba en la iglesia en la que estábamos. La canción era:

Hoy yo estoy tan en paz conmigo,
Parece incluso que no tiene sentido
Lo que yo he llorado
Lo que he sufrido
Hoy miré al cielo desde mi ventana
Vi en mi corazón la presencia tan bella
De Jesús sonriendo y diciéndome
Ven, deposita en mis manos
Todos tus problemas
Levanta esa mirada, no llores, no temas
No pierdas esa fe, que tú tienes en mi
Quien viene a mi
Se alimenta del pan de la vida
Quien sigue mis pasos
No siente las heridas
Tiene la paz que yo doy es feliz sin fin
Señor perdona mis pecados
Acéptame a tu lado
Déjame tocar tu manto sagrado
Y la gracia que yo pido
Tendré en tu luz
Señor, quien soy yo para que entrés
En mi morada
Pero un hijo de tu luz
En una tela quebrada
Ilumina una vida para siempre Jesús
Jesús salvador, Jesús Salvador
Jesús salvador, Jesús Salvador

La letra penetraba y decía tanto a mi ser.

Era el Dios que yo tenía.
Era Él el único que podía darme está paz
Era Él quien me hacía vivir cada día.

Yo lloraba mucho con está canción, y solamente Julio y yo sabíamos lo que estábamos pasando.

Pero aún así, no vi a mi marido desanimado, no vi a mi marido concentrado en nuestros problemas, sino que vi a un hombre de Dios.

Incluso delante de nuestras luchas internas, allí estaba él, dando la vida al pueblo de Dios.

Voy a deciros algo de forma muy sincera: El Altar salva nuestra vida.

Es en el Altar que aprendemos a dar, incluso cuando necesitamos recibir, Es ahí que aprendemos a estar en la total dependencia.

En el Altar tenemos acceso a oír los problemas de las personas, es por vivir enteramente en está Obra, en la que sentimos el dolor del pueblo. Y a través de ellos somos inspirados a usar la fe, a dar vida, etc. Y esto nos mantiene vivos.

Mi marido era más fuerte que yo, al menos era así como yo lo veía.

Porque sus pensamientos estaban dirigidos para aquel pueblo.

Mis pensamientos eran una lucha diaria, al fin y al cabo, no estaba activa con el pueblo, porque la función de la mujer en aquella época era más atender la necesidad de la casa y de las actividades físicas de la iglesia, entonces, era más difícil para mantenerme en Espíritu. Pero, con el dolor, no podía salir corriendo de los recuerdos de ellos, porque también se unía que estaba viviendo en la casa donde ellos habían vivido con nosotros. Y todo gritaba para que viviese en la emoción, pero mi espíritu buscaba incesantemente el alivio de vivir en la fe. Y asó la fui ejercitando, a través de los dolores.

¡Valió la pena todo lo que pasé!

Porque construyó algo que nadie podría hacer dentro de mi ser, ni el propio conocimiento podría. Delante de todo el dolor, aprendí tantas cosas, que yo sólo tengo que agradecer por todo.

En lugar de murmurar como muchos hacen delante del dolor, yo buscaba a Dios con más sinceridad, no para tener algo según mi intención, sueño por todo aquello que Él me daba.

Mi adoración, mi apreciación a Dios era más fuerte que antes.

Gracias Dios, el Señor no me desamparó; por lo contrario, fui amparada. Y tuve este privilegio de tener está experiencia única.

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35 comentários

  1. fui fuerte ,la mayoria de las veces solo en el dolor ,nos hacemos mas fuerte ,y mejores maduramos y aprendemos a como vencer los problemas.Amen

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  2. Comprendi que cuando pasamos  dificultades por  mas dificil  que  fuesen  debo entregar  mi vida  en el altar porque los problemas estan presente todos los dias y si me dejase llevar por la emoción o sentimientos  nuca los resolveré.
    Cuando confiamos en Dios  quedamos en total  dependencia,
    nunca debemos desistir una vez depositamos el sacrificio.

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  3. Cuanto tiempo vivíamos  creyendo en la religión equivocada  y sufrimos  mucho,  pero cuando tuvimos la oportunidad de
    conocer  la verdadera  palabra que pasa vida  es cuando  usamos la fe inteligente y ponemos en practica, no dudando siendo independientes  y no depender de nadie solo de Dios .

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  4. es así cuando pasamos estas tribulaciones solo el altar nos da las fuerzas de salir adelante y nos da confianza así afirmar mas nuestras vidas en las manos de DIOS

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  5. cinserame

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  6. El altar salva nuestra vida , esas palabras han hecho efecto en mi , aprendi que realmente en el momento que intente alejar mi vida del altar , es hay donde todo se vendra al suelo, el altar es realmente lo que salva mi vida, mi alma y todo en mi.

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